Las multinacionales asumen un desplazamiento de las ventas a productos más baratos y confían en que un cambio de política monetaria aporte oxígeno a las economías familiares— La otra cara de la crisis del campo: así hemos intentado bajar todo lo posible el precio de la cesta de la compra.
Por: Cristina G. Bolinches.
Las principales multinacionales del gran consumo llevan meses engordando sus ingresos gracias a la inflación. Una subida de precios a la que, hasta hace poco, no veían techo y que justificaban porque la presión de los costes tampoco les permitía otro camino, si no querían dañar su rentabilidad. Ahora, cuando se cumplen dos años desde la invasión de Ucrania por Rusia que disparó la presión inflacionista, parece que al fin asumen que el bolsillo de los consumidores no da más de sí y que sus ventas empiezan a resentirse.
“Los precios van a ser mucho más bajos este año que el pasado”, reconoció el consejero delegado de Nestlé, Mark Schneider en la presentación de resultados del gigante suizo. “El crecimiento de este año tiene que venir mucho más del volumen y del mix de productos”, añadió. Es decir, le vendrá de que los consumidores comiencen a combinar productos más baratos con otros más caros porque puedan permitírselo.
Lo que diga Nestlé importa porque es el mayor fabricante de alimentos envasados de Europa. En todo 2023, los ingresos de la dueña de marcas como Nespresso, Kit Kat, Häagen-Dazs o Maggi rozaron los 93.000 millones de francos suizos (más de 97.500 millones de euros). El problema es que fueron un 1,5% inferiores a los de 2022, cuando la inflación ya estaba disparada. Y eso en un año donde sus precios subieron, de media, un 7,5%.
Además, junto a este parón en los ingresos, Nestlé ha reconocido otras dos tormentas que están afectando a su negocio. Por un lado, que algunos consumidores están cambiando de productos al estar tomando medicamentos como el Ozempic o Wegovy, contra la diabetes y la obesidad crónica. De hecho, desglosó que ingresa 1.500 millones a través de productos de alimentación con refuerzo de proteínas o para mantener la masa muscular. Por otro, el gigante helvético está notando el boicot en algunos países con población mayoritariamente musulmana hacia multinacionales que operan en Israel. “Lo hemos visto en Oriente Medio y en algunos países de Asia, donde los consumidores dudan a la hora de comprar marcas globales y occidentales”, aseguró Mark Schneider en declaraciones que recoge la agencia Bloomberg.
Se prefiere la marca blanca
La situación de Nestlé por el frenazo de ingresos no es un caso único. Otros grandes grupos de alimentación asumen que la subida de precios ha llegado a tal punto que los consumidores se han plantado, se van a enseñas más baratas o se decantan por la marca blanca. Unas enseñas sin el nombre del fabricante por las que, además, están apostando las empresas de híper y de supermercados, como Carrefour. Esta presión se ve, por ejemplo, en que España está en el podio de países europeos donde se compra más marca blanca.
Ese desplazamiento a la enseña del distribuidor lo ha notado Unilever, en segmentos como las salsas o los helados. Este grupo tiene en su cartera de marcas desde productos de limpieza como Cif o Mimosin, a otros de cuidado personal como Dove o Rexona y de alimentación como Magnum, Ben & Jerry's o Knorr. En 2023, sus ingresos se recortaron, aunque ligeramente. Cayeron un 0,8% y se situaron en 59.600 millones de euros. Un ejercicio en el que sus precios, de media, repuntaron un 6,8%.
Unilever detalló en su presentación de resultados que percibe cómo los volúmenes de ventas van mejorando en la medida en la que la subida de precios se desinfla y que prevé que la inflación vuelva “a niveles normales, de entre el 2,5% y el 3%” en este 2024, según indicó su consejero delegado Hein Schumacher. El directivo, que lleva solo unos meses al frente de la empresa, ya aseguró hace unos meses que el objetivo de la multinacional es centrarse en sus 30 mayores marcas, para apuntalar su crecimiento y sus márgenes, porque esas enseñas principales le aportan el 75% de la facturación.
Sigue la volatilidad
No todas las empresas dan por concluida la espiral inflacionista pero sí ven que va dando un respiro en un contexto donde aún hay “volatilidad”. Así lo reconoció Antoine de Saint-Affrique, consejero delegado de Danone. “Estamos en un mundo en el que la inflación se está desacelerando”, aseguró, pero no ha desaparecido.
El gigante francés de los yogures, que hace unas semanas anunció el cierre de su planta barcelonesa de Parets del Vallès, acabó 2023 con un aumento de ingresos del 7%, hasta 27.619 millones de euros. Es prácticamente la misma subida que el incremento de precios que ha reconocido, que ha sido del 7,4%. En cambio, si se mide lo que vende en volumen, este es ligeramente inferior, porque cae un 0,4%. De cara a este año, el consejero delegado de Danone reconoció a los inversores que donde prevé una normalización de los precios más rápida es en el mercado norteamericano, más que en Europa.
Que los consumidores son cada vez más sensibles a una subida continua de los precios también lo ha constatado Pepsico, sobre todo en su mercado doméstico. “Estamos viendo una pequeña desaceleración en Estados Unidos y parte es debida a los ingresos disponibles”, justificó a los inversores el consejero delegado de Pepsico, el español Ramón Laguarta. Eso se ve, por ejemplo, en que los ingresos orgánicos de la multinacional en el último trimestre de 2023 crecieron un 4,5%. En cambio, en el mismo periodo de 2022 subían más de un 14%. Pepsico no solo vende refrescos, sino que también es dueña de marcas de aperitivos como Lays o Doritos, el gazpacho Alvalle o los cereales Quaker.
En este escenario donde la capacidad de gasto se resiente y las empresas lo perciben una solución podría venir de la política monetaria de los bancos centrales. “Esperamos que, para el verano, los tipos de interés bajen y eso sea un balón de oxígeno para la renta disponible de los hogares”, indicó Laguarta.
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