El dilema de JxC es qué sector marca el pulso de la relación con el gobierno. Con la unidad como valor por fuera de toda discusión, la coalición marcha a la velocidad de los combativos quienes se imponen a los moderados. La intervención de Máximo Kirchner resultó funcional a la implosión de un acuerdo endeble entre gobierno y oposición que tampoco garantizaba la aprobación del proyecto.
A las 8 de la mañana Juntos por el Cambio ensayó una asamblea dentro de la sesión. El hemiciclo se había vuelto una romería. Los diputados del frente opositor circulaban y debatían entre ellos, por momentos a los gritos. En paralelo el kirchnerista Itaí Hagman intentaba sostener, sobre el murmullo imperante, el hilo de su discurso. “Es una falta de respeto. Vayan afuera, ¡loco!”, se quejó el cristinista Rodolfo Tailhade. Iban más de 20 horas de debate sobre el Presupuesto 2022. Sergio Massa se vio obligado a intervenir para calmar los ánimos.
El jefe del bloque PRO, Cristian Ritondo, pidió la palabra y blanqueó la trama de la situación. “Tuvimos una propuesta del presidente del bloque del Frente de Todos. Hemos hablado con usted. Y estamos tratando de avanzar en lo que podamos, entendiendo el pedido del Presidente de la Nación. Estamos intentando hablar con nuestro interbloque para poder colaborar. Y para no dejar sin quórum la sesión, estamos buscando una respuesta en común. No le estamos faltando el respeto. Les pido disculpas y paciencia”, aclaró el diputado macrista.
Ritondo se refería a un llamado que había realizado Alberto Fernández minutos atrás. El presidente se comunicó con Massa y con Máximo Kirchner. Les pidió poner en pausa el proyecto, ante las enormes dificultades del oficialismo para conseguir los votos necesarios. Les sugirió que el texto volviera a la comisión de Presupuesto. La hoja de ruta que proponía el presidente desde la quinta de Olivos era ambiciosa, al borde del voluntarismo. Pretendía modificar el proyecto, haciendo concesiones a la oposición, para conseguir un dictámen consensuado el martes próximo en comisión. El miércoles llegaría la aprobación en Diputados y, la semana previa a Año Nuevo, la sanción definitiva en el Senado.
De inmediato, Massa, Máximo Kirchner, Cristian Ritondo y el radical Mario Negri se reunieron en el salón de la presidencia de la Cámara. A esa charla privada se refirió más tarde Ritondo. La contraoferta de Fernández generó una suerte de asamblea espontánea entre los 116 diputados de Juntos por el Cambio, mientras continuaba el debate en el recinto.
En ese punto Massa intentó poner orden. Pidió un cuarto intermedio de “dos minutos para que los presidentes del interbloque hagan las consultas pertinentes”. La mayoría de los 116 diputados cambiemitas se mudó al salón Delia Parodi para discutir sobre el planteo de Fernández. Los dos minutos de pausa se estiraron a una hora y media. En un interbloque astillado en diez espacios, con cuatro monobloques incluidos, en la coalición opositora abundan las diferencias, los choques de miradas y las desconfianzas cruzadas. La falta de un presidente que zanje los matices potencia los ruidos internos. Ese puesto quedó vacante tras el corrimiento de Negri, sin un reemplazo todavía designado.
Bajo el paraguas de JxC conviven dialoguistas y combativos incluso al interior de cada espacio. Entre los 50 del PRO, Ritondo y Luciano Laspina no suelen coincidir con Fernando Iglesias y Waldo Wolff. La UCR directamente se partió en dos bloques. Los 33 alineados con Negri muestran una cara un poco más amigable al Frente de Todos. Mientras los seguidores radicales de Martín Lousteau devinieron en halcones, con el objetivo de exponer la supuesta funcionalidad de Negri y el gobernador Gerardo Morales al gobierno de Fernández. El dilema del frente opositor es qué sector marca el pulso de JxC. Porque la unidad de la familia opositora es un valor que está fuera de toda discusión. Para preservar ese bien máximo, ¿la coalición tiene que marchar a la velocidad de los intransigentes o de los moderados? En la hora y media de debate interno se volvieron a evidenciar las diferencias. Igualmente se llegó a un frágil punto de acuerdo en el salón Delia Parodi. ¿Cuál? Aceptar que el Presupuesto volviera a ser tratado en comisión el martes próximo. Así, a las 9.30 se impusieron circunstancialmente las palomas de JxC. Esa posibilidad, sin embargo, no tenía ninguna garantía de éxito. El proyecto podía ser discutido en loop y seguir sin chances de ser aprobado. Sobre todo porque los cuestionamientos de la oposición eran bastante estructurales sobre la letra de la ley, tanto por parte de JxC como del Frente de Izquierda, los cuatro libertarios y los ocho representantes del interbloque Federal. La objeción principal era la inflación proyectada de 33 por ciento.
“Admiro su paciencia, presidente. Pero qué vamos a resolver acá, la convención radical de mañana”, se quejó a las 9.40 la diputada lavagnista Graciela Camaño. Se refería a la inminente votación de Gerardo Morales como presidente nacional de la UCR. Porque la interna radical entre Morales y Lousteau le agregó tensión a la discusión sobre el Presupuesto. El gobernador jujeño siguió la ronda de negociaciones parlamentarias con el corazón partido. Si bien criticaba por fantasioso al proyecto, Morales pretendía que el Gobierno tuviera una hoja de ruta convertida en ley. La sanción de un Presupuesto le suele convenir a todos los oficialismos, tanto el nacional como los provinciales.
Cuando se retomó la sesión, el rionegrino Luis Di Giácomo, aliado provincial del Frente de Todos, propuso formalmente resetear el debate y que el Presupuesto volviera a ser tratado en Comisión. El Frente de Todos asintió. Pero el clima ya era un polvorín. Cualquier chispa podía derivar en un incendio. Y las chispas llegaron.
El radical Miguez Bazze pidió la palabra para criticar con furia a Massa. Aseguró que el regreso del proyecto a Comisión se debería haber resuelto antes y, fuera de micrófono, aunque de forma muy audible, lo insultó. “Lo que me faltaba, pedazo de pelotudo este”, afirmó.
Después habló Graciela Camaño. “Estamos viendo la brutal interna de Cambiemos, viendo si son halcones o son palomas”, describió. La diputada también castigó el FdT. “La sociedad los dejó en un lugar donde tienen que acordar y bajarse del pedestal. Este proyecto está flojo de papeles y no tienen el número”, concluyó.
A su turno, el lilito Juan Manuel López aseguró casi a los gritos que “en Juntos por el Cambio hay unidad y estamos todos juntos”. El radical del sector de Lousteau, Rodrigo de Loredo, calificó al gobierno de “cobarde”. Pese a la vehemencia de los discursos, la lavagnista Camaño, el Bazze, el lilito López y el nosiglista De Loredo adelantaron que apoyarían la vuelta del Presupuesto a Comisión.
Hasta que le tocó dar su discurso a Máximo Kirchner. El jefe del bloque frentetodista reprochó a la oposición el préstamo tomado con el FMI y les recomendó que “aprendan a escuchar”. Su speech cerró así: “Ojalá hubiese pasado por este Congreso, para cuidar que en el acuerdo se respetara nuestra democracia. Quizás fue por la cobardía de no mandar el proyecto al Congreso. Presidente, votemos el proyecto por sí o por no y terminemos el show, por favor”.
Eso bastó para que Negri cruzara miradas con Ritondo y decretara, en ese instante, el final del armisticio. “Hasta recién nuestro interbloque iba a acompañar. No va a acompañar que vuelva a comisión. Nos tenemos que respetar. Diálogo es respeto al otro. El kirchnerismo nunca nos votó un presupuesto. Si quieren gobernar, dialoguen. No lo hacen cuando ganan ni cuando pierden”, concluyó Ritondo.
En paralelo, el macrista Luciano Laspina corrió hasta la banca de Alejandro “Topo” Rodríguez, presidente del interbloque Federal. Quería constatar que los ocho votos del bloque que integran lavagnistas, socialistas y cordobeses de Juan Schiaretti tampoco avalaran la propuesta de Alberto Fernández. Y así lo hicieron. Los diputados no alineados, que se sintieron ninguneados por el gobierno durante la última semana de debate, terminaron votando en línea con JxC. El resultado fue 122 a favor, contra 128 en contra y 4 abstenciones. Inmediatamente después se terminó de sepultar el Presupuesto por 131 rechazos y una abstención, contra 121 votos positivos.
Uno de los diputados que protagonizó la ruptura sintetiza así el desenlace: “Le estábamos dando el pase a comisión, cuando él empezó a hablar del FMI. Incluso habíamos convencido a los de Evolución, que era el bloque más halcón. Dialogamos hasta que él rompió. No se si lo hizo por conspiración contra Alberto o qué. No nos podemos pasar de tontos ni de puros. Somos oposición”.
La intervención de Máximo Kirchner resultó funcional a la implosión de un acuerdo endeble. Un pacto eventual que tampoco garantizaba la sanción del Presupuesto. Hasta la mañana de este viernes, Juntos por el Cambio pretendía que el Gobierno consiguiera su Presupuesto. Pero estaba dispuesto a hacerlo sin pagar ninguno de los costos en pugna. No mostrarse demasiado dócil, ni demasiado intransigente. La acusación del líder de La Cámpora sirvió para que la oposición tomara un camino menos ambiguo.
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