Por Indalecio Francisco Sanchez
Hiro Nakamura puede viajar en el tiempo y en el espacio. Es un típico y entusiasta japonés que está seguro de que su destino es salvar el mundo. La habilidad de trasladarse de una época y de un lugar a otro la trajo en los genes, como parte de la evolución de la humanidad, que comienza a adquirir renovadas propiedades.
Hiro es honesto, leal y persistente. Cierra sus ojos, su rostro tiembla un poco por el esfuerzo y se traslada al espacio y al momento de la historia que se le antoja. Intenta no intervenir en el pasado, porque teme romper el continuo tempo-espacial, algo así como la cadena que da sentido a la existencia.
El simpático y comprometido oriental es uno de los personajes centrales de la serie de televisión estadounidense “Héroes”, que fue furor entre 2006 y 2007. Cuenta la historia de gente ordinaria que descubre que posee poderes sobrehumanos.
¿Cómo y qué vería Nakamura en el Tucumán político? ¿Algunos habrían tomado las mismas decisiones si hubiesen tenido el poder de Hiro?
Año 2003. Últimos días de octubre. Un poderoso, sonriente y novel gobernador José Alperovich palmea amigos y mueve la cintura mientras acomoda a su gusto el sillón principal de la Casa de Gobierno. Los dioses le sonríen. La Justicia le quitó la piedra en el zapato que significaba que Antonio Domingo Bussi hubiese ganado las elecciones en San Miguel de Tucumán. La mujer de los ojos vendados le dice que no al represor y Alperovich está en condiciones de señalar a los concejales a quién votarían para que ocupe interinamente el cargo de intendente. Aquel José de bigotes oscuros y de potencia arrolladora no duda. Se levanta temprano, como siempre, y hace un llamado: “Colorao, comprate un traje que vas a asumir como intendente”. Domingo Amaya acepta el convite. Venía de perder las elecciones nacionales en las que había competido por el cargo de diputado, pero mantenía la buena imagen que había dejado como secretario de Turismo de Julio Miranda. El interinato se convirtió luego en consecutivos comicios ganados y en una creciente –y lícita- ambición por el cargo mayor de mandatario provincial. Si Alperovich hubiese tenido un Hiro que viniera del futuro no hubiese tomado esa decisión. Amaya es hoy el tercero en discordia que tercia entre el gobernador y su principal contrincante opositor, José Manuel Cano. El mandatario llora, pero de bronca, cuando recuerda aquellos años y cómo quien fuera su niño mimado luego –según su visión- lo traicionara.
Fue tan cara esa acción que Alperovich hoy la está pagando con la imposibilidad de definir una fórmula que compita en las elecciones del año próximo. Lanzó al ruedo el binomio Juan Manzur-Osvaldo Jaldo, pero ni siquiera los integrantes de la dupla están en condiciones de jurar que ellos serán los que competirán por el cargo mayor. No sólo ello. Los operadores del alperovichismo charlan con algunos del amayismo y entreveran ideas de uniones triunfalistas. Sacan números y especulan con la tranquilidad que les ofrecería que el intendente integre la fórmula que luchará con la Gobernación. Se ilusionan con que Amaya aún posee una puerta abierta en la casa del padre y que se cumpla la profecía del hijo pródigo. Otros desechan esa posibilidad. Explican que el “gober” quedó con el corazón herido y que no habrá otra chance para el Colorao, como él le decía.
Hiro posa sus manos en su barbilla y se recuesta sobre un árido campo tranqueño. Sólo observa. Ve a un solitario Jaldo que lucha por que su rostro se desborde de sonrisas en medio de una incertidumbre que lo pone nervioso y le exige trabajar el triple que su hasta ahora compañero de fórmula. Él es quien más sufre los vaivenes de las necesidades políticas de Alperovich. Ayer no estaba, hoy sí y mañana no sabe. Es el fusible que saltará en medio de chispas si el oficialismo huele que la yunta Manzur-Jaldo no le asegura el triunfo. Al ministro del Interior no lo quieren ni los viejos ni los jóvenes peronistas que le juran fidelidad al gobernador. Todos aceptaron la orden mayor de sonreír para la foto, pero cuchichean sin cesar entre ellos para agrandar la teoría de que tiene que ser otro y no Jaldo el que acompañe a Manzur. Por lo pronto, noviembre comenzará con un gran acto en el que se lanzará el acople de la Vieja Guardia Peronista. Dicen que esa nómina que competiría por el Oeste estaría encabezada por Juan Ruiz Olivares, un pariente directo de Roque Alvarez y el intendente Daniel Toledo. Ellos también perdieron a un compañero en el camino. Se trata de Alejandro Martínez, que tendría todo arreglado con el jefe municipal de Tafí Viejo, Javier Pucharras, para hacer un enroque de funciones. Sisto Terán, según las mismas especulaciones, acompañaría al grupo en el sentimiento, pero trabajaría de lleno en lograr la candidatura y la intendencia de Yerba Buena. Como no quieren que lo suyo huela a rancho aparte, los momentáneamente ungidos Manzur y Jaldo serían los invitados de honor del convite. Y el imaginario japonés volverá a observar las forzosas sonrisas de todas y todos.
Sin tiempo
El que quisiera ver el futuro es el radical Cano. Por el momento se muestra feliz con la decisión que tomó de aliarse con Sergio Massa. Siente que ese era el ingrediente que le faltaba para que la pócima que le garantice el triunfo en 2015 fuera perfecta. Pero no todo le salió como lo había planeado. Habrá que ver cuánto le tracciona el hombre de Tigre y qué reacción tendrán sus correligionarios, en particular, y los votantes, en general. Su jugada fue arriesgada y no empezó del todo bien. José Orellana y José Teri se enojaron con el acto que organizaron Gerónimo Vargas Aignasse y José Carbonell. Cuentan que hasta hubo discusiones, la suspensión de un asado y amenazas de ruptura. El “Melli” legislador habría exigido la vicegobernación para sí, bajo el argumento de que su colchón de votos es el más mullido. “Gero” toca la música que le pide Massa, porque su aspiración es la Intendencia y “Yayo” habría cerrado con su amigo Sergio que su lugar estaría en la punta de la lista de senadores. La mezcolanza sirvió de anticipo para Cano respecto de lo que se le vendrá con sus nuevos socios. Y eso que todavía no comenzó a lidiar con los propios. La vicegobernación la mantiene indefinida. Los canistas y varios popes radicales nacionales (como los proaliancistas Gerardo Morales y Ernesto Sanz) argumentan que el objetivo es no dejar pasar la histórica oportunidad de derrotar al alpero-peronismo. Como no posee poderes sobrehumanos, Cano deberá esperar casi un año para saber si la suya fue o no una buena jugada.
En el alperovichismo estuvieron más que nerviosos hasta el lunes con la visita del tigrense. Hasta llamaron por teléfono al precandidato presidencial para pedirle un favor: “todavía no vengas, no cierres la alianza. Podemos estar con vos”, le habrían dicho. En el entorno de Massa confirmaron que la comunicación existió, pero afirman que el intendente hizo oídos sordos a ese pedido.
Pese a ello, cuando en la Casa de Gobierno supieron de los desencuentros internos, de una mesa de empresarios no tan numerosa en las reuniones opositoras y de discursos que –según su visión- fueron tibios, el martes a la noche respiraron aliviados, como si una brisa hubiese borrado el intenso calor diurno. Eso sí: apuraron una visita de Daniel Scioli como para dejarle en claro al tigrense que su desaire no será gratuito. El alperovichismo se encolumna, ahora y de lleno, detrás del gobernador bonaerense.
Con retraso
El que más estaría necesitando regresar al pasado, con el escenario actual, es Amaya. Retrasó tanto sus decisiones que hoy se estaría quedando sin el pan y sin la torta. Los caminos para cerrar acuerdos con Cano o con Alperovich son cada vez más angostos. ¿Cómo haría un kirchnerista de la primera hora como él para justificar una alianza con Massa, más que con Cano? ¿Cómo haría para apoyar a Scioli, si es el elegido de los K, si no está junto a José? Otra vez, como en tantas otras ocasiones, las decisiones que tomaron, toman y tomarán terceros parecen que serán las que le terminarán marcando el destino al tibio intendente.
Como un desastre nuclear
Hiro Nakamura queda pasmado. Uno de sus primeros viajes al futuro lo encuentra observando desde la terraza de un edificio una Nueva York devastada por una explosión atómica. El joven japonés promete evitar que el desastre nuclear ocurra y se pone frenéticamente manos a la obra.
Año 2013. Primeros días de diciembre. Estalla en Tucumán la peor de las crisis sociales. Policías sublevados, saqueos, desmanes, muertes, barricadas y fuego en las calles. Miedo, vecinos armados y paralización de la provincia durante dos días. La anarquía se había apoderado de una sociedad desbordada. Ante la reminiscencia de aquellos días, en este caluroso octubre de 2014 el Gobierno puso en marcha un plan “antisaqueos”. Por la Costanera, Antena, Trulalá y El Sifón, entre otros grupos sociales en riesgo, caminan empleados del área Social de la provincia ofreciendo planes. Los vecinos de esos barrios afirman que detrás de un beneficio de $ 1.500 por tres meses se esconde un pedido: que se comprometan a “estar tranquilos” los días previos a la Navidad. Denigrante, apresurada y desesperada medida –de ser cierta- la que está tomando el Gobierno para evitar otro desastre este fin de año.
Ojalá que Hiro no esté viendo, ahora mismo, escenas de caos por estas tierras en la Navidad futura. Ojalá hubiese un “Héroe” que hubiese tomado decisiones correctas, de largo plazo y de bien común para que pudiese, como el japonés de esta historia, evitar la explosión.
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