El Celeste perdía 2-0 ante Boca Unidos de Corrientes cuando parte de sus hinchas intentaron meterse en la cancha sin pagar, se enfrentaron con la policía y el árbitro Ramiro López lo terminó.
Pánico en la platea. Cuando corrían 39 minutos, inmediatamente después del segundo gol de Boca Unidos, se escuchó el primer disparo. Luego se oyó otro y las explosiones continuaron durante media hora. Afuera todo era caos: balas de goma, lluvia de piedras y gases lacrimógenos.
Los hinchas, invadidos por la curiosidad, inmediatamente saltaron de sus butacas y se acercaron al foco de conflicto. Varios chicos quedaron en la platea, solos y llorando. “No pasa nada”, le decía una nena de aproximadamente 9 años a su hermanito que no superaba los 4.
A los pocos instantes se bloquearon los accesos de la platea para que los simpatizantes no se aproximaran al territorio de los disturbios. La escena estuvo signada por el miedo. Nadie sabía qué sucedía del otro lado: algunos tenían familiares, otros sus vehículos.
Luego de 35 minutos de incidentes retornó la calma y los hinchas dejaron el Genacio Sálice en medio de toscas, vallas tiradas y un grueso cordón policial.
El parte extraoficial de la policía dice que hay tres infantes heridos, ninguno de gravedad por el momento, y que a causa de los desmanes por ahora habrían sido detenidos al menos 5 personas identificadas con el Celeste.
La lluvia de piedras fue terrible en la zona aledaña a la cancha y ante la represión policial, se desató una batalla que dejará, con seguridad, a la Villa fuera de su cancha por un par de fechas.
Tenía que ser un partido de fútbol, fue una batalla. Triste.
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