Ya tratan como enfermedad la obsesión por un hombre

Ya tratan como enfermedad la obsesión por un hombre
Es considerada una patología y por primera vez un hospital ofrece talleres para superarla. Clarín compartió un día con las pacientes que luchan por romper “los amores tóxicos” que les impiden vivir.

Sobre la mesa hay facturas y un mate caliente que pasa de mano en mano. Alrededor están ellas, con el peso de su forma tóxica de amar a cuestas. Hay una chica que ha llegado a pasar noches enteras despierta, llamando a su novio una y otra vez, durante siete, ocho horas seguidas. Hay otra que ha llegado a pasar días investigando fotos de amigos de su pareja en Facebook –cientos, miles de fotos– convencida de que en la maraña de desconocidos iba a encontrarlo con otra mujer. Pasa el mate caliente, pasan las historias. Lo que queda son mujeres que están cansadas de quedar atrapadas en relaciones escandalosas y dolorosas y que ahora quieren aprender a amar en paz.

Es lunes, el frío entumece las manos y en el Hospital Tornú comienza otro encuentro de “Mujeres que aman demasiado”, un nuevo taller de reflexión gratuito que desde su sitio web las invita así: “ ¿En qué momento nuestro gran deseo de amar se convierte en obsesión?, ¿por qué creemos que las personas buenas y sin problemas son aburridas?, ¿por qué cuesta tanto terminar con alguien que nos hace mal?, ¿por qué tenemos tanto miedo de ser abandonadas?, ¿por qué nos sentimos vacías sin él aunque estar a su lado sea un tormento?

”.

Amar demasiado, en este caso, no significa amar bien ni profundamente: significa amar de una forma tóxica, atravesada por la necesidad de control y de la presencia del otro. “Suelen estar pendientes del celular esperando su mensaje o postergar sus vidas para estar en Facebook esperando el famoso ‘visto’: verificando si leyó o no lo que le mandó. En casos más extremos pueden aparecer de sorpresa en el trabajo de sus parejas para controlar con quién está y también rodear a las amigos o los familiares, a cualquiera que le dé el dato que necesita”, describe Melina Pugliese, consultora psicológica y coordinadora del taller. “Lo importante –agrega Ana Tévez, su coequiper– no es cuántos mensajes mande sino qué me pasa a mí cuando los mil mensajes no tienen respuesta: lo que puedo llegar a hacer para saber dónde está o lo que maquino a raíz de ese silencio”.

¿Qué hay detrás de esa forma de amar? “La mayoría viene de historias de familias disfuncionales. Me refiero a algo que no funcionó bien: un padre ausente, una madre depresiva, un padre adicto, problemas de comunicación, de violencia. Lo que faltó fue alguien que cuidara de esa nena. Así, fue creciendo sin identidad o con un vacío grande. Esa nena es la que hoy reclama ser amada, pero compulsivamente”, explica Pugliese.

En esta red, no hay edad, estado civil ni género. Hay mujeres que pasan años cumpliendo el rol de amantes de alguien que tiene una familia “legal”, y como no pueden cortar con el círculo de falsas promesas, nunca logran formar su familia. Otras pueden perseguir hasta a sus propios maridos: Susana Freydoz –la mujer que estuvo casada casi 40 años con el ex gobernador de Río Negro–, se escondía detrás de los árboles para vigilarlo. Terminó matándolo.

“El problema es que, ‘con tal de que no me dejes’, van corriendo el margen de tolerancia. Primero dejo de hacer mis cosas pero cuando empiezo a no tener respuesta comienzo a tolerar más: basureos, malos tratos, golpes. Y eso a veces termina en las historias dramáticas que conocemos, como mujeres quemadas, hombres asesinados”, dice Pugliese. “La autora del libro ‘ Mujeres que aman ... lo explica bien: éste es un baile que se baila de a dos. Yo me aprendí estos pasos y voy a buscar a alguien que encaje con ellos. Es decir, si yo necesito ser necesitada voy a buscar a alguien que me necesite: el más complicado, el psicópata, el adicto, al depresivo, al que nadie entiende. Todo esto va a reforzar este rol: nadie te comprende pero yo sí, yo sí te voy a ayudar, yo sí te voy a aguantar, yo sí te voy a salvar”, agrega Tévez.

En algunos casos el “darse cuenta” es difícil: estas relaciones suelen ser novelescas y escandalosas, incluso en el sexo, donde los encuentros son explosivos: “Para muchas el sexo es tan bueno que no importa el resto. Y eso es parte de correr el margen del tolerancia. Hasta que logran hacer el click y entender que el amor va mucho más allá de los estímulos físicos y de las sensaciones”, dice Tévez.

En el taller reflexionan sobre qué es y qué no es amor. Y cuestionan los mitos con los que crecemos: desde los dibujitos en los que las princesas lloran por amor y las novelas en las que se mata por amor hasta las canciones que insisten con el “sin vos no soy nadie”. “El mensaje es ‘cuanto más sufro más te amo’, el sufrimiento es la medida del amor”, señala Pugliese. Y como lo que necesitan es reconstruir su identidad trabajan en cosas simples, como qué me gusta y qué no, qué cosas toleré y qué ya no quiero tolerar. Romper este círculo es evitar historias que terminan en violencia pero también otras, las de todos los días, la de esas personas tristes que se quedan al lado de alguien que no las ama. Que pagan un precio demasiado alto por eso que confunden con amor.

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