El gigante de las bebidas estadounidense ideó un plan costoso para dejar clara su posición en el conflicto. Había un "pequeño" problema
El gigante de las bebidas estadounidense ideó un plan costoso para dejar clara su posición en el conflicto. Había un "pequeño" problema
De media, un litro de agua embotellada contiene 240.000 fragmentos de plástico detectable. Un estudio del CSIC ha analizado 20 marcas y solo una está libre de microplásticos.
Lego intentó fabricar sus famosos bloques con tereftalato de polietileno reciclado, pero ha acabado reconociendo que no sirve para reducir las emisiones.
La contaminación es uno de los principales desafíos de nuestra era. La civilización tardó siglos en darse cuenta de que éramos los humanos quienes estábamos generando una huella ambiental negativa con nuestros desechos, que ahora han llegado a niveles inmanejables e insostenibles.
Más aerogeneradores se traduce en más eólica y un peso mayor de las renovables, pero también en más desechos difíciles de gestionar. Cuando una turbina cumple su vida útil deja de ser un aliado de las energías verdes para pasar a convertirse en una carga, una enorme masa de residuos que suponen un auténtico quebradero de cabeza. La cuestión es tan simple como difícil de afrontar: ¿Qué hacemos con las palas? ¿Cómo tratar enormes estructuras que pueden pasar de los 100 metros?
Ni Coca-Cola, ni zumos, ni cerveza, ni leche, ni vino, ni ninguna otra bebida elaborada o recolectada por el hombre que se te pueda pasar la cabeza, así lleve o no alcohol, sea hiper azucarada o incluya un aporte rico en sales minerales.
Coca-Cola había sido el refresco de referencia en todo el mundo durante décadsa, pero a principios de los 80 le había salido un durísimo competidor: Pepsi. La firma había ido ganando más y más adeptos con anuncios en los que participaban Michael Jackson, Michael J Fox o Cindy Crawford, y su éxito no paraba de crecer gracias a una espectacular campaña publicitaria llamada "El desafío Pepsi" ('The Pepsi Challenge').
Hay otra forma de medir el impacto del COVID-19. Otra a mayores del número de enfermos y fallecidos, ERTE tramitados, millones de euros en pérdidas económicas o eventos cancelados, los valores que habitualmente dibujan nuestra imagen de la pandemia y su evolución. El coronavirus se puede calibrar también en toneladas de desperdicios. Y se puede hacer porque, a su forma —como acaba de alertar la OMS en un informe—, la crisis sanitaria ha devenido en cierto modo en crisis de gestión de residuos sanitarios. Al final, cada mascarilla, cada test de antígenos o cada EPI acaba convirtiéndose, una vez ha cumplido con su uso, en basura que hay que tratar.
Estados Unidos es el país del primer mundo con menor esperanza de vida. Se aduce que ello se debe, entre otros factores, a que su sanidad es privada. Sin embargo, en Estados Unidos se gasta más en sanidad pública que en países como en España. Así que el problema parece radicar en los elevados costes de los tratamientos.
Una de las bebidas más populares y también de las más antiguas del mundo es, sin lugar a dudas, la cerveza. Podríamos decir que se ha montado toda una cultura alrededor de este preciado líquido que levanta pasiones en casi todos los rincones de la tierra.
El plástico desechable se ha convertido en el gran enemigo del medio ambiente. Dada la dificultad para su reciclaje y sobre todo su impacto duradero en el medio ambiente, se están planteando todo tipo de soluciones para minimizer su uso. Por ejemplo, si se trata de hacer botellas de plástico, resulta que las de 2,3 litros son las que menos daño producen.
Acabar con el plástico de un sólo uso no es tarea fácil. A lo largo de los últimos años diferentes regulaciones a lo largo y ancho del mundo han comenzado a restringir o directamente prohibir su uso.