La disputa de las PASO de Juntos (ya sin el Cambio) en la provincia de Buenos Aires es un túnel de viento perfecto para probar la reconfiguración del mapa político argentino tras el big bang de 2002, dando por concluida la etapa donde el vector organizador era peronismo-radicalismo.
Por Jorge Fontevecchia
Siempre hubo un elemento aglutinador que ordenó los dos campos de la política con posibilidades de ser mayoritarios, pero con las épocas fueron cambiando los significantes que determinan aquello que producirá cohesión y repulsión a sus integrantes.
Facundo Manes con Joaquín de la Torre y Emilio Monzó: un radical con los peronistas del PRO
Borges sostenía que “la Argentina sería otro país (mejor) si su libro nacional fuera el Facundo de Sarmiento en vez del Martín Fierro de Hernández”, y si el país hubiera optado por denunciar los efectos pavorosos de las emociones plebeyas en vez de celebrarlas.
El vértice racionalidad e irracionalidad representado en el nacimiento de nuestro país por civilización o barbarie fue mutando y durante la última mitad del siglo XX se expresó en peronismo-antiperonismo. Categorías que sirvieron para todo al punto de aceptarse en el fútbol la metonimia: Diego Maradona representa al peronismo y Leonel Messi a la socialdemocracia.
Pero el peronismo como anomalía del sistema político logró absorber en su seno a todos: derecha e izquierda, conservadores y progresistas, adueñándose casi por completo del carácter popular con el que el radicalismo se convirtió en un partido de masas, y llevó a ironizar a Perón diciendo “peronistas son todos”.
El peronismo podía ser neoliberal con Carlos Menen y lo opuesto con Néstor y Cristina Kirchner y, peor aún, dependiendo la épocas, el kirchnerismo podía ser en Santa Cruz pro Cavallo y “neoliberal” y lo contrario en la administración nacional.
La explosión del 2002 y la insignificantización del radicalismo en las elecciones de 2003 (2% de los votos) hizo presuponer a Néstor Kirchner que con la transversalidad (un radical vice de Cristina Kirchner) el sistema político se reorganizaría sobre la base de dos coaliciones: una de derecha y otra de izquierda donde hubiera peronistas en ambas.
Y lo que las PASO de Juntos en la provincia de Buenos Aires entre Facundo Manes por el radicalismo y Diego Santilli por el PRO vino a confirmar, ambos con (ex) peronistas entre sus espadas principales: Joaquín de la Torre y Monzó en el caso del radical, y el propio Santilli en el caso del PRO, al que se suman en el lanzamiento de su candidatura Miguel Ángel Pichetto y Patricia Bullrich, fue el acierto del pronóstico sobre que habrá peronistas de los dos lados. La categoría ya no es peronismo-antiperonismo y el ejemplo paradigmático es Horacio Rodríguez Larreta funcionario del peronismo en los 90 y parte de la campaña de Palito Ortega a la presidencia en 1999.
Pero que haya peronistas en ambas coaliciones no confirma, como creía Néstor Kirchner, que la amalgama fuera ideológica –donde el cemento de una coalición esté en ser de derecha y en la otra en ser de izquierda– sino en una categoría estética simplificada alrededor de los significantes populismo y antipopulismo.
Quien intuitivamente percibió que las categorías fundantes eran estéticas fue la diputada lavagnista Graciela Camaño, al decir en 2018 que estaba cansada de “los prolijitos” refiriéndose a los de Cambiemos, algunos de los cuales podrían estar a la izquierda de su propio pensamiento, pero se diferenciaban de su campo político por formas más atildadas.
Estética no es vestimenta sino el habitus en definición del sociólogo francés contemporáneo, Pierre Bourdieu: costumbres y prácticas que se van arraigando y constituyen una manera de ver e interpretar el mundo y la “realidad”. Formas como resultado de la interiorización de la estructura social que producen pensamientos y reacciones.
El habitus se aprende a través del cuerpo, son “disposiciones durables y trasferibles” que generan “estructuras estructurantes” y determinan la conducta de los agentes. Esquemas engendrados en la historia de los individuos en forma de experiencias primitivas que siguen actuando en el presente.
Santilli y el propio Larreta vienen del peronismo, junto a los ex compañeros Pichetto y Bullrich
Que los procesos de diferenciación sean estéticos permite pensar que podrá haber una síntesis hegeliana que sea superadora del peronismo-anti peronismo. El “gorilismo” (derecha) es solo una parte del antipopulismo, pero no la única, también el socialismo y el progresismo (izquierda) son antipopulistas. Que el divisor de aguas pase a ser una categoría más amplia, puede facilitar a futuro coincidencias ideológicas y la convergencia en políticas de Estado.
Los dos reportajes largos de este sábado en PERFIL: Loris Zanatta y Ernesto Semán tienen como objeto de estudio del populismo en el primero y el antipopulismo en el segundo a partir de los libros recientemente publicados por cada uno. Uno desde Italia y otro desde Noruega, con sus perspectivas, nos ayudan a entendernos mejor.
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