“Lo único que quiero es que no sea Saralegui”, repitió Carlos Arroyocuando distintos operadores lo fueron a ver para hablar de las autoridades del Concejo Deliberante. El intendente está cansado de los constantes desplantes de su exsocio político Guillermo Sáenz Saralegui, a quien eligió como presidente del cuerpo legislativo el 10 de diciembre de 2015 cuando llegó al poder tras vencer a Gustavo Pulti.
Desde ese entonces, Saralegui se mantuvo al frente del HCD y todo indica que completará el mandato junto al jefe comunal el 10 de diciembre de 2019, lo cual significa un nuevo cachetazo político para el intendente.
Sáenz Saralegui, uno de los fundadores de la Agrupación Atlántica, comenzó a cuestionar al jefe comunal cuando éste no le dio participación en el nombramiento de cargos en el gabinete. El presidente del Concejo sentía que su trayectoria junto a Arroyo lo habilitaban a opinar sobre quiénes debían integrar el gabinete cuando ganaron las elecciones. En aquel entonces, el jefe comunal se apoyó en otros dirigentes. Por un lado, Emiliano Giri, que había sido su jefe de campaña. Por otro, el radicalismo, especialmente el sector liderado por Vilma Baragiola, a quien Arroyo había derrotado en las Paso.
Desde entonces hasta hoy, a veces con más protagonismo y otras con más cautela, Sáenz Saralegui se volvió el principal exponente de lo que se conoce como “fuego amigo”. En cada entrevista, recordaba que el intendente ya no lo recibía, le apuntaba a su entorno, remarcaba sus errores, aunque, al final, siempre recordaba que eran viejos amigos.
La presidencia de Saralegui no se caracteriza por su rol protagónico. Por el contrario, el HCD le trae más de un dolor de cabeza al Ejecutivo. Para la oposición eso supone una ventaja y fue el principal motivo por el cual siempre optaron por mantenerlo al frente. “Es preferible que siga Saralegui a poner alguien que pueda hacer más daño”, repetían los distintas bancadas opositoras.
En rigor, en cada inicio de sesiones ordinarias, su continuidad al frente del cuerpo siempre se ponía en discusión en los pasillos del Concejo. Pero para el arroyismo implicaba cederle el mando a otro sector o ingresar en una puja que tenía costos demasiado altos para los beneficios que podía suponer.
Sin embargo, este 2019 hubo condimentos que hicieron distinta la trama. Primero, Sáenz Saralegui dejó de amagar y rompió definitivamente con Arroyo. Después, hubo negociaciones que llevaron al arroyismo a tener otro candidato para ocupar la presidencia. Otra vez por fallas propias e intereses políticos, el jefe comunal sufrió un duro revés en el Concejo.
Cuando comenzó a hablarse del tema, el radicalismo fijó posición rápidamente y planteó la continuidad de Sáenz Saralegui. Es que además de romper con Arroyo, el presidente del cuerpo hizo dos anuncios. Uno, que se sumaría a las filas del exsenador kirchnerista, Miguel Pichetto. Dos, que en el plano local apoyaría a Vilma Baragiola en las próximas elecciones.
Arroyo apenas esbozó la idea de impulsar a Patricia Leniz como presidenta del cuerpo. Esa decisión, implicaba una movida: debía abandonar su puesto en la secretaría de Desarrollo Social, reasumir su banca como concejal para luego ser elegida como presidenta. “Si me juntan los votos, asumo”, planteó la actual funcionaria. Las negociaciones políticas jamás fueron la principal virtud del arroyismo y si a eso se le suma que Guillermo Arroyo estaba de vacaciones, la tareas de dialogar con los distintos bloques para avanzar con el plan Leniz parecía imposible.
Con todas esas trabas, Sáenz Saralegui exudaba confianza. “No pasa nada, sigo yo”, le decía a cada uno que le preguntaba si sería reelecto en la presidencia del cuerpo.
En ese contexto y con poco margen de tiempo, surgió un nuevo candidato: Alejandro Carrancio. El concejal que responde al senador Lucas Fiorini trabaja desde hace tiempo para convertirse en la referencia del vidalismo en Mar del Plata. Y en ese marco, habló con Guillermo Montenegro para tener su apoyo.
El hombre de Vidal en Mar del Plata convenció a Guillermo Volponi y a Angélica González de que lo acompañaran. Además, llamó a Fernanda Raverta y le pidió que el bloque de Unidad Ciudadana vote a Carrancio. La diputada nacional le prometió acompañar al candidato que impulse Arroyo. Y esa fue la postura que repitieron en los días previos los ediles del kirchnerismo.
Con esa información, Guillermo Arroyo advirtió que podía sumar los votos para desbancar a Sáenz Saralegui de la presidencia del cuerpo. Carrancio está lejos de ser un arroyista puro, pero en los últimos tiempos, ante la falta de interlocutores válidos en el oficialismo, asumió un rol importante a la hora de conseguir acuerdos entre el oficialismo y la oposición y, fundamentalmente, entre las distintas variantes de Cambiemos.
El acuerdo parecía avanzar, pero el día previo a la apertura de sesiones el arroyismo tiró buena parte de esos avances por la borda. En la reunión de labor deliberativa, los presidentes de todos los bloques debían exponer sus preferencias de cara a la sesión del día siguiente. Así fue que el radicalismo propuso la continuidad de Saralegui y Marcelo Carrara, que había ido en reemplazo de Guillermo Arroyo, titubeó.
-Dale, ustedes tienen que resolver a quién van a proponer- le exigieron el resto de los jefes de bloque.
-Bueno, apoyamos la continuidad de las actuales autoridades – lanzó el edil.
Por malicia o inocencia, Carrara tiró por la borda buena parte de lo que había planificado un amplio sector de Cambiemos. Luego intentó desdecirse y plantear que en realidad se iba a terminar de definir el viernes. Pero ya era tarde. La oposición se quedó con ese primer compromiso.
Lo que se vivió el viernes fue un bochorno. La sesión, convocada para las 11, comenzó pasadas las 15. Todo se demoró por la falta de definiciones para determinar al presidente del cuerpo legislativo. Cuando Guillermo Arroyo planteó que iba a proponer a Carrancio, la UCR y otros sectores de la oposición le recordaron los dichos de Carrara el día anterior.
Con ese enfrentamiento en alza, el jefe de la bancada de Unidad Ciudadana Daniel Rodríguez le pidió a Guillermo Arroyo que para destrabar el conflicto propongan a un nuevo candidato. Allí, volvió a escalar el nombre de Leniz.
En ese punto, Sáenz Saralegui vio comprometido su futuro y bajó al despacho de Arroyo para pedirle explicaciones. El intendente no lo recibió. Pero hubo un problema técnico: la sesión había comenzado y se había pasado a un cuarto intermedio. Por lo tanto, Leniz no había reasumido su banca de concejal y, lógicamente, no podía ser considerada para presidir el cuerpo.
En uno de esos parates, Baragiola se retiró del recinto a los gritos. “Se acaba de sellar el acuerdo Cambiemos – Unidad Ciudadana para imponer al presidente”, bramó. Ese acuerdo, finalmente, no se cristalizó. “Nosotros queríamos respetar el acuerdo de apoyar al candidato de Arroyo. Pero no queríamos meternos en la interna Vilma-Montenegro, por eso le pedimos que propongan una tercera opción. Como el arroyismo no pudo hacer eso, resolvimos abstenernos”, confió una fuente de UC.
Pese a saber que no tenía los votos, Guillermo Arroyo se sentó en el recinto y propuso a Carrancio como presidente. El concejal de Crear sumó 7 votos (cuatro del arroyismo, Pro, CC y el suyo). ¿Cuál fue el motivo por el cual el arroyismo se expuso a visiblizar una nueva derrota política? “Queríamos demostrar que, salvo la UCR, todo Cambiemos votó al mismo candidato”, dijeron fuentes del oficialismo.
Ese objetivo se consiguió. Pero la contracara de mostrar la sed de poder del radicalismo fue exhibir a un intendente cuyo peso político no le alcanzó para imponer al presidente del Concejo Deliberante.
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