La suspensión de las PASO generó un efecto dominó sobre los dos principales conductores de la política nacional no oficialistas. El presidente del PRO –aliado de La Libertad Avanza— batalla contra la ola violeta mientras sus dirigentes analizan como abandonar el partido sin traicionarlo. Fernández de Kirchner emprende la novela bonaerense en torno del desdoblamiento.
Por: María Cafferata.
El miércoles a la tarde, cuando la Cámara de Diputados votó la suspensión de las PASO, las dos grandes peleas internas de la era Milei entraron en tiempo de descuento. Para Mauricio Macri, que lucha para contener las fugas hacia las Fuerzas del Cielo, fue, como grafica un exdirigente macrista, el Pacto de Múnich. “Nosotros los dejamos entrar a Checoslovaquia, ahora es cuestión de que no nos hagan mierda”, ironiza, conocedor de cómo termina la historia: la Alemania nazi invade Polonia, a pesar de los Acuerdos, y estalla la Segunda Guerra Mundial.
En el ala acuerdista del PRO están convencidos de que el ocaso de Macri es solo cuestión de tiempo: La Libertad Avanza arrasará con lo que queda del partido amarillo y la única manera de sobrevivir es cerrando un acuerdo amplio que evite el uso y descarte de Karina Milei. La expulsión y humillación de Ramiro Marra fue, en ese sentido, un llamado de advertencia para todos, libertarios y futuros libertarios. Por eso, si bien coinciden en que la convergencia con LLA es inevitable, no se apuran: es cuestión de subirse a la ola en el momento justo.
La otra gran protagonista es Cristina Fernández de Kirchner, cuya relación personal con Axel Kicillof parece inevitablemente rota, pero igual deberá sentarse a diagramar el armado electoral de la Provincia de Buenos Aires. Están a la espera: falta que el Senado le de sanción definitiva a la suspensión de las PASO. Una vez que ocurra, el gobernador bonaerense desdoblará las elecciones locales y comenzará, entonces, la danza de negociaciones por las listas que tienen un solo trasfondo: la disputa por el liderazgo de cara a 2027.
Romper sin ser traidor
A Macri el agua se le escurre entre los dedos. Organiza “mesas de trabajo”, prepara recaudaciones de fondos para relanzar el PRO —pretende lanzar una en marzo—, reúne dirigentes sub-40 que puedan darle una nueva imagen al partido y contiene a los que puede contener. Todo para dilatar la decisión final.
Macri no se anima a rechazar de lleno la posibilidad de un acuerdo electoral con Milei porque teme que la decisión implosione el partido. Pero tampoco observa, al igual que su primo Jorge Macri, que haya mucho espacio para negociar con LLA. “Nosotros ya hicimos lo que teníamos que hacer, son ellos los que tienen que mover ahora”, insisten los pocos dirigentes que todavía le responden directamente.
Pero la espera, cuestionan sus detractores internos, es contraproducente. Mientras más posterga la decisión, más lo liman Santiago Caputo y Karina Milei. “Cada día que pasa Macri pierde un gramo de poder. Él creyó que iba a poder negociar el último día antes del cierre de listas poniendo un chumbo sobre la mesa y se equivocó”, analiza un dirigente bullrichista que trabaja para vaciarle el bloque en la Cámara de Diputados. Patricia Bullrich ya comenzó con la Legislatura porteña, rompiendo el bloque PRO y llevando a tres legisladores a sumarse a la bancada que preside Pilar Ramírez. El objetivo, si no hay acuerdo electoral, es hacer lo mismo con el Congreso Nacional.
Diego Santilli, al llegar a una cumbre del PRO NA
Puertas adentro, quienes todavía forman parte de la estructura del PRO presionan para cerrar una alianza. Hay algunos, como Diego Santilli, Guillermo Montenegro o Néstor Grindetti, que solo están esperando el momento justo para repetir los pasos del intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, y hacer el pase a LLA. Los tres, incluso, ya fueron seducidos para ocupar cargos en el Ejecutivo, pero demoran la decisión, a la espera de que Karina cumpla con una serie de condiciones.
Muchos aguardan, además, la decisión de Cristian Ritondo, uno de los pocos hombres fuertes que le quedan a Macri y cuya partida sería la señal de largada para el éxodo amarillo. Ritondo maneja, junto a Santilli y Alejandro Finocchiaro, gran parte de los intendentes y jefes territoriales bonaerenses del PRO: negociar con ellos es quedarse con sus armados territoriales en PBA, un escenario más bien esquivo para los Milei. Ritondo se reunirá el 17 de febrero con algunos de los referentes bonaerenses para sondear los ánimos políticos, pero, según pudo saber elDiarioAR, no son pocos los que ya se preparan para hacer el pase a LLA.
Cristian Ritondo y Mauricio Macri, en el relanzamiento del PRO, el 1 de agosto de 2024
“Yo no soy un traidor, no me voy a ir primero como Valenzuela, pero tampoco puedo ser el boludo que se aviva al final. No es lo mismo traicionar que reaccionar ante una pelea. Nosotros necesitamos un motivo, un casus belli (motivo de guerra, en latín)”, explica un dirigente de peso en PBA.
Es una cuestión de timing y, además, de correlación de fuerzas. Ya sea con Macri o sin Macri, la dirigencia PRO reconoce que cuenta con mayor poder de negociación si el acuerdo es general. Son lugares en las listas, son cargos y son, además, responsabilidades. Santilli quiere encabezar la lista de diputados nacionales para PBA y, dado el pulgar para abajo que Karina le dio a José Luis Espert, tiene chances. Ritondo quiere lugares para los suyos, así como también coquetea con la posibilidad de ser el jefe de un futuro interbloque de unidad LLA-PRO.
Pero para lograrlo, insisten, hay que negociar como un conjunto, no es soledad. Ninguno le confía a Karina, a quien ya han visto despachar con saña a decenas de libertarios de pura cepa. Un dirigente lo grafica con un mensaje que le llegó de Ramiro Marra, poco después de que lo expulsaran del partido que ayudó a conformar: “Ojo que el próximo podes ser vos. Karina va por todos”.
La novela bonaerense
Cristina Fernández de Kirchner, a diferencia de Macri, no arrastra una crisis de identidad opositora. Su liderazgo no es cuestionado desde afuera por una fuerza que pretende reemplazarla sino desde adentro. Es Kicillof y el “kicillofismo”, esa corriente de dirigentes enemistados con el Instituto Patria —pese a que muchos, como el “Cuervo” Larroque o Jorge Ferraresi, cantaban “Cristina presidenta” hace poco más de un año— que lo instan a diferenciarse y emprender un camino independentista. Un camino independentista que reclama, ahora, el desdoblamiento de las elecciones bonaerenses.
Cristina Fernández de Kirchner saluda desde el balcón del Instituto Patria EFE
Kicillof todavía no tomó la decisión. Esperará a que el Senado termine de suspender las PASO y ahí definirá, aunque en su entorno anticipan que desdoblará. Es una discusión de supervivencia política —los intendentes temen que, de nacionalizar la elección, Milei termine arrasando con los concejos deliberantes y la Legislatura bonaerense—, pero también de lapicera: en La Plata temen que los dejen afuera del cierre de listas, una vez más.
CFK siempre se opuso a esa estrategia. Considera que hay que organizar a la oposición a nivel nacional para enfrentar a Milei. Pero la suspensión de las PASO, que en la Cámara de Diputados fue acompañada por muchos sectores del peronismo, aceleró los tiempos. En el Instituto Patria saben que, de no haber PASO, Kicillof tendrá vía libre para desdoblar y se abrirá, así, un escenario inédito que habrá que resolver si se quiere evitar la ruptura. Y Cristina, según sostienen quienes se reúnen con ella, no quiere romper.
Si Kicillof desdobla, habrá dos campañas distintas: una local y una nacional. “Hay que sentarse en la mesa con expectativas razonables”, advierte un dirigente que responde a Sergio Massa, tercera pata de la sociedad peronista que gusta de ubicarse de mediador entre CFK y Kicillof. En los últimos días propuso, por ejemplo, una salida a la encerrona del desdoblamiento: desdoblar, sí, pero dejar las elecciones bonaerenses para noviembre, después de las generales. Así se evitaría el adelantamiento, que no quiere CFK, pero el gobernador tendría igual su plebiscito de gestión sobre el que posicionarse para 2027.
La clave está, insisten los moderados de las tres patas, en bajar los decibeles. “Acá a nadie le conviene perder. Si Axel quiere ser presidente de la Nación no puede perder. En PBA tenemos 40 puntos para dividirnos, no 80. No hay que ser boludos porque las negras juegan”, sella, intentando ser salomónico, un dirigente camporista.
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