En medio de una guerra fría que está en cada detalle, y que amenaza con seguir vaciando el gabinete nacional, los Fernández siguen sin ponerse de acuerdo en la hoja de ruta hacia el 2023 y crece las hipótesis de un desbande mayor. El discurso de Máximo, las aritméticas de Schiaretti y Capitanich y las encuestas para medir a Vizotti.
Por: Pablo Ibáñez.
Cristina Kirchner le puso un deadline a Alberto Fernández: pretende que antes del acto del 17 de noviembre en el Estadio Único de La Plata, el presidente reabra la comunicación interna y active, siquiera para dejar atrás la parálisis y el silencio, una mesa política del Frente de Todos (FdT). Es una instancia que Fernández se resiste a conceder porque entiende que el menú de una bilateral con la vice incluirá su renunciamiento a buscar la reelección.
Los Fernández esperan poco y nada uno del otro. Así como dejaron de confiarse, luego rompieron el diálogo y ahora se preparan para una disputa que, a simple vista, se presenta desigual. La novedad es que los dos se mueven sobre un territorio donde tarde o temprano romperán explícitamente su sociedad política que hoy consiste en compartir el Gobierno e intervenir en asuntos puntuales.
La matemática de Cristina para determinar costos y beneficios de seguir adentro hoy está cancelada por la existencia de Massa como ministro. En el FdT se especula que al menos dos ministros, cercanos o vinculados con la vice, aceleraron los procedimientos internos para cerrar su ciclo y que esos movimientos, que quizá solo sean cuestiones administrativas, podrían convertirse en una etapa de vaciamiento del gobierno.
“Para acordar la paz o para negociar la guerra: para lo que sea, pero van a tener que hablar”. La frase la pronuncia un funcionario que orbita a Fernández pero la validan en todas las tribus del FdT. “No podemos naturalizar que no se hablen: son la jefa política del espacio y el presidente. No es normal que no se junten”, apunta. Hay una naturalización adicional: del no diálogo se avanza, aceleradamente, hacia un escenario de disputa abierta.
Guerra fría
La guerra fría está en cada detalle. La crítica tuitera de la vice al aumento de las prepagas, decisión administrativa que firmó la ministra Carla Vizzoti, coincidió -aunque es difícil determinar qué ocurrió primero- con la exploración de la ministra de Salud como eventual candidata. Con o sin el consentimiento de Vizzoti, se mandó a medir su imagen y su potencialidad electoral. No es un tester ocasional ni único: se sistematizó la medición de figuras y funcionarios.
Es lo que un operador define como pretemporada electoral y, en criollo, significa empezar a juntar insumo y elementos para una pelea. La búsqueda de nombres candidateables, como es el caso de Vizotti, se replica en provincias y municipios. En Chaco, por ejemplo, el exgobernador Domingo Peppo, embajador en Asunción, que sonó como posible ministro de Fernández, se lanzó a una campaña intensa para enfrentar a Jorge “Coqui” Capitanich. Aunque la elección tiene su propio calendario -la general será el 17 de septiembre-, los espacios y dirigentes silvestres, como Peppo, pueden encontrar algún beneficio en una interna abierta entre los Fernández.
Por lo pronto, Capitanich -que en algún momento empezó a caminar como potencial presidencial- se retiró de ese ring y engrosó la sequía de candidatos nacionales en el peronismo. Al chaqueño le quedó un sabor amargo porque Cristina no empujó lo suficiente como para convertirlo en Jefe de Gabinete, en reemplazo de Manzur, y en su lugar empoderó a Massa, con quien tiene una relación tirante. “No hay plan”, repite el chaqueño a los dirigentes que lo visitan.
Debe tratar de garantizar la provincia donde, además de un escenario incierto con la oposición, la irrupción de Peppo se constituye en una amenaza sobre todo si decide, como desliza -anotó un partido propio-, jugar por fuera del FdT. Peppo busca el cobijo nacional porque -como bien sabe Juan Manzur que no dejará la jefatura de Gabinete si no que, como mucho, podría pedir licencia- le puede aportar paraguas, asistencia y logística. Algo más que puede ser visto como un tecnicismo pero no lo es: desde el PJ nacional, que preside Fernández, el albertismo puede autorizar boletas de legisladores nacionales para las PASO.
Deja vu
En 2017, Cristina entregó el PJ para no ir a una primaria, que ganaba con comodidad, contra Florencio Randazzo. Eduardo “Wado” De Pedro explicó, luego, que había sido una jugada táctica para saber cuánto valían, por separado, Cristina, Massa y el dispositivo que se alineó detrás del exminsitro a quien, sobre la hora, la vice le ofreció encabezar la boleta de diputados, oferta que el ahora diputado rechazó. Puede parecer un dato ocioso, excepto por el hecho de que en 2023 podría presentarse el mismo dilema: hay sectores que quieran competir en el FdT por fuera de las boletas, las que a priori serán las mayoritarias, bendecidas por la vice. ¿Habrá, por primera vez, PASO masivas en el peronismo?
Esta semana, el anuncio de Javier Milei de que no daría quórum para discutir esa ley y la premura de Juan Schiaretti por ordenar el frente cordobés y avisar que no hará un mínimo movimiento que lo deje cerca de cualquier que lleve una letra K, pareció archivar de manera definitiva la pretensión de eliminar las PASO. Al cordobesista sólo le importa Córdoba y está dispuesto, incluso, a arriesgar su imagen -que las encuestas de sus consultores ubican en 60 puntos, aunque otros sondeos hablan de algo más de 40- al presentarse como candidato a intendente de Córdoba capital. La sola insinuación de esa hipótesis refleja hasta qué punto Schiaretti ve peligrar el extraño, pero muy duradero, reinado del peronismo en la provincia mediterránea que inicio a fines de los 90 con José Manuel De la Sota.
Milei, a pesar de su rebeldía, confirma que no está dispuesto a alternar algunos protocolos de la casta: por caso, no aceptaría votar junto al kirchnerismo. Tiene, sin embargo, un argumento: tres encuestas, una del equipo de campaña de Horacio Rodríguez Larreta, otra de ARESCO y la tercera de Inteligencia Analítica, de Marcelo Escolar, presentan escenarios donde Milei contrariamente a lo que especula, en vez de perder votos entre la PASO y la general, podría sumarlos. ¿Qué debería pasar? Que Patricia Bullrich pierda en las primarias contra Larreta y el votante más extremo de la exministra, se sienta más cómodo con Milei que con Larreta.
El informe de Inteligencia Analítica, la consultora de Marcelo Escolar que en 2021 anticipó con exactitud milimétrica la derrota del FdT en la provincia de Buenos Aires, aporta otro matiz: proyecta un escenario de tercios, con Milei con chances de entrar en el balotaje, si además de Larreta por JxC, la fórmula del FdT es “blanda”, encabezada por Fernández. Es sugerente porque da a entender, esa tesis, que habría voto frentodista que migraría al libertario.
Términos y condiciones
Fernández asume que Cristina pretende que claudique en su pretensión, posible o no, de ser candidato en el 2023. “Dejen a Alberto Fernández ir por su reelección, no lo estorben”, dijo este sábado Aníbal Fernández y puso el foco en ese intríngulis del FdT: la vice reclama que el presidente se declare fuera de toda aventura electoral. Cerca de Alberto, están los que agitan la teoría del renunciamiento en favor de Sergio Massa pero eso debería ocurrir, si ocurre, más adelante.
Desde Mar del Plata, en el cierre del Congreso del PJ, Máximo Kirchner explicitó como nunca antes la demanda de que el presidente se corra del ring. “No puede volver a pasar que aquellos que se valen de construcciones colectivas y esas construcciones lo llevan a un lugar tan importante, lo lleve a una aventura personal. Para aventureros está el turismo”, dijo el diputado en el que aparece como su discurso más duro contra, aunque no lo nombró, Fernández. “Tengo la esperanza de que se den cuenta y dejen de jugar a los ofendidos y a los tristes”, agregó.
El lunes, en un almuerzo en La Plata, el diputado había planteado que el acto de Mar del Plata sería tranquilo y sin fuego amigo. Algo ocurrió. “Con Cristina se complementan”, se explicó desde La Cámpora. Eso pareció el viernes, la vice no lo mencionó y apenas recordó, al pasar, sus objeciones sobre el gobierno y 24 horas después, el diputado le dedicó el que puede registrarse como su discurso más duro.
Máximo fue el traductor de lo que pide Cristina: que Fernández desista de competir en el 2023, deje de animar cualquier aventura enfrentada al cristinismo y acepte que las decisiones estratégicas hacia adelante las tome la vice. No es un pedido nuevo pero, a menos de un año de la elección, el tiempo pasa más rápido. Fernández, casi en soledad, plantea que al margen de un renunciamiento en favor de Massa, que debería ocurrir poco antes del cierre de lista, solo la aparición de Cristina como candidata podría inhibirlo de competir.
“Si en tres meses, o cuatro, el peronismo no tiene un candidato competitivo, se va a producir un desbande”, sostiene un dirigente que dialoga con Massa y que condiciona, además, la estabilidad que logró el ministro a que aparezca un norte político en el gobierno. No son los tiempos de Massa que, en el mejor de los casos, podría hacer un movimiento en mayo o junio del año próximo si ocurriese la magia de una baja pronunciada de la inflación que, de manera adicional, convierta en competitivo al oficialismo.
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