En la agrupación de Máximo Kirchner aceptan errores del pasado pero afirman que un sector de la alianza los crítica sin fundamentos. Mensajes subterráneos en el inicio de la reorganización partidaria
Por Joaquín Múgica Díaz
“La foto de la mesa del Congreso del PJ no es una foto del copamiento de La Cámpora. La Comisión de Acción Política que se armará en el partido será igual. Una mesa variopinta. El nuevo deporte nacional es tirarnos a nosotros. Muchas veces en forma infundada. Somos un espacio político que parece duro pero no lo es”.
Un importante dirigente camporista resumió en esa frase la sensación actual de la organización que conduce Máximo Kirchner, que fue duramente criticada en el último congreso del PJ Nacional, acusada de dejar afuera de las decisiones importantes y las listas legislativas a la mayor parte del peronismo. La mesa de la que habla tenía representantes del PJ Bonaerense, los gobernadores, los sindicatos y el kirchnerismo. Y los cuestionamientos llegan en un momento donde la dirigencia justicialista exige un debate profundo y autocrítico en forma horizontal.
En varios sectores del peronismo apuntan contra el camporismo por sus modales, sus exigencias, sus formas en la gestión del poder y su estilo de negociación en el territorio. No los quieren y les desconfían. Quizás el comienzo de ese distanciamiento haya nacido en el segundo gobierno de Cristina Kirchner, cuando la agrupación se desperdigó por los distintos resortes del Estado y acumuló poder a toda velocidad, para terminar influyendo en forma determinante en los destinos de la gestión.
El último viernes, en el congreso partidario, los que hablaron apuntaron directamente contra La Cámpora, aunque prefirieron no nombrarla. El intendente de Esteban Echeverría, Fernando Gray; el senador provincial Sergio Berni y el ex gobernador de San Luis Alberto Rodríguez Saá, tuvieron un punto de coincidencia en sus expresiones: la definición de unos pocos dirigentes sobre el futuro del peronismo. La mesa chica donde el hijo de la ex vicepresidenta tiene una fuerte influencia.
Gray, enfrentando con Kirchner desde hace un puñado de años por la conducción del PJ Bonaerense, dijo que en la última elección “perdió una cúpula de dirigentes cerrada y mezquina”, mientras que Berni, que tiene una relación sinuosa con el camporismo, habló de la “mezquindad de la rosca entre tres y cuatro”. Ambos pidieron elecciones urgentes y con la presencia de todos los sectores, con el fin de desarmar la cúpula de decisiones. La abolición de la lapicera frente a la derrota del pasado reciente.
“¿Se puso solo Berni en las listas? ¿O quién lo puso? ¿Quién hizo la campaña de Agustina Propato en Zárate? Es raro”, reflexionó un peso pesado de la agrupación, en referencia a la candidatura del ex ministro de seguridad bonaerense como senador provincial y de su pareja a intendenta de la localidad bonaerense.
Uno de los que suele criticarlos cada vez con más frecuencia es el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, que se encolumnó detrás de Axel Kicillof, en una batalla política que todos aceptan y tratan de esconder, lo más que se pueda, debajo de la alfombra. En la orga, como le dicen los militantes y dirigentes, cuestionan al jefe comunal por haber partido el bloque de concejales en Lanús, donde gobierna el camporista Julián Álvarez.
Ferraresi les factura el desgaste a la gestión del Gobernador, la presión para que sea candidato a presidente, la imposición -vía CFK- de un puñado de intendentes en el Gabinete, el internismo y los cierres de listas de la tercera sección electoral. Una foto partida que divide dos formas de hacer política en la provincia y que mantiene la interna viva como un volcán en erupción.
“¿Qué legislador quiere poner en una lista un intendente que rompe un bloque de concejales a una semana de asumir un colega suyo? Es más fácil blanquear que quería un lugar en el Gobierno y no lo tuvo”, explicaron en La Cámpora. En Avellaneda dicen que nunca los convocaron a formar parte del armado gubernamental tal como se había acordado. “No hubo ni construcción colectiva, ni participación de todos”, indicaron. Los pases de factura no se terminan nunca.
En el caso de Gray, en la agrupación ultra K aseguran que nunca se metieron en su territorio. Advierten que la discusión va por otro carril, que tiene que ver con la asunción de Máximo Kirchner como presidente del PJ Bonaerense, mandato que el intendente bonaerense impugnó y denunció por considerar que estaba viciado de irregularidades.
La mesa del Congreso del PJ donde aparecen representados todos los sectores del peronismo (Maximiliano Luna)
A la salida del congreso del PJ, en diálogo con Infobae, la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, parte de la mesa chica de La Cámpora, se refirió al tema. “Máximo no fue un presidente que se impuso. Tuvo el respaldo de la mayoría de los intendentes de la provincia”, señaló. Y agregó un mensaje con destino hacia el corazón del peronismo. “Hay que resignificar la frase ‘la unidad hasta que duela’. Tiene que haber unidad para que no le duela a la gente. Pero tiene que ser una unidad coherente”, sostuvo.
Al intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, también le apuntan y lo tienen en la mira, porque saben que las críticas hacia ellos salen como misiles de la localidad más poblada del conurbano. “Lo apoyamos en la interna con el Movimiento Evita. Fue el único intendente al que Cristina recibió en las PASO. No sé cuál hubiese sido la historia si jugábamos al revés. Hay críticas infundadas”, sentenció una voz propia con peso en el esquema camporista y que conoce al detalle los acuerdos subterráneos de la política electoral bonaerense.
En el camporismo aceptan errores del pasado pero creen que están demonizados por demás y que en los años electorales han mostrado flexibilidad para construir acuerdos con sectores que los criticaban duramente. Entre los recuerdos aparece la elección legislativa del 2017, cuando el grupo de intendentes denominado Esmeralda, liderado por el entonces jefe comunal de Lomas de Zamora Martín Insaurralde, llegó a un acuerdo con el kirchnerismo duro para confluir en un espacio que llevó, sorpresivamente, a Cristina Kirchner como candidata a senadora nacional.
También recuerdan la búsqueda de consenso con Alberto Fernández y Sergio Massa en el 2019, cuando se formó la coalición peronista que le ganó a Mauricio Macri, luego de que ambos los habían criticado enfáticamente durante largos años. “Nos dijeron barbaridades y después pudimos acordar”, explicaron en el corazón de la organización. El pasado no se borra, pero se reescribe con omisiones necesarias para cimentar un consenso amplio. De eso se trató el último experimento fallido llamado Frente de Todos.
Máximo Kirchner junto a Juan Grabois y "Paco" Manrique en la marcha del 24 de marzo
Lo cierto es que el camporismo se ganó múltiples enemigos internos por su conducción política en las terminales estatales que gestionaron y por el armado de listas, donde muchos dirigentes del peronismo tradicional quedaron marginados. Incluso, hay una enorme cantidad de dirigentes que los responsabilizan por la crisis política que sufrió Alberto Fernández, cuando el ex ministro del Interior Eduardo “Wado” de Pedro presentó su renuncia después de la derrota electoral en las elecciones del 2021. En el camporismo reconocen que hubo jugadas políticas desmedidas y peligrosas. Tarde pero lo asumen.
En La Cámpora dicen que la marcha del 24 de marzo sirvió como ejemplo de la voluntad del espacio político de “tender puentes”, ya que hubo varios dirigentes de otras terminales peronistas que acompañaron una caminata que desde hace años lleva la marca de la agrupación. Que no están cerrados, como les endilgan, y que hablan con todos. Quieren dar una señal de apertura en una etapa donde la discusión es horizontal. Solo los hechos demostrarán si las palabras no se diluyen en el tiempo.
A lo largo de la caminata por Avenida Libertador del último domingo estuvieron los dirigentes sociales Juan Grabois, Natalia Zaracho y Leonardo Grosso; Cecilia Moreau, del Frente Renovador; Carlos Castagneto, del kirchnerismo histórico; Hugo Yasky (CTA), Daniel “Tano” Catalano (ATE) y “Paco” Manrique (Smata), del sindicalismo; y los intendentes Gustavo “Tano” Menéndez (Merlo), Federico Achaval (Pilar) y Mariel Fernández (Moreno).
Hay sectores de Unión por la Patria (UP) que confluyen, sin problemas ni resquemores, con el armado ultra K, como también hay terminales del peronismo del interior que miran de reojo a Máximo Kirchner y su agrupación. Es una convivencia compleja donde, en ambas partes, aceptan que habrá choques de intereses de cara al armado electoral del 2025. La discusión sobre la renovación de los liderazgos y la agenda de políticas públicas modificará el mapa peronista a nivel federal. Pero para eso aún falta recorrer un largo camino.
El intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, llamó a armar un nuevo espacio peronista para apoyar la candidatura de Axel Kicillof en el 2027
En el camporismo aceptan que hay rispideces con varios intendentes, pero que no sucede lo mismo con los gobernadores. “Nunca nos metimos en sus territorios”, afirman. En cambio, la provincia de Buenos Aires es un mapa donde la agrupación disputa poder con los dientes apretados. Allí se concentra el núcleo político más consistente y el mayor respaldo electoral. No es casualidad que en la organización saquen a relucir las 12 intendencias conseguidas en la última elección. Lo sienten como un premio popular que los legitima.
La jefa del kirchnerismo bajó un mensaje claro en los últimos meses. Planteó, en público y en privado, la necesidad de generar acuerdos parlamentarios con la oposición dialoguista, que permitan reconstituir el financiamiento de las provincias, luego del ajuste de Javier Milei. Esa es la misión que está obligado a seguir Máximo Kirchner y que, en el ámbito de la Cámara de Diputados, tiene el deber de ejecutar Germán Martínez. Nuevos acuerdos que muestren la capacidad del peronismo para construir mayorías y no quedar como opositores irracionales.
Una definición de un histórico dirigente K, muy cercano al hijo de la ex vicepresidenta, quizás sirva para explicar los motivos por los que el camporismo sigue siendo un actor fuerte en la negociación de listas legislativas y lugares dentro del organigrama del Estado: “No hay kirchnerismo sin Cristina. Y no se puede pensar a Cristina sin Máximo y La Cámpora”.
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