¿Es Trump bueno para la Argentina?

¿Es Trump bueno para la Argentina?

Por: Jorge Fontevecchia. Cuando el Gobierno anuncia el inminente acuerdo con el Fondo Monetario Internacional contando con el apoyo de Trump como accionista mayoritario del FMI, y hasta se especula con eventuales apoyos adicionales del Tesoro norteamericano, más que nunca vale preguntarse si la llegada a la presidencia de Estados Unidos por segunda vez de Donald Trump es positivo, neutro o negativo para Argentina.

Pregunta que también se hacen los norteamericanos para sí mismos, los europeos, los rusos y los chinos.

Mientras Trump dice que está dispuesto a analizar un tratado de libre comercio con Argentina, le aplica aranceles a los productos de México y Canadá con los que Estados Unidos tiene tratados de libre comercio desde 1988 con Canadá y se sumó México desde 1994. Nuevamente vale preguntarse que si con los vecinos limítrofes, con quienes tiene el imperativo geográfico de tener tratados de libre comercio, después de más de tres décadas de vigencia los destruye aplicando aranceles, qué previsibilidad podría tener otro con la Argentina. Sumado a la discusión de fondo sobre la conveniencia de un tratado que en el pasado era promovido con interés por Estados Unidos y que tuvo el epílogo de su rechazo de los países sudamericanos en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata en 2005, mientras el Mercosur aún tiene pendiente desde 2019 y después de veinte años de negociaciones la aprobación final del tratado del Mercosur con la Unión Europea, con quien habría más complementaridad.

Simplificadamente, en el caso de un tratado con Europa las ventajas para Argentina serían para el agro, la energía y minería, en el caso de un tratado con Estados Unidos sería beneficioso para la minería. En ambos casos resultaría una amenaza para distintos sectores de la industria y una ventaja para aumentar las inversiones mejorando la competitividad.

Cuando en la última Conferencia Política de Acción Conservadora en Estados Unidos Trump le dijo públicamente a Milei: “estoy orgulloso de vos”, ¿fue un elogio o una degradación de figura presidencial al tratarlo como un subordinado? ¿Fue lo mismo aunque invertido que el maltrato a Zelenski, otro subordinado, pero que no comprendía su lugar en el mundo?

En términos de corto plazo la pregunta es si el apoyo financiero puntual de Trump al gobierno de Argentina genera más, menos o iguales beneficios que las turbulencias financieras generales que produce en todo el mundo con sus aranceles, el caos en el comercio internacional, la caída del precio de las commodities, la volatilidad en los mercados financieros, el riesgo de aumento de la inflación y tasas de interés, más la devaluación de las monedas de todos los países emergentes que sobrevaloriza más al peso. Lo que la revista The Economist sintetiza en su última tapa con un Donald Trump parado sobre una montaña de billetes de dólares y un bidón de nafta prendiendo fuego la economía mundial.

El nuevo orden económico de Trump transaccional y cortoplacista, se imbrinca con su nuevo orden político gangsteril e híper material (la tapa anterior de The Economist). Cuando le exige a Ucrania que compense con recursos naturales el costo de los armamentos que Estados Unidos le entregó para defenderse de la invasión rusa sintetiza ambas herramientas en una: dinero y armas a las que hace fungibles. El poderío bélico de un país resulta del ahorro de consumo de sus habitantes para destinarlo a inversión militar. Progresivamente esa inversión fue descendiendo internacionalmente pasando de 6% del PBI mundial en los años 60 al 2,5% actual.

Pero mientras Estados Unidos invierte 3,4% de su producto bruto en poderío militar, la Unión Europea solo la mitad: 1,7% (lo mismo que China). A modo de ejemplo Latinoamérica invierte en defensa solo el 1% y Argentina 0,5%. Y en el otro extremo Rusia invierte 5,9% de su PBI en poderío militar.

El jefe del gobierno de Polonia Donald Tusk, país que invierte 3,8% de su PBI en defensa, más del doble del promedio europeo, dijo: “es absurdo que 500 millones de europeos pidan a 300 millones de estadounidenses que los defiendan de 140 millones de rusos”.

Claramente los rusos están dispuestos a consumir menos que los europeos, además de que el poderío militar ruso actual también es el resultado de lo mucho menos que acataron consumir en las décadas de gobiernos soviéticos. De la misma forma que los ciudadanos chinos aceptaron consumir menos durante las últimas décadas, transformando su ahorro en inversión que retroalimentó su mayor crecimiento.

Pero lo preocupante de un orden mundial donde el balance del poderío bélico sustituya las normas internacionales que rigieron desde el fin de la Segunda Guerra Mundial prohibiendo cualquier expansionismo territorial, la causa de las dos guerras mundiales, reaviva la idea de una posible tercera, como le dijo Trump a Zelenski proyectando sobre el líder ucraniano la responsabilidad de quienes tienen la capacidad de dispararla.

Si Estados Unidos abandona la tutela militar que ejerce sobre Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, también podría generar un renacer no solo de la autonomía europea sino de su recuperación como potencia mundial. En ese caso un tratado de libre comercio con el Mercosur tendría más sentido para una Unión Europea disociada de Estados Unidos. Y queda China.

El historiador militar griego Tucídides escribió en Historia de la guerra del Peloponeso que “fue el ascenso de Atenas y el temor que esto infundió en Esparta lo que hizo inevitable la guerra”, cita que es utilizada para proyectar una futura guerra de Estados Unidos con China. Tucídides también escribió: “los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben”.

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