En ocho años, Mestre consolidó una trama de empresas y de organismos donde sobran directivos y faltan controles.
Durante décadas, la ciudad de Córdoba tuvo una empresa privada que se encargaba de todos los procesos vinculados a la higiene urbana, y una dirección que la controlaba. Aseo y Cliba son las más recordadas.
En 2009, el entonces intendente Daniel Giacomino creó una empresa municipal para reemplazar a Cliba y surgió Crese. En dos años, esa sociedad del Estado pasó de 1.300 a más de 1.800 empleados, y el gremio de los recolectores (Surrbac) pasó a ser un actor central en el manejo de la basura: en la década siguiente, su poder se hizo descomunal, logró sillas en todas las mesas de decisión y tuvo un aliado permanente en la Municipalidad de Córdoba.
Lo que ocurrió luego, en los ocho años de la gestión de Ramón Mestre, fue el surgimiento de una verdadera superestructura de la basura: una intrincada trama de organismos municipales, empresas privadas y entes donde abundan las comisiones directivas y los gerentes, pero donde los controles nunca fueron eficientes. A esa trama dedicamos el Primer plano de esta edición.
La trama está integrada por la vieja Crese, que ya no tiene funciones, pero sigue costando casi 10 millones de pesos anuales; la corporación intercomunal Cormecor, que debía instrumentar un esquema de tratamiento final de la basura más sostenible y hace siete años que profundiza la precariedad del predio de Piedra Blanca, y el Esop, otro ente creado para dar más eficiencia a la gestión municipal, que terminó asumiendo el servicio de barrido y siendo el principal empleador de afiliados al Surrbac, además de alojar a la cúpula gremial, familiares y amigos.
Todo esto pese a que la prioridad de Mestre fue privatizar el servicio de recolección. No bien asumió, tercerizó en Lusa y Cotreco, y luego contrató a LAM, Urbacor y Lusa. Sólo quedó afuera Cotreco, que ya no está pero no termina de irse: mantiene un millonario litigio con el municipio.
El porcentaje del presupuesto municipal que se va a la basura nunca dejó de crecer, y el servicio casi nunca dejó de empeorar. A Martín Llaryora no le faltarán urgencias desde el 10 de diciembre, pero la basura despide olor.
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