Amigos de las víctimas dijeron que en la embarcación había entre 10 y 15 bidones de nafta de cinco litros cada uno. Dicen algunos testigos que la explosión iluminó la noche y los cuerpos volaron a más de 50 metros de distancia.
Una tragedia náutica ocurrió el domingo en el límite fluvial entre los departamentos entrerrianos de Diamante y Victoria, cuando la barcaza “La Espléndida” que transportaba animales bovinos, se hundió y Ernesto Gerdau, de 65 años, perdió la vida al no lograr salir a la superficie.
Como si esto fuera poco, lo más grave ocurrió el día posterior, cuando fueron a rescatar la embarcación hundida y una explosión se cobró la vida de dos hijos hombre que había fallecido anteriormente, junto a otras tres que habían ido a ayudarlos en el rescate.
Ayer, amigos de las víctimas dijeron que la explosión se habría producido debido al calor que se expandió desde la chapa de la barcaza hacia un depósito de esa misma nave, donde habría entre 10 y 15 bidones de nafta de cinco litros cada uno.
“Las barcazas salen a buscar hacienda a las islas y llevan combustible para asegurarse el viaje”, sostuvo Mario Juárez, un periodista y veterinario que conoce la cultura isleña.
En los velatorios trascendieron detalles del tremendo episodio. Dicen algunos testigos que la explosión iluminó la noche y los cuerpos volaron a más de 50 metros de distancia, según explicaron fuentes de la investigación al diario La Nación.
Personal de la Prefectura Naval con asiento en Victoria acudió a rescatar los cuerpos y buscar a dos personas desaparecidas que luego fueron halladas sin vida durante la madrugada.
“La familia Gerdau es una de las que encontraron una posibilidad de sustento haciendo transporte de hacienda a cuenta de ganaderos de la zona”, cuentan en la zona.
“Es una familia de trabajadores. Primero fueron pescadores, luego compraron una lancha y se hicieron acopiadores de pescado. Recorrían todos los riachos para comprar la producción a pescadores artesanales. Iban con su lancha cargada de hielo para acopiar la producción que luego vendían a los frigoríficos”, cuenta Juárez.
Según el testimonio de Juárez, que además es veterinario de profesión y conoce buena parte de esos recodos donde se asienta la producción ganadera entrerriana, la familia Gerdau pudo avanzar económicamente gracias a la inversión del trabajo que no sabía de descansos, de fines de semana, de jornadas crudas, de veranos ni inviernos.
“Lograron comprar una barcaza que fue con la que tuvo el accidente don Emilio”, lamenta Juárez. “Es una familia muy querida por todos en Victoria”, reafirma.
Uno de los fallecidos, Gregorio Otegui, se dedicaba a la explotación apícola también en la zona de islas, donde es posible hacer miel orgánica debido a que la zona todavía no fue afectada por los agroquímicos que demanda en suelo firme la soja.
“Goyo Otegui, como era conocido, también era muy querido en el pueblo. Tenía 49 años y era el mayor de esos amigos que fueron a rescatar, en medio del dolor, la barcaza de los Gerdau.”
Victoria llora la pérdida de siete hombres de trabajo. Don Emilio, que tenía 65 años; Goyo Otegui, 49, y otros eran hombres que apenas superaban los 30 años.
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