Al Papa lo seduce el nombre de Carlés para un cargo judicial. La líder de la CC, enojada con el Presidente por el ninguneo a Vidal.
El ojo de Francisco sobre el gabinete de Alberto
Justo cuando está, en el mapa, más lejos que nunca -visita en estas horas Japón, territorio especial de la espiritualidad jesuita- el Papa argentino entró de cabeza en las tramas políticas locales. Se actualizó su preocupación sobre la región, mucho más por la salida de Evo Morales, de lejos su presidente predilecto, que por el cambio de gobierno por acá, algo previsible y sin tumultos. Alimentó su inquietud por la coyuntura local, por la cantidad de argentinos que lo visitaron en la última semana, entre ellos el hombre fuerte del gobierno que sale, Horacio Rodríguez Larreta, quien volvió del Vaticano cargado de bendiciones, y también con una gripe feroz que limitó -de manera oportuna- su participación en la cumbre del PRO de Olivos, el viernes con Macri.
Larreta padece los males del jefe a quien le conviene ocultar su rol. Lo contrario de Macri, cuyo peso declina pero que ese día se bancó, por primera vez, una reunión completa de su partido. También aparecieron de manera evidente el ex canciller aliancista Adalberto Rodríguez Giavarini, rector del CARI, uno de los think tanks sobre asuntos globales más importantes del mundo, fino economista y hombre de profundas convicciones religiosas, aunque su radicalismo lo aleja de los clericalismos criollos. Menos evidente fue el paso de Julián Domínguez, con agenda secreta vinculada con los 30 años del sindicato Solidaridad, que se recordó en los astilleros de Polonia, pero también en el Vaticano.
Son los 30 años de la caída del comunismo, que comenzó hace 40 con la visita de Juan Pablo II. Otra presencia, igualmente evidente porque fue el único argentino en la cumbre de penalistas, fue la de Roberto Carlés, un abogado que en enero de 2015 fue propuesto por Cristina de Kirchner para integrar la Suprema Corte de Justicia. Nunca logró los votos que necesitaba para esa posición, por la que pidió en aquel momento Francisco con el argumento de que era bueno poner gente más joven en el tribunal. Cristina ni sabía que Carlés existía cuando Francisco se lo propuso.
El cartero llama dos veces
Ahora Cristina ya sabe quién es y eso es importante, porque Carlés vuelve a estar en el bolillero para ocupar un alto cargo en el área de justicia. Estuvo cinco veces con el Papa en una semana, en público y en privado. Es la segunda vez que el Pontífice muestra su cercanía con este abogado, que se referencia en una línea del penalismo que se acerca a lo que él mismo define como "garantismo liberal o clásico", el mismo que identifica en Esteban Righi y Alberto Fernández. Distante, digamos, del garantismo acusado de ser abolicionista como algunos señalan a la línea de un Raúl Zaffaroni.
Hasta ahora los nombres que han filtrado los voceros del nuevo presidente, para someterlos al test de la opinión pública, son los de Marcela Losardo (ministra), Daniel Rafecas (procurador general) y Carlos Zannini (procurador del Tesoro). Alguien presumió que podría sumar a Zaffaroni, que tiene mandato hasta 2021 como juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, con posibilidad de renovar por otros cuatro años. Righi renunció a la procuración, peleado con Amado Boudou, quien lo señaló ante socios del estudio del "Bebe" por ofrecer servicios jurídicos cuando denunció que salían del ministerio de Florencio Randazzo las acusaciones del caso Ciccone, que lo llevó a él al calabozo. Righi dio el portazo; negó esa presunción que ignoraba uno de los axiomas del "Bebe" como abogado peronista: "A los compañeros no les cobro".
Alberto ha hecho una reivindicación de Righi en un homenaje hace un par de meses. Allí el presidente puesto lloró, sumándose a la nueva era los políticos sensibles, como Macri o Monzó. Frente a ellos, el viejo formato del "iron man" lo encarnan ahora las patricias argentinas como Bullrich, Carrió, Cristina o Graciela “Mano de piedra” Camaño.
Massa, también operador judicial
El quinto hombre para considerar es Carlés, un abogado estrechamente ligado a Francisco desde joven, sin militancia política aunque ha fichado por el Frente Patria Grande que anima Juan Grabois. Las preferencias de Roma por este camino quedaron confirmadas el viernes, cuando se conoció en Porto Alegre el texto de una carta del Papa a los congresales del Comité Panamericano de Jueces por los Derechos Sociales y la Doctrina Franciscana -una suerte de sindicato de magistrados papistas-. Esa carta se la envió, manuscrita, al juez porteño Roberto Gallardo, titular de la cátedra en la que trabaja Grabois en la UBA.
Allí dice: "Cuando la irracionalidad y la violencia pretenden ser proyectos políticos y ocupan cargos de gobierno, nada mejor que un Poder Judicial fuerte y honesto". Desde su actuación durante el anterior gobierno peronista, Carlés mantiene buenas relaciones con los hermanos De Pedro-Ustarroz, suele hablar con intendentes con vocación ministerial como Juanchi Zabaleta y Gabriel Katopodis y ha cerrado alguna conversación con el neo cristinista Sergio Massa. Este emblema del arrepentimiento patrio asoma ahora en las lides judiciales. La ONG Ojo Paritario, que animan, entre otras, Malena Galmarini, su mujer, y Marcela Durrieu, la suegra, actuaron con éxito en el litigio por la banca de la senadora por Neuquén, Lucila Crexell. Esa ONG es una multipartidaria que pelea por la aplicación justa de la ley de paridad de género, pero se movió a través de Massa, que facturó el resultado: fue él en persona quien la notificó a Crexell que la Suprema Corte había fallado a su favor.
Provocaciones que pueden revivir el cisma
Esta llave que abre Carlés hace presumir que no todo está cerrado en materia de decisiones sobre el área justicia, en donde la nominación de Zannini es una provocación a sectores internos del peronismo, equivalentes a la de Máximo al bloque. Zannini es señalado como una de las causas de la derrota del peronismo en 2015, porque su lugar en la fórmula le restó los votos de Córdoba que, en cambio consagraron a Macri. Zannini era rechazado por el peronismo de De la Sota-Schiaretti y Cristina lo usaba como una provocación. Máximo, por su lado, es una señal de nepotismo explícito.
El nepotismo es uno de los venenos de la vida pública, porque transmite el mensaje de que para llegar a los cargos hay que pertenecer a una familia o a un grupo de amigos del poder. No hay señal más deletérea que el nepotismo, que está prohibido en muchos países porque, además, es una señal de debilidad de quienes mandan. Se sienten protegidos por parientes y amigos como si fueran incapaces de ejercer autoridad y control sobre gente que no esté ligada a ellos por lazos o pactos de sangre. Cada paso que dé Cristina en este montaje de la vigilancia de la vida de los otros tendrá que medir el riesgo de juguetear de nuevo con los factores que dividieron al peronismo desde 2009, y le trajeron una década de derrotas.
¿Acaso Macri no lo invitó? ¿Espera que lo haga Alberto?
En esas charlas volvió a hablar de viajes a la Argentina y bromeó: "Claro que me gustaría ir en 2020 o en 2021, pero si nadie me invita..." ¿Acaso Macri no lo invitó? ¿Espera que lo haga Alberto? También insistió en trasmitir que no quiere que le designen embajadores políticos, sino que sean de la carrera diplomática. Dice tener mala experiencia con los primeros, aunque no da nombres para no herir a nadie. Este mensaje, como el de Carlés, es para el escritorio de Alberto. Allí parece decidido que Guillermo Oliveri será otra vez secretario de Culto, como lo fue durante los 12 años del ciclo Kirchner.
En esos pergeños circuló como embajador el nombre de Mario Cafiero, que viene de una etnia comprometida con el Vaticano -fueron embajadores su padre Antonio y su hermano Juan Pablo- y con el nuevo mandatario. Santiago, sobrino, tiene los papeles en orden para ser, formalmente, el nuevo jefe Gabinete, función que aquí ya se dijo que ejercerá el propio Alberto. Mario es un viajero frecuente al Vaticano, estuvo en el año 2000 en los debates sobre el nuevo milenio y fue de los que llevaron adelante la campaña para la condonación de la deuda de los países pobres, consigna que alentó Juan Pablo II. La Argentina no califica nunca para esos perdones, porque lo que le sobra es plata. Lo malo es que la reparte mal, la gasta mal. Y la hace desaparecer mal en bolsos voladores, o en guaridas fiscales.
Mario Cafiero fue funcionario de Duhalde, militó años en las fuerzas de Carrió y después del divorcio de UNEN, quedó del lado de Pino Solanas, diputado electo por la Capital.
El otro Felipe, partero de la historia, te bautiza gratis la transición
Vivimos tiempos liminares, de muchas transiciones. Lo marca, por acá, la visita de Felipe González, testigo de todas las transiciones argentinas, entre ellas la de 2001, cuando fue a verlo a Fernando de la Rúa y lo recibió Ramón Puerta. Tanto le gustan estos trances, que esta vez resignó cobrarle los honorarios como speaker a la UIA, en cuya conferencia hablará el jueves. En el programa, Alberto y Macri figuran sólo como "invitados". ¿Irán? Felipe sí, ya confirmó y no cobra. Esta transición te la cubro gratis, entra en el abono.
Las ceremonias de los adioses
Macri tiene convocado para ese día a senadores y diputados de Cambiemos a una reunión de coaching en Olivos. ¿Irán todos los radicales después del portazo de Rubinstein que los enfrentó con el ala celeste del gobierno? En esta intención, de ser cierta, hay que anotar el chispazo de la diputada Brenda Austin, que provocó a Elisa Carrió al "contar anécdotas" durante la sesión de minoría del jueves. La jefa de la Coalición le respondió con una referencia a contratos de basura bajo la gestión de Ramón Mestre en Córdoba, de la que fue secretaria la Austin.
Otra manera de diferenciarse, en este caso de Carrió, después que Austin siguiera a los de su bloque en respaldo de Rubinstein. Un desperdicio, ese choque de las diputadas, porque Lilita venía, el día anterior, de saludar con un beso a Nicolás Massot, con quien se había peleado agriamente y en público después de aquellas internas. Se cruzaron gestos de afecto. Lilita les explicó a suyos: "Claro que lo saludé, si yo lo quiero". Ahora no la quiere a Austin. De paso, Lilita se despide el fin de semana que viene como jefa de la CC. Será en un encuentro estratégico de tres días que ocurrirá en Fátima, cerca de Capilla del Señor.
Los riesgos del macrismo autoconvocado
Todo esto ocurre cuando un entorno de intelectuales y asesores del área presidencial de distinto plumaje han convencido a Macri de ir a una plaza "autoconvocada" el 7 de diciembre para despedirlo. Recuerda aquella chanza que se hacía sobre el agonizante Francisco Franco, que preguntó a qué se debían los gritos que escuchaba por la ventana. "Es el pueblo que viene a despedirte". "¿A dónde se van?", preguntaría el generalísimo (risas en los palcos). Seguramente la asistencia será menor que la del cierre de campaña en la avenida 9 de julio. ¿Para qué exponerse a la comparación?
Aquel cierre tiene evocaciones agridulces. Fue un gran momento del Macri electoral, pero no sirvió para dar la vuelta. También figuró entre los reproches pos-electorales. En aquella reunión de lunes siguiente a las elecciones, Elisa Carrió fue a avisar que se retiraba del juego (por ahora) y acumuló reproches a los presentes. A Rogelio Frigerio, por sus amistades peronistas -"Hice lo que Mauricio me pedía”, se disculpó-. Otros, más severos, fueron para Macri: “Los grandes hombres en los grandes momentos –dijo Lilita- no pueden ser egoístas. Y vos fuiste egoísta cuando no la dejaste hablar en la plaza a esta mujer”. Y miró hacia su lado, donde estaba sentada María Eugenia Vidal . “Dio todo por vos. No hablo de mí, que con mi estado físico no podía llegar al corralito en que me querían poner. Le dije a la custodia que no iba. Pero María Eugenia debió hablar en ese cierre”, insistió Carrió, agarró la cartera y se retiró dejándolos a todos más que mudos. No ha vuelto a hablar desde entonces con Macri.
El abrazo del oso de los radicales a Ginés
Las guerras a veces estallan no por grandes causas, sino porque dos soldados se chocaron las espaldas. El peronismo se estaba comiendo el debate sobre el aborto, por el anuncio de Alberto de otro proyecto para despenalizarlo. Ahora se lo tiene que comer el oficialismo menguante. En la confusión que favorece este lapso de crisis, por la salida de unos y el ingreso de otros, se producen retablos como el del jueves en el Senado. El radical Mario Fiad le entregó un premio a la trayectoria a Aldo Neri, el último ministro vivo del primer gabinete de Raúl Alfonsín. Estaban presentes Daniel Salvador, Oscar Castillo, Alfredo Martínez, y apareció, como invitado, Ginés González García, proto ministro de Salud del próximo gobierno. Los radicales lo abrazaron, para agradecerle el apoyo que había dado esa mañana por las radios al correligionario Rubinstein. Ginés no tuvo otra respuesta que la sonrisa de resignación. Él fue el autor en 2005 del primer protocolo, que ahora completó su sucesor radical. Se dio tiempo para criticarlo por otra resolución que había firmado: la que les impone a las obras sociales y prepagas, el costo -alto- de los tratamientos de cambio de sexo, en un momento cuando el sindicalismo peronista se queja de la bancarrota del sistema, por la retención de fondos que les hace el Gobierno.
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