Bergoglio eligió una marca que no es la rusa Sputnik. El oficialismo saca de viaje y muestra a Martín Guzmán y Gustavo Béliz. Encuentro clave en Juntos por el Cambio.
Vacunas: algunos cargan especial, otros la común
La transición tumultuosa en Estados Unidos le brinda al universo una oportunidad para rearmar la geopolítica que Donald Trump había dado vuelta. El cambio sirve para tomar posiciones renovadas frente a los conflictos que amenazan a los países. Piensen en vacunas, y miren cómo las testas coronadas -el Papa Francisco, Joe Biden, la reina Isabel- se inyectan con Pfizer en vivo y en directo. Un proselitismo que empaña el espectáculo de los aviones de Aerolíneas trayendo el remedio ruso, que pierde prestigio y parece ya un recurso de pobres.
Nadie le pone los faroles a lo que puede ser una pelea de empresas con lobistas de alto coturno, que deciden al amparo de un perjuicio: que las vacunas son una hipótesis, y que tampoco son la solución contra la ola universal de contagios. Que en el salón VIP se den con la de Pfizer tiene también aroma a guerra de marcas, o hasta de represalias subliminales. Como la que ven algunos detrás de la foto del papa Bergoglio dándose la dosis de la buena, horas antes de la algarada albertista para promulgar la ley de despenalización del aborto. En estos términos, la vacuna juega en política, y marca la diferencia entre quienes cargan especial y quienes deben resignarse a la común.
Guzmán, adelantado en el desembarco con Biden
El giro global habilita otros protagonismos. Martín Guzmán, el más global de los funcionarios, será el adelantado en las relaciones con la nueva administración demócrata en Washington. Viaja en febrero para sentarse a hablar con el FMI, y están ajustando citas con el Departamento de Estado y del Tesoro. En el peronismo le han dado históricamente una valoración alta a los contactos. Ahora le atribuyen al ministro buenas relaciones con funcionarios de la oficina de Janet Yellen, la nueva titular de Tesoro en el gabinete Biden. También señalan que Guzmán pertenece al ala papista del Gabinete, que habilita al uso del carril para relaciones privilegiadas entre el nuevo presidente y Francisco. Esto explica que el ministro viaje acompañado por Gustavo Béliz, estratégico secretario encargado de relaciones con organismos multilaterales.
Béliz también mantiene líneas privilegiadas con el Vaticano. La relación directa es con el sector del obispo Marcelo Sánchez Sorondo, no tanto con la del propio Bergoglio. El obispo argentino maneja la Pontificia Academia de Ciencias del Vaticano, y militó antes con el sector anti-Bergoglio de la corte vaticana. No son lo mismo y nunca lo fueron, pero conviven al amparo de los tiempos vaticanos, que son otros, distintos a los que manejan los débiles mortales. Biden cree tener una relación especial con el Pontífice. Comparten la fe, aunque disientan en temas como el aborto. Lo acompañó de forma permanente cuando Bergoglio visitó Estados Unidos en 2015, y estuvieron en contacto cuando murió un hijo del nuevo presidente. Biden pondera esa relación, que fue tema de la charla que mantuvo con Alberto Fernández en noviembre pasado.
Veto a biocombustibles, primera misión
Guzmán y Béliz tendrán puestos en la delantera, para la construcción de una nueva geopolítica que tiene otros condimentos. Biden no piensa lo mismo que Trump sobre Venezuela, y tiene en el Covid un recurso para replantear las relaciones con muchos países que necesitan, como la Argentina, asistencia. También propone un giro en el manejo de la economía. Con Trump termina la adhesión de la potencia capitalista más importante del mundo a consignas de nacionalismo proteccionista. Deja lugar a que países como la Argentina ensayen nuevas maneras de relacionarse con Estados Unidos. Los gobiernos de por acá siempre han adherido a la agenda de Washington en los temas importantes, como seguridad, terrorismo, derechos humanos, Medio Oriente, narcotráfico, lavado, pero han tomado distancia puntual en tácticas comerciales o de posicionamiento estratégico en la elección de amigos y adversarios simbólicos (Venezuela, Rusia).
Hay tópicos a revisar en las relaciones comerciales, como la prohibición de la exportación de biocombustible, que los dos gobiernos heredan de la era Trump-Macri. Ya con el anterior gobierno, Trump le impuso aranceles a ese producto, que hacían inviable el ingreso a ese mercado (150%). Su argumento es que acá es un producto subsidiado. Con el nuevo gobierno, Washington llegó a citar, para explicar la continuidad de los aranceles, un documento del Instituto Patria -think tank de las extravagancias de un sector del oficialismo– que defiende las retenciones a la soja, para integrar un fondo de ayuda a las pymes. La autoridad de Estados Unidos vio en este documento una prueba del intervencionismo estatal argentino.
Para cuando lleguen a Washington, ya estará habilitado algún canal más claro entre los dos gobiernos. Hasta este fin de semana la Cancillería argentina no tenía establecido ningún contacto con la nueva administración, salvo los mensajes de amigos comunes, de funcionarios locales con agentes de la familia demócrata de aquel país. Este peronismo tiene que superar el síndrome terraplanista que implica que hasta ahora el mejor amigo argentino de los Biden sea “Cototo” (José Luis Manzano, detto Chupete en algunos ambientes). La recurrencia de los mismos nombres noventistas –Béliz, Cototo, Zulemita– en la agenda cristinista del siglo XXI les hace pensar que la tierra es plana para ellos.
Prueban a Guzmán y Béliz como candidatos
La suerte de Guzmán es ahora un producto en la góndola electoral, un experimento del peronismo, al que no le sobran nombres. También lo prueban a Béliz, a quien le han prometido la conducción del Consejo Económico y Social. Esa oferta mide la confianza que le tiene Alberto Fernández al Consejo -y también a Béliz- que es tanto o más silencioso que Guzmán en su tarea de funcionario. Lo hacen figurar en la nueva versión del Gran Dilema Argentino sobre los tres misterios de la naturaleza: a dónde van a morir los pajaritos, quién se queda con la chicas más lindas y a qué se dedica Béliz. Ahora lo ponen a prueba con esas nuevas tareas y la perspectiva de ser candidato. Un desafío para este personaje, que ha acompañado a todas las administraciones del peronismo desde 1989, salvo la de Cristina de Kirchner; a quien se le reconoce el mérito de haberse enfrentado -en la superficie- con el tenebroso mundo de los espías; y que está tomando carrera desde hace 30 años para patear un penal. Todavía no llega a la pelota. Quizás sea la hora.
Guzmán y Béliz están corriendo una carrera paralela. Guzmán es agitado por el Gobierno en los territorios beneficiados en el nuevo presupuesto, con una ampliación importante de los fondos para obras públicas. Por eso se sube a cuanto avión le indica Wado de Pedro, dueño de la estrategia de construir, sobre los silencios de Guzmán, un candidato que le mejore la suerte electoral al peronismo. Esta fuerza actúa como si la calidad de sus candidatos le fuera a cambiar la suerte. El destino electoral del peronismo no depende de los nombres que pongan en las listas. Su chance está condicionada a la capacidad de mantenerse unido. Si lo logran, pueden sostener la competitividad en las urnas. Si se dividen, arriesgan todo lo que tienen, como les sucedió en las derrotas encadenadas entre 2009 y 2019.
Encuentro en la fronda: Larreta con Morales
A la oposición le corre el mismo compromiso de unidad y de no pelearse. Bajo esa luz hay que mirar el minué de encuentros y declaraciones entre dirigentes de Juntos por el Cambio. Carrió la recibe a Patricia Bullrich, que integra un ala diferente de esa fuerza y parlamenta en las mismas horas con Miguel Pichetto. La jefa de la Coalición carga, a su vez, sobre Cristian Ritondo y el sector peronista de Cambiemos, que entorna a Horacio Rodríguez Larreta, a quien presume demasiado cerca de Sergio Massa y Emilio Monzó. El esfuerzo es el de siempre: que Juntos por el Cambio no termine jugando en la interna del peronismo.
En este punto, lo más importante ocurrió, como otras tramas veraniegas, en el recoleto y boscoso Cariló. Se encontraron a solas y durante largo rato Larreta con Gerardo Morales, para ajustar las relaciones en la cúpula máxima de la coalición opositora. Fogoneó el encuentro Mario Negri, que urde para esta semana otros dos concilios. Uno, de las autoridades de la UCR, partido y bloques, con sus tres gobernadores –Morales, Rodolfo Suarez y Gustavo Valdés. Y otra, a la que se sumen los caciques de la alianza, Larreta, Carrió y Bullrich.
Estos esfuerzos para mostrarse juntos sobrenadan a las pujas internas, como la de la provincia de Buenos Aires. Aquí compiten Maxi Abad y Daniel Salvador, radicalismo ex vidalista, con Gustavo Posse. Los primeros tienen el apoyo de Carrió, que los recibió en su casa. Negri juega allí y estará el 30 en Mar del Plata para apantallar a ese grupo, en la disputa de marzo por la conducción del partido. Pichetto, por su lado, sostiene la chance de Posse. Más que entretenida esta puja, porque de ella dependen los destinos de todos.
El objetivo es mantener en 2021 la diferencia en la Cámara de Diputados, de manera que el peronismo no sume las diez bancas que necesita para lograr el quórum propio. En un balance preliminar, a la oposición le conviene poner a sus mejores dirigentes en la Provincia de candidatos a diputados -una lista con Carrió, Vidal y Pichetto, por ejemplo- y no desperdiciar energías en el Senado. Esto se dice por la expectativa que crea la disputa por las bancas de Córdoba, y la posibilidad de que Negri se anote. Le convendrá quizá seguir de diputado que sumarse al Senado.
La conexión china, camino envenenado
La construcción de la nueva geopolítica incluye la necesidad de adaptarse a otros debates en donde la administración Trump parecía dominante. Por ejemplo, las relaciones con China. El Gobierno prolonga el formato de relaciones con ese país, que viene de la anterior gestión de Cristina, y que continuó Macri. Pero China quiere más: por ejemplo, que la Argentina se sume al debate de la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU. Esta discusión se viene arrastrando desde hace años y busca renovar ese organismo, para sacarlo del túnel del tiempo: fue creado al calor de la posguerra, hace más de 70 años. Esta renovación implica licuar el derecho de veto de los cinco países fundadores, y darles sillas permanentes a países de regiones desatendidas.
Hasta ahora la Argentina se opuso a la estrategia de Brasil de asumir como miembro permanente. Para sostener esta posición, y otras, China ha invitado a que el debate se haga "contra otra metodología", según los términos de una comunicación recibida en Buenos Aires como preámbulo al debate. La Argentina, como todo país en emergencia permanente, cree depender de China y no puede generar una agenda propia, algo que sólo se permiten los países más fuertes y con geopolítica sustentable. En la última semana de enero, Alberto y Guzmán, entre otros, viajan a Chile, otro país sino-dependiente y que actúa como eslabón para el ingreso a la región del sistema telefónico chino 5G, y de la terminal del cable submarino Inter Pacífico, que Beijing quiere que pase por acá y arribe a Brasil.
Transición con maltrato, a lo Cristina-Macri
La transición geopolítica se ensaya entre tinieblas. Las trae la administración saliente de Washington, que ordenó que todos los embajadores de Trump regresasen a casa antes del miércoles 20 de enero. Eso adelantó la despedida del embajador Edward Prado. Si no lo hacía, no le pagaban el pasaje de regreso a su país. Así de violenta es la falta de colaboración de la administración saliente con la de Biden, un estilo que recuerda la rispidez con la que se hizo la de Cristina a Macri en 2015. Prado está en la lista negra del cristinismo, y llegó a ser objeto de discursos de Oscar Parrilli, en los que especuló si Prado no había integrado la llamada "mesa judicial" del macrismo, a la que el Patria le atribuye el "lawfare" contra Cristina. Felipe Solá lo invitó a tomar un café, distinción que cree merecía el ex juez de San Antonio, que fue uno de los embajadores de su país más mansos de todos los tiempos. El diálogo queda en la intimidad de los dos, pero seguramente habrán especulado sobre lo abrupto de la orden de regresar, cuando su antecesor Noah Mamet se pudo tomar el tiempo necesario para ordena su retirada, cuando Trump asumió la presidencia.
También en Washington se vende bijouterie de "lawfare"
De ese diálogo, con seguridad, surgió alguna coincidencia sobre los hijos respectivos, que los tienen más o menos de la misma edad. También sobre cuál puede ser el final de Trump después del impeachment, a que lo someterá el Congreso, si puede prolongarse después de que deje del cargo, y si el final será su inhabilitación para que siga ocupado cargos. Los dos deben haber coincidido en que los demócratas agotarán los recursos de lo que por acá llaman "lawfare" para sacarlo de la cancha. Es algo que teme Cristina, si prosperan las causas judiciales en su contra, algunas de ellas flojas, porque se basan sobre la presunción de una asociación ilícita difícil de demostrar. En otras, que parecen de menor cuantía y relacionadas con negocias de familia, puede haber una sanción menor, pero que puede conllevar alguna inhabilitación. Es explicable el énfasis con el cual embarca a todo el Gobierno en batallas judiciales que les interesan más a ella y a sus entornistas, que al conjunto del partido. Ese énfasis es el que hace peligrar, en algún momento, la unidad del peronismo, que desde 2009 se propuso despegarse del destino individual de ella y su familia. De la misma manera como había decidido en 1999 despegarse del destino judicial de Carlos Menem.
Recalculando por cambios en Washington
El cambio presidencial en Washington también acelera posicionamientos en el Gobierno. Solá festeja el resultado, por el final de su contradictor permanente en la administración Trump, Mauricio Claver-Carone. En aquella reunión que tuvo Alberto en México antes de asumir la presidencia con Eliot Abrams y Claver, Felipe se sintió ignorado por el organizador del encuentro, el empresario argentino Gustavo Cinosi, asesor político del secretario de la OEA Luis Almagro. No lo habían incluido, pero Alberto lo impuso. Por el tono de la charla, Claver diría al salir: a Solá no lo quiero ver por Washington. Ahora lo verá, porque Claver perdió, y tiene que extremar sus recursos para que el nuevo Senado de los EE.UU. no le organice una asamblea del BID para sacarlo del cargo. El gobierno de Trump lo impuso pese a los intentos de algunos países, como la Argentina, de que la elección del nuevo titular del banco se hiciera después de las elecciones. Sería difícil que el nuevo Senado, dominado por los demócratas, avalara la salida de Claver, un norteamericano, para que lo reemplace un hombre de otro país de la región. Pero su situación es delicada. Cinosi actuó junto a Almagro como fogonero de la elección de Claver, y queda identificado con Trump. Almagro recuperará, con la presidencia de Biden, sus pergaminos de hombre del Frente Amplio del Uruguay.
El amigo americano
Cinosi también tiene recursos de defensa propia. Es un personaje permanente del elenco de empresarios argentinos con intereses corporativos en todos los gobiernos. Tiene una larga trayectoria como enlace entre el Departamento de Estado ante el área presidencial de la Casa Rosada. En esa función se hizo amigo de Alberto Fernández cuando era jefe de gabinete, porque era la manera de llegar a Néstor Kirchner. Cuando Alberto se fue, hizo el acercamiento a Carlos Zannini para entornarla a Cristina. Cuando llegó Mauricio Macri, pasó una temporada en el purgatorio por su identificación K, pero logró recomponer relaciones con esa administración a través del canciller paralelo que fue Fulvio Pompeo, secretario de Asuntos Estratégicos. Al llegar Alberto, Cinosi se encargó de organizar aquella reunión de México. También montó el operativo de Claver al BID, que contaba con el recurso de que Gustavo Béliz sostuviera su candidatura. Le servía al uruguayo para hacer músculo, y estaba previsto que Béliz, cuando perdiera, fuera llamado a un alto cargo en el BID, para ampliar la base política de Almagro, quizás una vicepresidencia del banco.
Alguien explicará por qué Béliz se bajó de esa pelea y desbarató el operativo unidad. Quizás la estética de ir a una elección y aparecer derrotado no cuadraba con la imagen que le quiere dar Béliz a su biografía de funcionario. Pero en este ajedrez diplomático el que puede celebrar con razón es Solá. Otra explicación es que previeron la derrota de Trump y no le tienen confianza a la capacidad de supervivencia de Claver bajo otro cielo político. O de Cinosi, que fue el promotor del viaje de Ivanka Trump a la Argentina en setiembre del año pasado, cuando Macri –vencido en las PASO– marchaba en coche al muere. La hija de Donald, y esposa de Jared Kushner, asesor presidencial saliente, tiene ahora un proyecto político: ser candidata a senadora el año que viene por el estado de la Florida, y aprovechará la conexión Cinosi con gobiernos de la región, como México, que le pueden dar un mano. Por ejemplo, a través de empresarios que tienen negocios en los EE.UU. y que ya han sido patrocinantes de la candidatura de su papá.
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