Arte urbano. Lo pintó Alfredo Segatori y se inauguró ayer con un festival del que participaron miles de personas.
Por Silvia Gómez
Rostros de vecinos, de amigos, de colegas, de trabajadores. Cuando Alfredo Segatori comienza a agitar sus aerosoles, las paredes pierden su gris uniforme para transformarse en una paleta de colores radiantes, llenas de caras de gente común. Lo hizo en las paredes de Barracas, en donde realizó el mural más grande del país pintado por una sola persona. Y lo volvió a hacer ayer, cuando en Palermo –en Libertador y Bullrich, a metros del Hipódromo de Palermo– dejó inaugurados cinco murales en homenaje al turf y al tango.
Amigos y trabajadores del Hipódromo, fanáticos del turf, caballos y jockeys, bailarines de tango, músicos y un sonriente Carlos Gardel forman parte de este homenaje que quedó inaugurado ayer, cuando se llevó a cabo una de las carreras más importantes del año, el Gran Premio Selección; en este caso, la edición número 123.
Segatori contó a Clarín el proceso de su trabajo: “Pinto solo con aerosoles. En este caso las paredes estaban muy deterioradas, así que hubo que trabajar mucho para cubrirlas. Me gustan las temáticas populares y lo disfruté”, contó. Estuvo un mes pintando debajo de los puentes y gestionando intensamente ante el gobierno porteño que colocaran unas canaletas que impidieran que el agua de las lluvias escurriera sobre sus murales. Lo consiguió a medias.
Miles de personas pasaron ayer frente a sus murales. Algunos quedaron impactados por la definición de los trazos, otros aprovecharon para hacer selfies. Y a metros de allí, en el Hipódromo, hubo además desfiles de moda, a beneficio de Lalcec, y una campaña vinculada a la divulgación de la prevención del cáncer. Además una muestras de arte: “Por una cabeza”. Y en la explanada que da hacia Libertador se colocaron foodtrucks que vendían waffles, ribs, crepes, wraps, pizzas, licuados, panchos hasta postres, cervezas, helados y cafés. Y aunque durante la tarde llovió un poco, la gente no se movió de las mesas tipo picnic que se montaron debajo de la añeja arboleda del lugar; una sucesión de tipas que son un tesoro de la Ciudad.
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