Conviven a premeditada distancia y evitan cruzarse. El jefe de la AFA negocia. El expresidente, de romance con la FIFA. El conductor, al margen de la rosca.
Por: Agustín Colombo.
Solo hay algo que comparten Claudio “Chiqui” Tapia, Mauricio Macri y Marcelo Tinelli durante sus estadías en Doha: el sufrimiento y la esperanza que genera la Selección que dirige Lionel Scaloni. Todo eso. Apenas eso. Los tres viven la vorágine mundialista en distintos planos, pero con una premisa que desde la concentración del plantel en la Universidad de Qatar no dudan en admitir: el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) no quiere ninguna reunión ni ningún encuentro con el expresidente de la Argentina y de Boca, ni con el extitular de San Lorenzo.
Es lógico por la rivalidad acumulada en los últimos años y por las guerras silenciosas y públicas que los enfrentaron, pero mucho más lógico si a eso se le agrega la dosis de cábala futbolera que siempre domina vestuarios y alrededores, sobre todo luego de algunas campañas malintencionadas iniciadas a partir de la derrota contra Arabia Saudita en el debut.
“Ninguno quiere juntarse”, es la frase que llega desde el pequeño país árabe sobre la premeditada distancia que mantienen Tapia y Macri en estos más de diez días que llevan en Qatar.
Macri, presidente de la Fundación FIFA, tiene vía libre para acceder a estadios, planificar reuniones y concurrir a diferentes eventos vinculados al gran show y negocio de la pelota. Cuenta con el apoyo explícito del titular de la FIFA, Gianni Infantino, al que le adelantó –antes del Mundial– que si vuelve a la Casa Rosada intentará concretar lo que no pudo durante su “primer tiempo”: el aterrizaje de las sociedades anónimas deportivas, lo que también implica un reseteo de la actual gestión de la AFA.
Luna de miel qatarí
La relación de Infantino y Macri, sellada y consolidada en el G20 de Buenos Aires 2018, acumula varios capítulos con los rascacielos qataríes de fondo. En diciembre de 2019, después de perder las elecciones presidenciales ante Alberto Fernández, uno de los primeros consuelos que recibió Macri llegó de Zurich: Infantino, atento a la realidad política de un país que es clave para la FIFA, lo invitó a ver la final del Mundial de Clubes entre Liverpool y Flamengo en Doha. Hay quienes aseguran que ahí se diseñó su nombramiento en la Fundación FIFA, que llegaría meses después.
Aquel diciembre turbulento, Infantino sabía a dónde lo estaba invitando: el emir de Qatar, sheikh Tamim Bin Hamad Al Thani, es uno de los tantos amigos personales que Macri cosechó en sus años de gestión política. De hecho, durante su estadía en Balcarce 50, el exalcalde porteño incidió para que Qatar Airlines se convirtiera en el sponsor principal de Boca. Hoy, la camiseta xeneize no tiene publicidad, una de las principales críticas que sostiene la oposición azul y oro (y también varios sectores del oficialismo).
Macri tiene amigos que a Tapia no le conviene enfrentar. Lo saben ambos. La relación con Infantino no podría explicarse sin el presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, definido como “un puente” entre ellos. Con Domínguez, Tapia viene reconstruyendo una relación que se había roto en 2019, cuando la AFA envió una carta pública acusando al organismo de fútbol sudamericano de corrupción. La herida empezó a sanar el año pasado, tras la obtención de la Copa América en el Maracaná.
Con la Scaloneta de racha, la gestión de Tapia se trazó como objetivo desplegar la “marca” de la Selección en la región árabe. Así como la AFA realizó un plan para expandirse en China, quieren hacer lo mismo en esa parte del mundo. El devenir del equipo de Scaloni y Lionel Messi determinará parte de esa estrategia comercial. Macri podría ser de utilidad para tal fin, pero Tapia sabe que Macri nunca lo quiso ni lo querrá al frente de la AFA. Solo entender o dimensionar su enemistad política explica que no se crucen en palcos oficiales o reuniones organizativas en un país del tamaño de media provincia de Tucumán.
Hincha sí, dirigente no
Corrido por completo de la escena dirigencial que soñó liderar durante varios años, sin relación ni con Tapia ni con las otras personas que organizan la estadía de la Selección, Tinelli viajó a Qatar como tantas otras figuras del empresariado a quienes la oscilante cotización del dólar no les mueve el amperímetro de sus economías. Junto a Lorenzo –su hijo menor–, su primo Luciano “el Tirri” Giugno, Hernán de Laurente, sus productores históricos Federico Hoppe y Chato Prada, Luciano Mauro y su dentista Santiago Braverman, el conductor televisivo se exhibe en redes sociales en su rol de padre, amigo y fanático de la Selección. Lejos quedó aquel plan –consensuado en la Quinta de Olivos– para esmerilar a Tapia en la Inspección General de Justicia (IGJ) y tomar las riendas de la AFA, una embestida que poco tiempo después se le vino en contra.
Insultado en San Lorenzo tras su renuncia, desacreditado en la cofradía de la dirigencia y derrotado en esa puja que mantuvo con Tapia desde primer momento, Tinelli se resigna a ver a Chiqui en algunas escenas que él anhelaba en reuniones no tan privadas: compartir con Messi y compañía algo más que las marcas de ropa. Vivir la fiebre mundialista desde adentro. Ese sentimiento de pertenencia que genera la Selección, que incluye a todo un país, pero que solo unas pocas personas lo pueden vivir casi a la par del plantel. Algo que Tapia muestra en sus redes, en contraposición con las imágenes que Tinelli les regala a sus millones de followers en Instagram o Twitter.
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