A fin de cuentas hubo cierta lógica en las presentaciones de listas de cara a las PASO. Juntos por el Cambio tendrá su interna, el justicialismo postergará la suya hasta noviembre, la derecha muestra alguna atomización y la izquierda jugó inteligentemente sus exiguas posibilidades. Probablemente sea en el capítulo de los nombres y los apellidos en donde residan las principales sorpresas, pero esto no deja de ser una anécdota.
En Córdoba, las PASO serán las internas de una interna mucho mayor que se zanjará en las generales previstas para noviembre. Hay poderosas fuerzas subyacentes a este proceso que sugieren que así será. Detrás de las listas que acaban de oficializarse se esconde algo más que simples candidatos, una suerte de torneo de pulseadas concomitantes pero con resultados diferidos.
Podría decirse que, a fin de cuentas, hubo cierta lógica en las presentaciones realizadas ante la justicia electoral el sábado pasado. Juntos por el Cambio tendrá su interna, el justicialismo postergará la suya hasta noviembre, la derecha muestra alguna atomización y la izquierda jugó inteligentemente sus exiguas posibilidades. Probablemente sea en el capítulo de los nombres y los apellidos en donde residan las principales sorpresas, pero esto no deja de ser una anécdota.
Comencemos por el peronismo. El sello oficial, en manos de Juan Schiaretti, cumplió con lo que había adelantado hace ya tiempo: Alejandra Vigo encabezando el tramo al Senado y Natalia de la Sota el de Diputados. Es un tique previsible, orientado al electorado que el gobernador considera razonablemente cautivo y en el que confía para la obtención del segundo lugar en las legislativas de noviembre.
La novedad, en este punto, provino del Frente de Todos que, deliberadamente, peronizó su oferta electoral en detrimento de las versiones más kirchneristas de la franquicia. Así, Carlos Caserio intentará renovar su banca en la cámara alta, mientras que Martín Gill -funcionario de Alberto Fernández e intendente en uso de licencia de Villa María- competirá por una banca de diputado en compañía de, nada menos, Olga Riutort. Siete años atrás, estos nombres podrían haber sido aceptados sin mayores reparos por parte del oficialismo provincial.
Este duelo entre justicialistas refleja tanto las dificultades del peronismo cordobés para articular un discurso nacional eficiente como los problemas del Frente de Todos para insertar su imaginario progresista en la provincia. De alguna manera Caserio supo arreglárselas para generar una oferta descafeinada de un Frente de Todos que provoca rechazo en el distrito. En este punto no parece que el largo brazo de Cristina haya podido influir decisivamente en el armado local, lo cual habla positivamente de la influencia del actual senador, uno de los pocos que milita abiertamente en ese limbo que es el albertismo político.
Es claro que, entre la lista de Hacemos por Córdoba y la del Frente de Todos se dirimirá quien es el macho alfa entre los peronistas mediterráneos. En ambos casos es casi un combate de un único asalto, toda vez que será una u otra fuerza la que se llevará el senador por la minoría. Esto cobra relevancia al advertirse que, en 2003, Schiaretti no podrá postularse a un nuevo período, con lo cual se abrirá un interesante proceso de renovación que -no debe descartarse- probablemente incluya a quienes hoy se encuentran fuera de su férula personal.
Por el lado de JpC las cosas también resultaron bastante predecibles, aunque con matices. Entre las imaginables debe listarse la presentación de varias listas internas, que es un reflejo de la mutación que ha vivido la coalición tras el declive de Mauricio Macri. Sus integrantes se encuentran en la búsqueda de los liderazgos internos que terminen de dar forma al artificio con el que intentarán hacerse del Centro Cívico hacia 2023 y sin que algún procónsul de Buenos Aires termine imponiéndoles sus propios candidatos, tal como sucediese en las últimas elecciones.
También es una forma civilizada de decidir que hacer con Luis Juez, quizá el principal factor de perturbación dentro de la entente. Recientemente el exembajador en Ecuador pasó de ser el favorito del expresidente a ser declarado prescindible, en lo que probablemente sea el detalle más llamativo de lo sucedido durante la oficialización de candidatos. La defección de su inicial valedor determinó la ruptura del eje Juez – Gustavo Santos, que había sido presentado como la quintaescencia de la identidad macrista y, consecuentemente, el origen de realineamientos de última hora.
Estas alteraciones determinaron la conformación de listas mucho más mixturadas de lo que inicialmente podría haberse supuesto. Así, detrás del binomio Juez – Rodrigo de Loredo se alinean macristas de renombre (Laura Rodríguez Machado y Héctor Baldassi entre ellos), mientras que Negri aparece ahora en sintonía con su antiguo correligionario Santos, aparentemente indultado por la UCR en las últimas 72 horas. Detrás de ellos también se encuentran reputados dirigentes del PRO y nada menos que Ramón Mestre, presidente del radicalismo y, quizá, el principal ganador de la jornada. Una curiosidad extra: Mestre y De Loredo enfrentaron a Negri y Juez como candidatos a gobernador e intendente respectivamente en 2019, una muestra de la insoportable levedad de las convicciones intestinas.
Sin embargo, amén de estas rarezas y más allá de su condición de favorito para septiembre, debe hacerse notar que JpC continúa sin enamorar a las manifestaciones más ideológicas de la centro derecha cordobesa. En este sentido, no puede obviarse que dos manifestaciones de esta tendencia, La Libertad Avanza y el Partido Demócrata, han presentado sus propios candidatos, este último, nada menos que a Roque Fernández, exministro de economía de Carlos Saul Menem. Aunque el pronóstico para ambas expresiones tal vez no sea favorable, es indudable que a muchos dirigentes liberales no termina de convencer la excesiva cautela con la que radicales y macristas se mueven en el discurso político y que, por tal razón, no vacilan en intentar disputarles sus electores.
La izquierda, finalmente, ha dado muestras de que los disensos sectarios ceden cuando debe enfrentarse al umbral de los votos que determina si una fuerza pasa o no pasa a la instancia de las elecciones generales. De esta manera habrá internas entre en el Movimiento Socialista de los Trabajadores, el Partido Obrero y el Partido de los Trabajadores Socialistas coaligado con la izquierda socialista, bajo el sello del Frente de Izquierda.
Esta es una alternativa inteligente dentro de un distrito que no se caracteriza, al menos en los últimos tiempos, por favorecer las opciones revolucionarias. Las fuerzas integrantes de este Frente entienden que haber concurrido en soledad a las PASO hubiera significado, seguramente, quedarse en el camino. Esta es una posibilidad que ciertamente les cabe a otras manifestaciones de izquierda que han decidido enfrentar por sí solas el desafío electoral, tales como el Nuevo MAS, el Espacio de Acción Colectiva y el siempre huraño Partido Humanista, los tres con pronóstico reservado.
Comentá la nota