Decenas de miles marcharon este lunes a la mañana contra la reforma de la Ley 7.722. Tras ser ferozmente reprimidas, a la noche doblaron la apuesta con un megacacerolazo. Duro golpe para el Gobierno radical, que creyó que le alcanzaba con pactar con el Frente de Todos.
Desde temprano, este lunes miles y miles de personas se prepararon para una marcha que, estaban convencidas, sería histórica. Por lo multitudinaria y por lo emblemática. La lucha tenaz contra los pulpos capitalistas de la megaminería contaminante tendría un nuevo capítulo en Mendoza. Una lucha que es, también, contra los agentes políticos, intelectuales y mediáticos que les rinden pleitesía a esas multinacionales con sus leyes, sus políticas y sus justificaciones.
Desde las últimas horas del domingo y las primeras del lunes, desde todos los departamentos mendocinos como Maipú, San Martín y Rivadavia y desde todo el Valle de Uco las caravanas comenzaron a avanzar hacia la capital.
La idea era la misma en todos lados: llegar a la Casa de Gobierno provincial para exigirle al gobernador Rodolfo Suárez que vete la reforma a la ley que el viernes consumó la Legislatura. Obviamente, el gobernador se les rió en la cara y anunció que jamás lo haría.
En las primeras horas de la mañana las calles de la capital ya estaban pobladas por una marea de miles y miles de personas, conscientes de que la reforma pactada entre el radicalismo y el peronismo implica que el cianuro y el ácido sulfúrico pueden empezar a ser parte del paisaje cotidiano viajando con el agua de los ríos.
Paralelamente, desde el resto del país comenzaron a expandirse los mensajes de solidaridad con las Asambleas Mendocinas por el Agua Pura. Desde el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y la Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora Nora Cortiñas hasta artistas populares como Abel Pintos, Celeste Cid, Marcela Kloosterboer, Julieta Díaz, Inés Estévez, Nancy Duplaá e intelectuales como Claudia Piñero y Maristella Svampa enviaron sus saludos solidarios.
También hubo referentes políticos, intelectuales y sociales que decidieron viajar a Mendoza para participar de la movilización. Allí estuvo el excandidato presidencial y diputado nacional del Frente de Izquierda Nicolás del Caño, el único que en campaña se pronunció sin titubeos contra la megaminería contaminante.
Como lo fue reflejando este medio, promediando la mañana decenas de miles ya se concentraban frente a la Casa de Gobierno tras recorrer en algunos casos cientos de kilómetros. Y allí realizaron un multitudinario acto en repudio a la reforma de la ley 7.722.
Pasadas las 14, cuando ya estaba claro que las mendocinas y los mendocinos estaba protagonizando la movilización más grande de la historia de la provincia, el Gobierno de Rodolfo Suárez tomó la decisión de “aleccionar” a las organizaciones ambientalistas, a las poblaciones que se levantan contra las políticas envenenadoras y a los partidos de izquierda que siempre están del mismo lado, junto al pueblo trabajador.
Utilizando como excusa el arrojo de algunas piedras por parte de un sector de jóvenes movilizados, el Gobierno activó un operativo en el que descargó toda la violencia y la furia policial en una cacería sin límites. Al mejor estilo de las represiones de Patricia Bullrich en la Ciudad de Buenos Aires, la Policía de Mendoza primero atacó con gases lacrimógenos, gas pimienta y balas de goma. Al rato, las motos de la infantería se desplazaban por las calles atropellando manifestantes, tirando tiros al aire y marcando a los futuros detenidos.
Mientras tanto, entre las y los manifestantes, decenas de agentes de civil aparecieron para confundirse con la gente, provocarla y “ayudar” a sus socios de uniforme a detener a medio centenar de manifestantes, según la propia confirmación del jefe de la Policía mendocina Roberto Munives. Al tiempo que iban recuperando su libertad, las y los detenidos irían relatando las innumerables irregularidades con las que se manejó la fuerza represiva de Suárez. Entre los reprimidos también estuvo Nicolás del Caño, quien denunció en sus redes la brutalidad policial.
La represión no hizo más que llenar de bronca e indignación al pueblo mendocino, que inmediatamente comenzó a organizar una nueva manifestación masiva para la noche. Mientras cientos de personas exigían en las puertas de las comisarías la liberación de las y los detenidos, miles y miles reponían energías para continuar cantando, gritando y caminando en defensa del agua.
Pasadas las 19, nuevamente las calles céntricas de Mendoza se poblaron de familias, grupos de amigas y amigos y personas de todas las edades con un sentimiento común (hay que movilizarse para defender lo que es nuestro) y con un objetivo concreto: que se vete la reforma y que no se reprima a la población que se manifiesta.
Según diversos cálculos, a las 23 todavía había unas diez mil personas movilizándose por las calles. El grueso de ellas se dirigieron al Kilómetro Cero de la ciudad, donde un buen número decidiría quedarse varias horas más.
Al finalizar el día, pese al cansancio, el ánimo de lucha y la convicción de no bajar los brazos eran ya un patrimonio de esa multitud. Convicciones que no cambian de acuerdo a como sople el viento. Nada que ver con lo manifestado durante las últimas horas por las y los dirigentes del peronismo, que el viernes votaron junto a las y los radicales en favor de las mineras como Barrick Gold y el lunes, al ver la reacción popular, intentaron de mil maneras despegarse de las políticas de Rodolfo Suárez. Aunque para miles, ese giro oportunista (y en cierta medida canalla) era, además de tardío, muy poco creíble.
Al finalizar el día, aún retumbaba en las calles y en las cabezas “Suárez, basura, queremos agua pura”. Indefectiblemente, la lucha continúa y la represión no hizo más que echarle combustible al fuego de la movilización.
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