Ya se conocen los nombres de los futuros escuderos de Alberto Fernández. Serán los jugadores que "que pidan la pelota" ante el fuego amigo y el de la oposición, como lo graficó Aníbal Fernández. Las variantes en gestación, tienen que ver por ahora con el plano de la comunicación. Por lo que se sabe, el vocero presidencial Juan Pablo Biondi y el secretario del Secretario de Medios y Comunicación Pública, Francisco Meritello, aceitan por estas horas un esquema con más funcionarios que se pondrán el traje de bomberos, para apagar los fuegos de la gestión. Serán una suerte de voceros de los temas de agenda. La idea “es que haya más voces y que se vea todo lo que está haciendo" el Gobierno. En esa movida se anota el raid mediático que hicieron días atrás la propia Vilma Ibarra y la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca; dos con bajísimo perfil público, y las recientes apariciones de Matías Lammens, en los programas de Mirtha Legrand y Jorge Lanata.
Por: Jorge Joury.
En el cielorraso del oficialismo, también le encargarán a estos hombres enfriar la interna que mostró los dientes la última semana. Tuvo que salir el propio Presidente decir que " en el Frente de Todos no tenemos diferencias, sino que dentro de la coalición de Gobierno hay miradas distintas". De todas maneras, quedó a cielo abierto, que al gabinete le falta peso específico político. Salvo excepciones, el equipo albertista no cuenta con hombres que conozcan las complejidades del funcionamiento del Estado. Tampoco fue afortunada la frase del ministro de Defensa, Agustín Rossi, saliendo a pedir que "hay que bancar a Alberto". No hizo otra cosa que sumar debilidades en el comando del barco.
Aunque en la Quinta de Olivos insisten en desmentir las versiones de inminentes de cambios de ministros, son varios los funcionarios de primera línea que empiezan a acumular tarjetas rojas.
La diversidad de pensamiento y la amplitud de fuerzas que integran el frente electoral, inevitablemente lleva una tensión que se advirtió casi desde el vamos. Sólo había quedado bajo la alfombra, durante la guerra contra el virus en el comienzo de la pandemia. Con su estilo dialoguista, en esa instancia el jefe de Estado dio señales de que la grieta comenzaba a cerrarse y eso le valió de cifras récord en su evaluación como capitán el barco. Pero en los últimos días, con la fatiga ciudadana y en la salida del final del túnel con una agenda de salida de la crisis económica, el peligro de otra tormenta partidaria vuelve al centro de la escena.
AF también sumó críticas del empresariado y del mundo de las finanzas, al decir que "no creo en los planes económicos", cuando al inicio de su gestión había asegurado que tenía un programa para barrer las ruinas que dejó el macrismo y reconstruir el aparato productivo. Es otra grave contradicción, cuando la ciudadanía espera señales de esperanza para emerger de este tiempo oscuro con medio país fundido y otro tanto sumido en la pobreza.
Más allá de que en el Gobierno hacen autocrítica por demoras en la implementación de los programas en algunos ministerios, el primer punto de coincidencia es que los cortocircuitos tienen más que ver con la identidad de origen de los funcionarios y las pujas por espacios de poder entre las fuerzas, que con la gestión.
Viene inexorablemente entonces la primer pregunta: “¿Quién se animaba a discutirle un ministro a Cristina? ¿Son peores los de ahora?"
"Es lógico que en un esquema más horizontal haya discusiones, pero no va a pasar de ahí hasta que Alberto lo decida”. No se va a pelear más con Cristina, porque llevaría a la coalición a volver a morder el polvo de la derrota", dijo una de las primeras espadas de la Casa Rosada. El vocero también contextualizó: “Llevamos siete meses, cuatro con pandemia. Es difícil hacer un balance cuando se trabaja sobre tanta urgencia e imprevistos".
Pero no se pueden ignorar recientes detonaciones emblemáticas, como la renuncia de Alejandro Vanoli, quien debió dejar la ANSeS tras acumular críticas por falta de manejo. Fue por aquella jornada en la que miles de jubilados se agolparon en las puertas de los bancos para poder cobrar sus haberes. También acusó errores políticos, como la demora para designar reemplazantes en los directorios de las empresas privadas en las que el organismo tiene acciones.
Casi calcada, parece ser ahora la radiografía del secretario de Energía, Sergio Lanziani. Algunos aseguran que “tiene el boleto picado desde diciembre”. Recuerdan el conflicto al comienzo de la gestión, cuando el misionero desplazó a su jefe de Gabinete, Federico Martelli, integrante del albertista Grupo Callao, y también eyectó a Maximiliano Galli, dos días después de haberlo nombrado secretario de Administrativo.
También acumula críticas por la gestión, y los roces con su jefe directo, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas y con el presidente de YPF, Guillermo Nielsen. Estos frentes, alimentan las versiones de su salida. Se cita en su foja de servicio además, su pelea insalvable con Carlos Rovira, el cacique del misionero Frente Renovador de la Concordia, con quien cortó el vínculo en plena campaña 2019. Para ese sillón, de un área muy sensible, algunos le ponen fichas, al polémico Aníbal Fernández. Incluso, vuelve a sonar el nombre del interventor del Ente Nacional Regulador del Gas (Enargas), Federico Bernal, como candidato a reemplazarlo.
Distinta es la situación de cuatro ministros por los que Fernández apostó fuerte: María Eugenia Bielsa (Hábitat), Daniel Arroyo (Desarrollo Social), Claudio Moroni (Trabajo) y el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, el que más dardos recibe.
Daniel Arroyo, es otro de los complicados por el fuego amigo al que se le critica falta de cintura en la gestión y no su dedicación. Sus palos en la rueda no son pocos. Timonea un ministerio loteado desde las bases, con secretarios y subsecretarios que responden a distintas terminales de poder, incluso la de los movimientos sociales. “Si no se fue en el escandaloso momento de la compra de alimentos es porque Alberto lo bancó, no se va a ir ahora", interpela un funcionario con línea directa con el mandatario.
El titular de Trabajo, Claudio Moroni es otro de los que recibe munición gruesa. Fue criticado públicamente por Máximo Kirchner por haber homologado suspensiones con rebaja salarial entre la empresa Mondelez y el Sindicato de Trabajadores de Industrias de la Alimentación. Aunque el más resonante públicamente, ese no fue el único reclamo que surgió desde las filas de La Cámpora. Pero su renuncia se desmiente de manera contundente. Se trata de un funcionario que, al igual que Marcela Losardo (Justicia) y los secretarios Julio Vitobello (Presidencia) y Vilma Ibarra (Legal y Técnica), conforman el grupo de amigos que juega de memoria en la cancha del Presidente.
Kulfas, es otro imprescindible del jefe de Estado y Matías Lammens (Turismo) .Ambos son mirados con recelo por el kirchnerismo duro.
A salvo de maliciosos rumores que señalaron que tras resolver la deuda se iría, parece haber quedado Martín Guzmán (Economía), luego de que la vicepresidenta Cristina Kirchner resaltara en su Twitter su explicación sobre la negociación."Mas clarito imposible", fue la bendición de CFK.
Frente a este campo minado por rumores, al menos por ahora, “no va a haber cambios de grandes jugadores”, coinciden los voceros de Balcarce 50.
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