Vilma Baragiola festejó la victoria en las urnas y el cumpleaños de su hija. El comité fue una fiesta. Acción Marplatense ni se acercó a saludar.
–Es temprano para apreciaciones, dijo. Las palabras sonaban pálidas.
A treinta cuadras de ahí, Vilma Baragiola pasaba apurada con el auto por enfrente del comité y tocaba bocina. Dos o tres golpecitos al centro de volante con el puño cerrado. Un día antes sus compañeros le sugirieron que no fuera temprano para que no se pusiera nerviosa. Además, para que sumara efecto en los medios, que hablaran los otros primeros: ella al final con los brazos en alto.
A las 19 llegaron los primeros militantes con bolsas de papelitos. Todos tan sonrientes. Ya estaban Victoria Vuoto y Jesús Porrúa. Fernando Rizzi y Carlos Katz. Betty Vázquez y Oscar Pagni. También Leopoldo Moreau, que a esa hora se animaba a decir que la elección de Vilma Baragiola iba a ser la más importante del radicalismo a nivel provincial. Todavía no había cifras, solamente comentarios en voz baja y planillas subrayadas con resaltador amarillo: estamos un 35% arriba, en la escuela ganamos en todas las mesas, Ferro está quieto, ganamos por 60 votos, estamos un 32% arriba, la rompimos boludo mirá esto. Las puertas del comité abiertas de par en par, gente fumando adentro y afuera. Abrazos y palmadas por todas partes. En las paredes, las únicas fotos en color eran las de Vilma. Yrigoyen, Alfonsín, Roig y Alem, inmutables en los pósters de siempre.
–¿Cómo es la contraseña de wifi?
–vienevilma2015
Maximilano Abad se paró atrás del micrófono y lanzó las primeras cifras a las 19.49. Anunció que Vilma picaba en punta con el 32,84%, después Arroyo con el 16,47%, después Ferro con el 15,89%, después Azcona con el 15,82%. Para ese momento el comité estaba casi lleno, hasta se veían algunas boinas blancas.
Vilma seguía las novedades por radio y televisión desde la casa de un familiar. Y por teléfono: llamaba al comité cada cinco minutos para preguntar por las cifras, por la gente, por los compañeros de lista. Se había levantado muy temprano, fue a votar poco antes de las once y ya no se bajó del auto hasta después de las tres de la tarde, recorrió escuelas, charló con fiscales. “Vilma trabajó mucho. Fuimos pocos trabajando como locos. Estos 200 que ahora ves acá vinieron a disfrutar los frutos de nuestro esfuerzo”, dijo alguien por ahí como refunfuñando. Para las 20.30 la sala estaba completa, volaban papelitos y de fondo se escuchaba un bombo que acompañaba los cánticos. Hubo varios.
El hit fue:
Olé olé, olé olé olá
yo tengo huevos sigo siendo radical
También sonaron
Volveremo’, volveremo’
volveremos otra vez
volveremo’ a ser gobierno
como en el ochentaitrés
y
Oooooh, cada vez son menos
qué vergüenza
ser de Ferro
Volvió a hablar Abad, estallaron los aplausos, más cifras, la misma tendencia, esa vez quedaba en claro que era irreversible. Apareció un grupo de Franja Morada, familias completas y mucho abuelo contento, todos pidiendo un minuto de silencio para Pulti que está muerto. Atrás del atril había un banner, atrás del banner una oficina iluminada con tubos fluorescentes, un dispenser de agua, un plato con facturas marchitas y una integrante de la lista, esperanzada, tecleando la calculadora del celular.
Pulti y Ferro hablaron a las 21, cuatro o cinco miraban el televisor en el comité haciendo morisquetas. Tomá gil, perdiste, decía una mujer un tanto eufórica. Otra vez el minuto de silencio, otra vez yo tengo huevos sigo siendo radical.
Vilma apareció media hora después, campera gris, saco blanco, jean y sandalias negras. Entró por una puerta del costado y se escabulló en una sala donde estaban todos sus compañeros de lista. Afuera, su hija Luna con diez amiguitos la esperaban para felicitarla. Dos festejos, dos números: Luna cumplía sus quince, Vilma le ganaba por trece puntos al segundo. La abrazó, le dio un beso y salió a enfrentar al público.
– Muchas gracias. Dijo y se le rompió la voz.
Habló sobre el equilibrio en el Concejo deliberante, la necesidad de generar una ciudad capaz de producir y donde se pueda vivir tranquilo. También recordó los 30 años desde el inicio de la democracia. Al-fon-sín, Al-fon-sín, coreó la gente. Agradeció el trabajo de Socialistas, Gen, Libres del Sur y de los que llegaron desde peronismo. Eso y nada más. Al rato, Carlos Cheppi, Daniel Rodríguez y demás integrantes del Frente para la Victoria llegaron con una torta que decía Felicitaciones Vilma. La habían encargado un día antes. También pasaron Carlos Arroyo y Cristian Azcona. Para el final, el comité completo le cantó el feliz cumpleaños a Luna.
El búnker de Acción Marplatense, a esa hora, estaba vacío y desarmado. No quedaban ni los lcd. En la vereda, charlaban dos muchachos de remera azul, blanca y roja.
– Perdimos mal boludo.
– Ni me hables.
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