Con tres -casi cuatro- provincias perdidas, el PJ frente al fantasma de un 13-A negro

Con tres -casi cuatro- provincias perdidas, el PJ frente al fantasma de un 13-A negro

El mandamiento de que los resultados provinciales no deben traspolarse a la presidencial es válido, tanto como que la sumatoría de derrotas peronistas dicen algo sobre el descontento con el oficialismo.

Pablo Ibáñez

Hubo un instante, en el otoño de 2018, en el que Mauricio Macri se obnubiló con una magia electoral que le susurró Rogelio Frigerio. Al margen de reelegir como presidente, algo que el jefe del PRO juzgaba inevitable, consistía en duplicar la cantidad de provincias que gobernaba Cambiemos. El cálculo, que el marketing cambiemita bautizó 5+5, se cristalizaría en 2019, cuando el oficialismo amarillo, además de retener CABA, Buenos Aires, Mendoza, Jujuy y Corrientes -con calendario cruzado a la presidencial- se expandiría para empezar a gobernar territorios como Entre Ríos, La Pampa y, entre otros, la simbólica Santa Cruz.

No había implosionado, todavía, la crisis que el verano de ese año preconizó en una charla mano a mano con Macri, Luis “Toto” Caputo que a su regreso de EE.UU le transmitió al presidente que el mercado privado de crédito se cerraba para Argentina y solo quedaría, como atajo último y desesperado, aquello que Nicolás Dujovne militaba no hacer desde un estudio de TV: volver al FMI.

En semanas previas al acuerdo con el Fondo, y la resurrección del cavallista déficit cero, en el micromundo de la Casa Rosada, atmósfera apunada por proyecciones y oráculos, la mesa política cambiemita que operaba en el Ministerio de Interior calculaba, a mano alzada, las provincias que se pintarían de amarillo a partir del diciembre del 2019. Era una fiebre contagiosa: en La Plata, el vidalismo, estimaba que duplicaría la cantidad de municipios amarillos y hasta se permitiría renunciar a ganar, por caso, José C Paz. “Es un quilombo, mejor que se lo quede el peronismo”, decía un funcionario de Vidal.

En de Unión por la Patria (UP) se obstinan, como si refutaran lecturas del Tarot, en minimizar las derrotas que el peronismo acumula en las provincias. Pero están ahí: las derrotas ocurrieron

No ocurrió: el peronismo, fragmentado hasta mediados de mayo (cuando se anunció la fórmula Fernández-Fernández), retuvo cada uno de los territorios que puso en disputa y consiguió, como plus, ganar Santa Fe de la mano de Omar Perotti, tras doce años de gobiernos socialistas. Además del cambio de color en esa provincia clave, confirmó la tendencia de competitividad del peronismo que para el 16 de junio, día que votaron los santafesinos, había retenido La Pampa, San Juan, Chubut y Entre Ríos. La ola amarilla no había siguiera empezado y la ola azul anticipaba la paliza del Frente de Todos al binomio Macri-Pichetto, por 17 puntos, una cifra que nadie vio venir.

Traspolar

El mandamiento que afirma que los resultados de las elecciones provinciales no deben traducirse como augurios de las elecciones nacionales tenía, por entonces, portavoces fervientes en el ecosistema macrista. Lo mismo se escucha, ahora, en el comando de campaña de Unión por la Patria (UP) donde se obstinan, como si refutaran lecturas del Tarot, en minimizar las derrotas que el peronismo acumula en las provincias. Pero están ahí, ocurrieron. Con Chubut, suman tres: antes perdió San Juan y San Luis, y solo por cautela estadística corresponde decir que Santa Fe no está resuelta a pesar de que JxC obtuvo en las primarias 35 puntos más que el peronismo. En el caso de Chaco, donde los márgenes son más ajustados, puede dejarse el casillero en veremos.

Sobre Chubut valen, en particular, algunas observaciones. Juan Pablo Luque, el candidato perdidoso del PJ, compitió contra el karma de la mala gestión de Mariano Arcioni, a quien combatió en su campaña, y una distancia premeditada con la oferta nacional de Unión por la Patria (UP). Ni Sergio Massa ni Cristina Kirchner, aunque le hicieron la oferta, formaron parte del proselitismo de Luque, quien entendió que eso suponía más costos que beneficios. “No hay un afiche de Massa”, contó un dirigente. Tras la derrota, alguien podría tentarse con decir que si hubiese nacionalizado un poco más, quizá lograba descontar los 5 mil votos por los que perdió. Contra fáctico. Enfrente, “Nacho” Torres, el ganador, subió a su principal mecenas, Horacio Rodríguez Larreta, y a Patricia Bullrich al escenario pero en la previa tampoco consintió la presencia de los presidenciales de JxC en Chubut para evitar que le intoxiquen la campaña.

¿Las derrotas peronistas en cinco provincias propias -tres definitivas, una casi, la quinta en suspenso- no deben interpretarse como el prólogo de lo que puede ocurrir en las PASO del 13-A? En 2019, antes de las primarias del 11 de agosto en la que María Eugenia Vidal perdió por casi 20 puntos con Axel Kicillof, Cambiemos había retenido sin riegos Jujuy y Mendoza. Por entonces, la novedad era otra: las victorias cómodas de los peronismos, sumado al triunfo en Santa Fe. Era una ola azul, que por la regla de no leer lo provincial como augurio nacional, Macri no vio venir y lo pasó por arriba.

Hay, por supuesto, varios factores que relativizan la linealidad. Uno indica que la memoria sobre el cuatrienio macrista está fresco, razón por la que emergió, y sigue competitivo, Javier Milei. En UP suelen decir que la elección está abierta “solo porque La Libertad Avanza”, sino el partido -la disputa electoral- estaría perdido. Dos: en provincias donde triunfó JxC se registró un fenómeno particular, que no estuvo presente en 2019: la oposición armó frentes de frentes, como en Santa Fe, San Luis y San Luis -también en Córdoba y quedó a 3 puntos-, polarizó y ganó. Tres: de 17 elecciones provinciales, en seis perdió el oficialismo, salvo el MPN en Neuquén, cinco fueron oficialismos peronistas. Suena, todavía, el elemento de que los oficialismos salen mal parados de la pandemia. Cuatro: salvo Santa Fe, donde atropelló aun ganando, JxC no estuvo por encima de sus propios límites. En el PJ entienden que aunque perdiendo, el peronismo mantuvo pisos altos y, sobre todo, la oposición no fue aplastante.

“Margen de error, empate técnico”, diagnostican. En menos de dos semanas, la noche del 13 de agosto, se verificará si la secuencia de derrotas fueron anomalías locales, islotes de un archipiélago inconexo, o capítulos de una novela negra para el peronismo.

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