Sonó el timbre. Sonó una vez, dos. A la tercera, comenzaron a llegar los concejales para ocupar sus bancas pero había dos lugares libres. Uno de ellos fue el de Carlos Arroyo, quien pidió una licencia hasta los primeros días de Octubre. El segundo era de Abad, hasta que rápidamente apareció Gonzalo Quevedo, uno de los hombres de confianza de Vilma Baragiola.

Al instante, llegaron los recuerdos de mediados de Abril, cuando el radical era cuestionado y hasta rotulado de “concejal trucho”. En ese momento, había sustituido a la martillera Rosana Morrone, quien había ingresado al Concejo Deliberante en 2011 con la Alianza Unión para el Desarrollo Social. Mediante una nota presentada al HCD, Quevedo tuvo que dejar el lugar a quien originalmente debía ocupar la banca.

En esta ocasión, Abad se ausentó(tenía una reunión en Villa Gesell) y lo explicó mediante una presentación a la Presidencia, mientras que Morrone se excusó por no estar en la ciudad. Así, volvió Quevedo, el siguiente en la lista que ocupó la banca, triunfante.