Una vida de mentira

Una vida de mentira

Por: Nelson Castro. Todo lo que ha trascendido demuestra que la vida del expresidente Fernández, no solo su presidencia, fue un engaño.

Se asiste a algo nunca visto en la historia de la Argentina. No es que no haya habido historias de infidelidades maritales o situaciones sentimentales complicadas y escandalosas de los presidentes argentinos. Muy por el contrario: la casuística es nutrida. El primer recuerdo que acicatea la memoria es el de Carlos Menem y su tormentosa relación con Zulema Yoma. Cómo no recordar la escandalosa forma en la que la entonces primera dama, fue sacada por la fuerza de la quinta de Olivos. El general Juan Domingo Perón fue protagonista de una relación escandalosa con Nelly Rivas, una adolescente a la que conoció tras la muerte de su esposa Eva Duarte, durante una de las tantas visitas que en la Residencia de Olivos se organizaban para los y las jóvenes integrantes de la poderosa Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Hipólito Yrigoyen solía recibir a mujeres en la Casa Rosada a las que invitaba a pasar a su despacho en el que permanecían varias horas, hecho que sometía a muchos de sus funcionarios a largas esperas antes de ser atendidos por el entonces presidente. Sin embargo, el caso Alberto Fernández representa mucho más que eso. Aquí estamos ante la denuncia de hechos de violencia de género sufrida por Fabiola Yañez que dejan expuestos los rasgos patológicos del expresidente de la Nación.

Dijo Confucio: “Dale poder a una persona y sabrás quién es”. Es lo que sucedió con AF. El poder hizo que conociéramos al verdadero Alberto Fernández. Mentiroso, inmoral, violento, inepto, con rasgos de perversión e investigado por hechos de corrupción.

Desde el punto de vista político, la mentira y el abuso de poder que exhiben las conductas del expresidente, lo enmarcan como un perfecto representante del kirchnerismo. Recuérdese que la mentira y el abuso de poder son la esencia del movimiento.

La vida del expresidente durante los cuatro años de su mandato era conocida por sus aspectos libidinosos por muchos fuera y dentro del peronismo. La primera en conocer ese transcurrir –como no podía ser de otra manera– fue Cristina Fernández de Kirchner. Imposible no recordar aquella frase durante el discurso del 1° de julio de 2022 en Ensenada: “Cualquiera puede leer mi celular. No sé si todos pueden decir lo mismo. Lo que está en mi celular puede ser visto y leído por todos y todas”. La expresión desafiante de la entonces vicepresidenta fue la evidencia de la completa información que tenía sobre la vida privada de AF. “Alberto, poné orden, no te pongas nervioso y metele para adelante” le había dicho el 17 de agosto de 2021, días después de conocerse la foto de la “Fiesta de Olivos” que indignó al país y shockeó al peronismo. El silencio cómplice de CFK sobre esos aspectos del gobierno del que fue protagonista principal, fue y es estrepitoso. He aquí algo que hay que subrayar ante su actitud de ajenidad: su rol en ese gobierno fue activo, no pasivo. Ocurre que todo fue tan malo a lo largo de esos cuatro años que desespera por zafar de su corresponsabilidad. Es lo que se desprende del comunicado que vía tuit difundió al mediodía del viernes. “Alberto Fernández no fue un buen presidente. Tampoco lo fueron Mauricio Macri o Fernando de la Rúa, sólo por mencionar a los que desempeñaron su mandato en lo que va del siglo XXI. Seguramente la lista sería más larga si extendiéramos la cronología”, –dice en su comienzo. Vale la pena detenerse en este párrafo. Tiene razón CFK: De la Rúa, Macri y Alberto Fernández no fueron buenos presidentes. Pero olvida decir que a AF lo designó a dedo y que ella fue su vicepresidenta con un gran poder. Por otra parte: ¿fue CFK una buena presidenta? Fue una buena presidenta quien implementó durante su gobierno el cepo? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, persiguió a periodistas y medios críticos? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, buscó  reformar la Constitución para posibilitar su permanencia indefinida en el poder? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, intentó imponer una reforma judicial para llenar la Justicia de jueces y fiscales adictos? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, intervino el Indec para falsificar los datos de los índices de pobreza, desempleo e inflación, como lo acaba de demostrar la Justicia? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, nombró como comandante en jefe del Ejército al general César del Corazón de Todos los Santos Gerardo Milani con la idea de incorporar a las Fuerzas Armadas como brazo de acción del kirchnerismo, en una maniobra de neto corte chavista? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, intentó darle legalidad al escandaloso pacto con Irán, instrumento buscado por el régimen de Teherán para dejar impune el atentado contra la AMIA? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, buscó destruir la imagen pública del asesinado fiscal Alberto Nisman al que no protegió? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, estableció una red de corrupción monumental con la obra pública? ¿Fue una buena presidenta quien, durante su gobierno, tuvo como vicepresidente a Amado Boudou, condenado por el intento de apropiarse de la Casa de la Moneda?

La denuncia por violencia de género contra Alberto Fernández es un hecho gravísimo que lo complica tanto a él como a su entorno, cuyos detalles deberá aportar Fabiola Yañez a los fiscales y al juez para terminar de dar una idea cabal no sólo de la dimensión de este hecho, sino también de la trama de silencio que se tendió a su alrededor. Asimismo, es importante no olvidar que esta historia, de la cual hasta ahora conocemos sólo la punta del iceberg, se conoció a partir de un hecho de corrupción que lo compromete seriamente al expresidente: los millonarios contratos que le fueron asignados a Héctor Martínez Sosa, el bróker de seguros amigo de AF cuya esposa, María Cantero, fue su secretaria privada.

Estos episodios conmovedores traen otra vez a la superficie el repetido tema del impacto y las consecuencias que tiene la vida privada de los hombres y mujeres del poder. Este caso es una demostración de lo inescindibles que son. La vida privada de un presidente o presidenta constituye un asunto de Estado por las consecuencias que ella tiene. No se puede esperar decencia en la vida pública de quien, en su vida privada, es un inmoral o un indecente.

La presidencia de Alberto Fernández fue una mentira y, por lo que se está desvelando en estas horas de vértigo, su vida ha sido también una mentira. Habrá que recordar que, como consecuencia de sus mentiras, murieron en la Argentina más de cien mil personas durante la pandemia de covid-19 debido a la falta de vacunas del laboratorio Pfizer que estaban disponibles y que no se compraron, aduciendo requisitos leoninos de la compañía que nunca existieron.

Durante el debate de la ley “Bases y Puntos de partida para la Libertad de los Argentinos”, la senadora K por Tierra del Fuego, Cristina López propuso tratar un proyecto de Ley para imponer una evaluación psicológica para los candidatos a la presidencia de la Nación. Lo dijo en referencia al presidente Javier Milei, a quien trató de enfermo mental. ¿Qué decir entonces de Alberto Fernández?

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