Tras el coqueteo con Cristina Kirchner, el presidente de la Cámara de Diputados se mostró cerca de Alberto Fernández. Además dio de baja el congreso de su partido, para evitar un operativo clamor prematuro. El tigrense, entre el riesgo de ser una herramienta de desgaste al presidente y la tentación del 2023.
Al final de una semana cargada de guiños, reunionismo y cálculo, Sergio Massa optó por esperar. El tigrense dilató su salto. Históricamente acusado por sus adversarios de ventajero y poco confiable, esta vez eligió el camino más conservador. Massa está empeñado en demostrar que maduró. Y algo más: que, a punto de cumplir 50 años, tras haber empezado a militar en la Ucedé de San Martín y haber pasado al peronismo a los 21 años, es el accionista del Frente de Todos más aplomado. El que tiene mayor conciencia respecto a que el festival de internas se encuentra a un paso de llevarse puesto a todos. Tanto al cristinismo, como al proto-albertismo, a los líberos y a él mismo.
Massa dio de baja el Congreso del Frente Renovador. Lo tenía agendado para el 23 y 24 de abril en Mar del Plata. En su espacio lo habían promocionado como una mezcla de retiro espiritual, ultimátum al resto de los actores frentetodistas y lanzamiento de la candidatura presidencial del jefe. Eran demasiadas expectativas, con un enorme riesgo adherido. ¿Cuál? Incomodar a los socios del oficialismo y dejar de crecer las encuestas que el presidente de la Cámara de Diputados monitorea con obsesión.
En abril, la imagen positiva de Massa subió en 20 provincias en comparación con los meses anteriores. Salvo en Río Negro, San Luis, Entre Ríos y Neuquén, en el resto del país aumentaron las acciones del tigrense. En paralelo, otra encuesta mostró que el 55% de la sociedad quiere sostener la unidad del Frente de Todos. De los que votaron al oficialismo en 2019, el 80% desea que la coalición no se rompa. Y hasta los sectores blandos de la oposición pretenden lo mismo.
La conclusión dentro de su escudería es que la moderación lo hace crecer. Desde ese diagnóstico, el objetivo del diputado es profundizar ese perfil que los massistas bautizaron pragmatismo eficiente. Massa continuará haciendo equilibrio sobre un campo minado. Como si fuera un hijo culposo de padres separados, en la última semana alternó encuentros entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández. Y en especial buscó acercarse al Presidente, tras el despliegue de guiños y sonrisas que le dedicó la vicepresidenta el sábado pasado, en el acto por los 40 años de la guerra de Malvinas. A Massa la política se le volvió un arte de la compensación.
Institucionalizar el FDT
Su propuesta para salir del pantano es institucionalizar mesas con representantes de cada facción. En breve se aplicará ese método con la provincia de Buenos Aires, con un embajador de los intendentes incluido.
El viernes, Massa desayunó a solas con el Presidente en la quinta de Olivos. Después se subieron al helicóptero presidencial y volaron hasta plaza de Mayo. Del despacho presidencial caminaron hasta el Museo del Bicentenario. Compartieron anuncio y difundieron la foto de la pax alberto-massista. El gesto de complicidad con el Presidente no abarca a Martín Guzmán. Massa coincide con Máximo Kirchner en sus críticas al ministro de Economía. Pero, a diferencia del camporismo, no convirtió los cuestionamientos a Guzmán en un hobby público y cotidiano. Todavía no, al menos.
En las reuniones con su tropa, repite que el año para ir por la presencia es el 2027. Pero a la vez sabe que la fractura que existe en el frente podría derivar en un atajo: volverlo el candidato de la unidad, dentro de una familia ensamblada y disfuncional.
“El riesgo es que el cristinismo sólo lo esté usando para horadar a Alberto, y que después lo dejen pedaleando en el aire”, admite un diputado de su tribu. “Deberíamos salir ya mismo a marcar la cancha, porque si hasta noviembre no lo hicimos ya va a ser tarde”, analiza.
Un dirigente de La Cámpora admite la afinidad táctica con Massa, mientras aprovecha para enumerar los múltiples defectos que percibe sobre el Presidente. El camporista, sin embargo, niega que el ex intendente de Tigre vaya a ser el elegido por su fuerza para competir con un Alberto Fernández al que ya le soltaron la mano.
“Él me va a decir que es prematuro, porque siempre es bastante cauto con las declaraciones. Pero creo que Sergio puede ocupar tranquilamente la presidencia en el 2023. Dió muestras de estar a la altura, de ser un estadista, de poder manejar conflictos importantes y, sin embargo, tener diálogo con todos los sectores”, afirma la diputada nacional Jimena López ante elDiarioAr.
Consultada sobre la posibilidad de que haya una PASO entre Massa y el Presidente, la diputada nacida en Necochea admite que “tenemos que darnos la posibilidad de empezar a pensar en una interna. Los partidos políticos tenemos que empezar a tener esa vida democrática”. Leal a Massa desde hace una década, López opina sobre el tabú del coqueteo electoral entre su jefe y Cristina Kirchner: “Eso hay que dejarlo madurar. También va a ser una definición de Sergio. Pero obviamente queremos a Massa de presidente. Nunca lo hemos ocultado”.
El líder del Frente Renovador no alimenta ese operativo clamor por parte de sus dirigidos. Por eso prefirió patear para más adelante el Congreso de su partido. Pero, frente a un escenario tan abierto y explosivo, tampoco descarta la hipótesis de dar un paso al frente.
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