Si comparten listas con Macri se acercarían a los tercios de cada Cámara y definirían las mayorías.
En una de las últimas sesiones de Diputados el operador del PRO Emilio Monzó apareció entre los radicales y no tardó en convertirse en el centro de atracción. Abrazos, sonrisas y bromas dominaron la escena, como si se tratara de un rockstar.
Pasados unos meses aquella escena encontró una explicación: si Monzó cumple con su promesa de entregarle a los radicales la mitad de la listas como parte de un acuerdo común, los dejaría con cerca de 50 diputados y 20 senadores, lo suficiente para ser el árbitro del próximo Congreso, que tendría al peronismo como primera minoría pero ya no con quórum propio.
Un regalo impensado para muchos líderes provinciales que imaginaron mil ingeniarías electorales para conservar su cuota de poder, pero jamás imaginaron una oferta tan generosa.
Y mucho menos un 2016 como protagonistas, porque quien asuma necesitará ganarse la confianza del Congreso.
En el Senado los radicales arriesgarán nueve de las trece bancas obtenidos en la elección de 2009, aquella que parecía marcar el fin del kirchnerismo.
Un acuerdo con el PRO le podría garantizar retener las dos bancas de Catamarca, Mendoza y La Pampa, conservar la de minoría en Tucumán, La Pampa y Corrientes y tal vez quedarse con las dos de Córdoba (hoy tiene una) y alguna de Santa Fe.
Si el PRO engrosa su pequeño bloque de tres senadores, los radicales junto a los resabios de centroizquierda definirían cuándo y con qué temas sesionar en la Cámara alta.
Es cierto que la UCR mantiene la primera minoría en algunas de esas provincias como para imponerse, pero al elegirse los senadores junto al presidente les sería imposible ganar sin un candidato competitivo.
Eso es lo que quiere explicarle Ernesto Sanz al partido en la Convención del 14 de marzo en Gualeguaychú y sólo se resisten algunos candidatos provinciales como Gerardo Morales y José Cano, quienes no piensan en legisladores sino en ganar las gobernaciones de Jujuy y Tucumán. Como Macri no hablaba bien de la UCR cada vez que visitaba sus provincias, rompieron con él y optaron con Massa.
Pero a quienes buscan poder en el Congreso poco les importa los calificativos de Macri a los partidos históricos y ni siquiera piensan en su consagración final.
Es que los legisladores se reparten en la primera vuelta de las elecciones generales y en nada incide el resultado de un ballotage. “Podemos ser parte de un gobierno de Macri y decidir que puede aprobar en el Congreso y qué no, gane quien gane la presidencial”, se regodean.
El jefe de Gobierno lo sabe. En 2003 vio como sus entonces aliados de la Ciudad se conformaron con sus bancas y le restaron apoyo al ballotage que perdió con Aníbal Ibarra.
En Diputados la UCR suma hoy 35 bancas, más los dos aliados de Catamarca, pero mezclados con Macri agregaría no menos de una decena, algunas de provincias donde ni siquiera tienen candidato.
El caso más importante es Buenos Aires, donde el único radical que reelige es Eduardo Santín, ligado a Leopoldo Moreau, nuevo aliado del Gobierno.
Tras meses de repetir que jamás se sentaría en una mesa con Macri, Alfonsín se emocionó cuando vio que de la nada podría digitar dos o tres diputados y negoció un documento para la próxima convención radical que deje abierto un acuerdo con el PRO.
Como controla el Comité Provincia, cerrada la alianza Alfonsín tendría la lapicera sin restricción en el territorio, donde en el peor escenario difícilmente Macri obtenga menos 5 diputados. No menos de dos serían suyos.
“Se hace el molesto pero está enloquecido porque reelija Miguel Bazze y poner a alguien que no sea de Federico Storani. Es muchísimo más que nada”, resumió a LPO un dirigente radical que lo frecuenta. De hecho, dice por lo bajo que pedirá definir un candidato propio en Gualeguaychú, pero no llevar boletas propias de legisladores a la primaria. Nada tonto.
En Capital y Córdoba la UCR tiene un solo diputado y en Córdoba 2, números que puede mejorar con Macri en la boleta. Imaginan sumar en Santa Cruz o en Santa Fe, si rompen con el socialismo para colgarse del Reutemann.
Sólo hace falta que Sanz consiga que la convención lo habilite a pactar con Macri y ponerse a armar las listas en junio. Lo que sueñan la mayoría de sus correligionarios.
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