Victoria Montenegro cambió de nombre, historia y familia cuando pensaba que su vida ya estaba armada.
Con el tiempo también supo que era hija de Hilda Torres y Roque Montenegro, ambos militantes de la Juventud Peronista y del Ejército Revolucionario del Pueblo.
A su padre lo tiraron vivo al Río de la Plata, en uno de los denominados “vuelos de la muerte”. Su cuerpo apareció en las costas uruguayas en mayo de 1976. Era uno de los 25 jóvenes que desaparecieron de Metán.
En febrero del mismo año lo habían raptado de su casa a él, a su mujer, y a la hija que habían llamado Victoria. Aunque la pareja era de Salta, la familia estaba instalada en Buenos Aires, donde sigue viviendo ella.
En 2012 pudo traer los restos de su papá al cementerio municipal de Metán, después de que estuviera enterrado como NN durante décadas en Colonia, Uruguay.
Sobre su mamá, cree que estaba en el mismo vuelo que su padre y que la mataron de la misma manera, pero no tiene la certeza. “Seguramente nunca la encuentre, pero la voy a seguir buscando hasta el último día de mi vida”, dijo a El Tribuno, en el aniversario número 38 del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
¿Qué pensás en un 24 de marzo? ¿Hay deudas de la democracia?
Es mucho lo que te genera un 24 de marzo habiendo vivido en carne propia la desaparición y habiendo estado apropiada.
Cuando recuperé mi identidad, prácticamente nadie hablaba del 24 de marzo. Como argentinos, entendíamos que era un pasado muy doloroso y que no había que mirar atrás.
A partir de la gestión del presidente Néstor Kirchner empezamos a hacernos cargo de esa historia y se pidió perdón por primera vez desde el Estado. Pudimos hacer los juicios de lesa humanidad y ponerle nombre a eso que quisieron dejar instalado como una guerra. Pudimos ver que esa guerra no existió, que hubo un Estado terrorista que hizo desaparecer a 30.000 de su propio pueblo y se robó a sus bebés, aunque falta muchísimo todavía.
Soy mamá de adolescentes. Mis hijos tienen la edad que tenían sus abuelos cuando desaparecieron y hoy pueden militar con su nombre.
Hoy los argentinos vivimos en un país mejor porque hay justicia y podemos condenar a los responsables con todas las garantías, como la atención médica y la visita de sus familias. Y queremos que sea así. Queremos que tengan todas las garantías que nuestros padres no tenían cuando estaban en los centros clandestinos o cuando los tiraban vivos al río, como pasó con mi papá.
Hace poco pudiste recuperar los restos de tu papá y cerrar un círculo que muchos otros no pudieron cerrar ¿Cómo cambió tu vida con eso?
Primero, no hay palabras para describir el trabajo que hace el Equipo Argentino de Antropología Forense, que lo identificó.
Yo pude recuperar los restos de mi papá. Estaba en Colonia, Uruguay. Tuve la posibilidad de traerlo a Salta. Sus restos están en Metán.
Es un momento de mucho dolor tener frente a uno la prueba de que, definitivamente, los asesinaron. Lo perverso que tiene la desaparición es que vos sabés que no están, pero hay algo adentro tuyo que siempre los espera.
La dictadura quería para mi papá el fondo del río y, sin embargo, lo identificamos y pudimos traerlo a su ciudad gracias al trabajo de Abuelas de Plaza de Mayo.
Muchos vecinos del barrio de mi papá hablaban de “los chicos que se perdieron”, en esto de invisibilizar cuál fue la historia. Y pudimos mostrarles que no se perdieron, que los hicieron desaparecer. Pudimos contarles a los chicos, a través de la presencia de sus restos, que existieron y que fueron parte de una generación hermosa.
Ayer justamente estuve con mi tía y me contó que muchos papás de otros desaparecidos van a llevarle flores a mi papá como si se las llevaran a sus hijos.
¿Qué otras cosas pudiste recuperar de tu papá?
Pude recuperar a mi familia y mi identidad, que es lo más importante.
Ellos me pusieron Victoria porque decían que la victoria estaba a la vuelta de la esquina. Es lo más lindo que me dejaron, además del orgullo enorme que siento por ellos.
Yo aparezco en el año 2000, cuando el juzgado me notifica.
¿Hasta entonces no tenías sospechas?
No. Yo estaba convencida de que era hija biológica de mis apropiadores y de que, en nuestro país, no había desaparecidos, que era un tema político. La política era mala palabra para mí.
Estaba formada por un cuadro del Ejército así que tenía, obviamente, muchísimas contradicciones.
Tenía otro nombre, otra historia, otra formación y una familia propia con mi marido y mis tres hijos.
A partir de conocer a los hijos, nietos y abuelas, entendí que había personas de carne y hueso desaparecidas Yo antes no podía entender que eran eso... vidas.
Mi ideología decía que, por el simple hecho de ser militantes políticos, perdían su condición de seres humanos. Eran la “subversión”.
La posibilidad hermosa de estar con personas como Estela de Carlotto y otra gente con un nivel de humanidad tan grande, me permitió superarme y entender que todo eso que creía estaba mal y que la persona que más amaba en el mundo había cometido crímenes de lesa humanidad. Y a Hernán (Tetzlaff) lo sigo queriendo a pesar de que ya falleció.
Ahí podés empezar a ordenar tu vida y depurar tanto odio. Después empecé a decirles mamá y papá a mis verdaderos padres y Hernán y María a mis apropiadores.
Empecé a presentarme como Victoria y a firmar con mi verdadero nombre. Yo antes me llamaba María Sol Telzlaff.
En 2.000 la Justicia me entregó toda la información junta. El tema es que una cosa es que a vos te informen y otra muy diferente es que puedas, con toda esa carga ideológica, aceptarlo.
Reacomodar toda mi estructura me llevó 8 años. Tengo vínculos en Salta, donde están mis tíos. Adoro a mi familia.
¿Cuándo sentiste la necesidad de trabajar en política?
En 2008 empecé a trabajar en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, cuando era María Sol no trabajaba. Ahí empecé a conectarme con muchas mujeres que tenían la edad que tendría mi mamá y que son militantes políticas. Por primera vez pude entender cómo era ella.
La imagen que tenía de mis padres era la de las dos chicos de 15 y 17 años en la última foto.
Entonces empecé a comprender lo que para mí era una mala palabra: la política. Entendí que se trataba de que, si tenías un horario de 8 horas, podías trabajar 16 para resolver una situación o generar un cambio para una comunidad.
Empecé a ver de qué se trataba lo colectivo, porque mi vida siempre fue individualismo, colegio de monjas... todo muy cerrado. Es como cuando subís una escalera y cada vez vas viendo un poco más. Ahí nace Kolina, partido del cual soy secretaria de Derechos Humanos.
Ahí entendí que mis viejos militaban por los derechos sociales y pude ver todo el desastre que había dejado la dictadura militar.
Hoy no me imagino mi vida sin ser Victoria. No me imagino mi vida sin sentarme todos los días con compañeros para ver cómo podemos hacer algo por los demás.
Los que militamos no lo hacemos ni por odio ni porque seamos masoquistas Si yo me tengo que parar en el momento en el que entran en mi casa, secuestran a mis padres y me roban la que tuvo que ser mi vida... me muero de dolor.
Nadie me va a devolver a mis viejos y no deja de dolerme nunca que, siendo dos chicos, me los tiraron vivos al río.
No lo hago porque quiera venganza. Todo lo contrario. Queremos que todos entendamos que esto no puede pasar nunca más, que el terrorismo de Estado no puede ser una opción, que ya nos fue muy mal con la mano dura.
¿Qué pasó con tu madre?
Nosotros desaparecimos de nuestra casa antes del golpe del 24 de marzo. Yo lo que sabía antes era que esa noche entraron y los mataron.
A partir de la aparición de papá, creemos fuertemente que ellos estuvieron en Campo de Mayo, donde operaba Telzlaff.
Los vuelos de la muerte fueron en mayo del 76. Entendemos que mi mamá estaba en el mismo avión que mi papá.
La desaparición con el mecanismo de los vuelos es el más perverso porque los tiraban vivos al agua y porque las fosas o tumbas, más tarde o más temprano, permiten encontrar los restos. El fondo del mar o el río te dejan muy pocas posibilidades. Me quedo con el milagro de haberlo encontrado a él. Seguramente mi mamá estaba en el mismo vuelo y no la voy a encontrar nunca, pero la voy a seguir buscando hasta el último día de mi vida porque se lo merece.
La violencia, una deuda que persiste
Como una de las actividades vinculadas con el aniversario del último golpe de Estado, referentes de la agrupación Kolina (Corriente de Liberación Nacional) y otras organizaciones sociales presentaron la campaña nacional contra la violencia institucional el viernes en Orán.
El programa se creó hace más de un año para luchar contra los abusos de poder que persisten en las fuerzas de seguridad y en otras instituciones más de 30 años después del regreso de la democracia.
El proyecto surgió a partir de los reiterados casos de abusos policiales que se producen en todo el país. “En los últimos 12 años murieron 1.893 personas en hechos de violencia institucional con participación de integrantes de fuerzas de seguridad. El 49 por ciento de estas personas murió por disparos efectuados por policías que estaban en servicio”, difundieron los organizadores.
“Pretendemos constituir asesorías con abogados gratuitos para las víctimas en todo el país. Una parte de la violencia institucional es la impunidad que muchas veces convalida el sistema de Justicia. Otra es la prevención, porque queremos llegar antes de que las cosas pasen”, dijo a El Tribuno Leonardo Grosso, diputado nacional por Buenos Aires del Frente para la Victoria e impulsor de la campaña.
Grosso recordó el caso de dos jóvenes que estaban detenidos y fueron torturados en una comisaría de General Gemes en el año 2011, hecho que se conoció a nivel nacional porque se difundió anónimamente un video de lo ocurrido. “¿Qué paso con la estructura policial después de eso? El Gobierno se tiene que hacer cargo de controlar que esto no siga pasando”, planteó el legislador.
La campaña nacional contra la violencia institucional se basa en la idea de que las prácticas ilegales de organismos como la Policía o la Gendarmería son una herencia de la última dictadura militar y forman parte de un esquema de seguridad anacrónico.
Más de 100 desaparecidos
En Salta hubo, al menos, 110 desaparecidos durante la última dictadura militar. El 11 de marzo, en el aniversario del secuestro del exgobernador Miguel Ragone, se descubrieron placas con los nombres de las víctimas en la Plaza de la Memoria de Cerrillos.
Actualmente se desarrolla un juicio en el que se trata de condenar a los culpables del secuestro de docentes de la UNSa y ya hubo sentencias por la desaparición del escribano Melitón Bustos. También se juzgó el asesinato de 11 presos políticos, ocurrido en julio de 1976.
Recital en el Parque San Martín
Hoy desde las 16.30 se conmemorará el aniversario del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 en el Portal de la Memoria, ubicado en el Parque San Martín. Habrá un acto y un espectáculo musical. Organiza el evento el Gobierno de la Provincia junto a organizaciones de derechos humanos.
Actuarán Los Izkierdos de la Cueva, Perro Ciego, Los Azotes y el colectivo artístico cultural Minga. También se presentarán diferentes agrupaciones folclóricas.
El 24 de marzo empezó a ser feriado nacional durante la primera presidencia de Néstor Kirchner.
Pedido de justicia
Hoy desde las 16 en el mástil de la Plaza 9 de Julio se hará un encuentro para recordar el inicio de la última dictadura y reclamar que se condene a los responsables militares y civiles.
La convocatoria está a cargo de la Comisión de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas de Salta, H.I.J.O.S., la Red por la defensa de los Derechos Humanos y la Secretaría de Derechos Humanos de la CTA. También participará la Asociación de Docentes e Investigadores de la Universidad Nacional de Salta.
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