Por: Ernesto Tenembaum. Los cuestionamientos de la diva a algunas políticas de Milei habilitan a preguntarse si no empieza a aparecer un sector social que, pese a una relación antagónica con el kirchnerismo, a la que no renuncia, tampoco está dispuesto a aceptar cualquier cosa del actual Gobierno.
El lunes pasado se realizó la entrega de los premios Martín Fierro al cine argentino. La ceremonia se transformó en una cadena de discursos muy críticos al gobierno nacional, especialmente por sus políticas respecto del sector. Mirtha Legrand fue premiada con el Martín Fierro de brillante, el más importante de la noche. En ese contexto, la señora subió al escenario y leyó un breve texto sobre la relación entre la vida de su familia y el cine argentino:
“Muchas gracias. Buenas noches. Por favor, no cierren el INCAA. Es lo primero que se me ocurre. Soy un producto del cine argentino. No sé si hice 33 o 34 películas. Hay una que me falta. Treinta y seis, me dicen acá. Las voy a contar en casa. Soy un producto del cine argentino, toda mi familia lo es. Mi hermano, José Martinez Suárez, fue durante veinte años presidente del Festival de Cine de Mar del Plata. Mi hermana Goldi, Silvia Legrand, que también hizo cine y merece un aplauso. Y yo que hice treinta y seis películas, maravillosas, siempre de protagonista. Así que en mi casa se amaba y se ama el cine argentino. De manera que tenemos que continuar haciendo películas. Si hay gente que, de golpe, recibió un crédito y no devolvió el dinero que correspondía, bueno, esa queda afuera, a esa no le damos más nada. Pero no se puede cerrar el INCAA porque el cine argentino es el más importante de habla hispana. Hagamos fuerza y esto va a continuar, haciendo películas maravillosas”.
Un par de semanas antes, la Universidad de Buenos Aires otorgó a Mirtha Legrand un doctorado Honoris Causa. En esa ocasión, la señora dijo:
“En un momento histórico para las universidades públicas de mi amado país, no quiero dejar de expresar mi apoyo y mi orgullo a todos quienes hicieron grande la universidad pública argentina. Porque si una potencia mundial como Estados Unidos tiene solo diez universidades públicas, ¡la Argentina tiene setenta! Está muy bien que los gobiernos o administraciones hagan un saneamiento de lo que está mal. Pero con el máximo cuidado, con respeto, y preservando un tesoro que tenemos, que nos envidia el mundo entero: la educación universitaria gratuita. En esta universidad, la UBA, se formaron por ejemplo los cinco premios Nobel que tiene la Argentina. Señores, yo ya soy una leyenda. Y la leyenda continúa. Pero ahora soy una leyenda doctora”. Antes de retirarse dejó un mensaje a los estudiantes: “No aflojen”.
“Mi orgullo y apoyo a todos los que hicieron grande a la universidad pública”, dijo en la ceremonia
Más allá de las simpatías o antipatías que puedan despertar las ideas de Mirtha Legrand, hay algo especialmente curioso en ellas. En pocos meses, la actriz cumplirá 98 años. Habitualmente, se supone que las personas, a medida que envejecen, pierden plasticidad mental. Esto es, que sus ideas se cristalizan, entre otras razones, porque quedó atrás la capacidad de experimentar, de explorar, de encontrar nuevos caminos. Y porque para ser flexible también hay que tener energía. Lo que fue, fue. He aquí, entonces, un ejemplo muy llamativo no solo de longevidad, y de lucidez en medio de longevidad, sino además, de inesperada plasticidad.
Para entender el concepto tal vez sirva una referencia a la idea de la grieta. Durante muchos años, la política argentina se dividió entre kirchneristas y antikirchneristas. Ese debate fue arduo y, por momentos muy agresivo. Quienes estuvieron de un lado recibieron ofensas muy duras por parte de sus contrincantes. Tal vez el lector recuerde uno de los días más tristes de la democracia argentina. Fue el 24 de marzo de 2011. Se conmemoraba el 35 aniversario del inicio de la dictadura militar. Ese día, en la plaza de los dos Congresos, se ubicaron gigantografías con imágenes de artistas y periodistas para que la gente las escupiera. Una de esas imágenes era la de Mirtha. Algunos adultos motivaron a niños muy pequeños para que escupieran sobre ella y otras figuras.
De modo que hubo razones para que alguien que, en esos tiempos, recibió semejantes agresiones quedara fijada en esa época. De hecho, a muchos les pasó. No es necesario mirar demasiado para descubrir a un montón de artistas, políticos, intelectuales o periodistas que se ubican en el mundo en relación a lo que haga Cristina Kirchner, o el kirchnerismo, o la letra K. Algunos la siguen incondicionalmente, otros se posicionan mecánicamente en el lugar opuesto a ella. Pero en todos los casos, ella es la que les da sentido a su vida: el amor o el odio, la adhesión o la resistencia a Cristina y los suyos.
Hay razones para que eso sea así, faltaba más. Y cada cual es cada cual. Y vida hay una sola. Así que todo bien. Pero, igual, es una posición fija, rígida, definida por un solo factor. Mirtha Legrand tiene todas las razones, quizá más que la mayoría, para hacer lo mismo. Así que si hubiera quedado atrapada en esa lógica, no debería criticar a Milei. Si Milei es lo opuesto al kirchnerismo, ella debería apoyarlo.
Y ahí aparece su plasticidad. Para ella hay otras cosas en el mundo además del kirchnerismo: la universidad pública y el cine argentino que tanto ama, entre otras. Entonces, por un momento, aparece en una posición que, sorprendentemente, acaba de ser elogiada hasta por Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, un día después de ese acto donde reunió a Cristina Kirchner y a Axel Kicillof.
Mirtha Legrand y Javier Milei
¿Por qué Mirtha Legrand hace lo que hace? Eso, claro, es motivo de interpretación. Elisa Carrió, esta misma semana, dio su personal opinión sobre el punto.
“Ella expresa los valores de la clase media argentina y además siempre tuvo la valentía de decir lo que opina. Para mí es una de las mejores periodistas que ha dado la Argentina. ¿Sabes por qué? Porque pregunta al nudo, porque hace las preguntas incómodas. Ella es una magistrada de la nación. A pulso propio. Se ha ganado autoridad a pulso propio. Yo he estado 30 años en ese programa. Ella pregunta al nudo. Ella pregunta sobre la vida cotidiana. Ella habla de las contradicciones. Nos están tocando nuestra identidad”.
En cualquier caso, los gestos de Mirtha son un desafío, tal vez un desafío involuntario, pero un desafío al fin.
En principio son un desafío para el Gobierno. Sus críticas a algunas medidas que atentan contra pilares tradicionales de la sociedad argentina -el cine, la universidad- provienen de una figura muy popular y querida. O sea, tienen muchas chances de ser escuchadas y de hacer pensar, entre tanto grito. Sus argumentos son además muy eficientes, de tan elementales: que algunas instituciones requieran reformas o saneamiento no significa que deban ser destruidas. Pero además porque sería un absurdo que la acusen de zurda o ensobrada o kuka, o alguno de los tantos adjetivos que el Presidente o sus colaboradores le dedican a cualquiera que exprese una opinión crítica. En realidad, eso es un absurdo en todos los casos, porque una opinión debería ser rebatida por otra opinión y no con un carpetazo o un insulto. Pero, en este caso, el absurdo quedaría demasiado expuesto.
El desafío no es solo para el oficialismo, claro. Aquel episodio de las escupidas sobre la imagen de Mirtha Legrand ocurrió durante el gobierno de Cristina Kirchner, en medio de un clima muy persecutorio contra disidentes, impulsado directamente por el Poder Ejecutivo, y que incluyó también juicios públicos y escraches televisivos a personalidades intachables como, por ejemplo, Magdalena Ruiz Guiñazú. Seguramente, algunos de los que ovacionaron a Mirtha Legrand en la UBA o en la entrega de los Martín Fierro no querrán recordar aquellos episodios tan espantosos, que fueron también posibles porque un sector muy importante de la intelectualidad y del mundo del espectáculo los toleró en silencio. Eran tiempos en los que la televisión oficialista maltrataba a artistas populares como Mirtha por el solo hecho de pensar diferente, en programas que recibían la visita de políticos, actores y actrices, escritores e intelectuales. Algo parecido a lo que ocurre ahora, aunque quienes participan de esas conductas, antes y ahora, se ofendan ante la comparación.
Estudio del programa 678
Pero a todo eso, que ya sería bastante, habría que agregar otro elemento disruptivo. La posición de Mirtha Legrand se diferencia también de la de muchos políticos, artistas e intelectuales cuyos silencios, en estos meses, contrastan con el activismo que tuvieron cuando el peronismo estaba en el poder. Un ejemplo de eso es lo que ocurrió esta semana con Mauricio Macri, cuando justificó las agresiones presidenciales contra periodistas y disidentes. Macri sostuvo que la gente “que no es tonta” sabía que votaba un proyecto “destructivo y de confrontación” y valoró la “autenticidad” de Milei. Hace muy pocos años, por conductas similares, el mismo Macri denunciaba por autoritarismo a Cristina Kirchner. Pero Kirchner también había sido votada -dos veces- por el pueblo y era auténtica. Eso no le daba derecho a hacer cualquier cosa. ¿Milei, en cambio, puede escrachar a la hija de un periodista, como hizo esta semana, o celebrar cuando una turba de muchachotes gritan que los periodistas son “hijos de puta”? La posición de Macri refleja a casi todo su bloque parlamentario y a muchos intelectuales del sector que, de repente, descubrieron que este tipo de autenticidad debe ser defendida.
En lo que va del gobierno de Milei, ha habido muchas figuras públicas que, como Mirtha Legrand, se expresaron con independencia en la defensa de sus principios. Lo hacen ahora como lo hicieron antes. Los artículos de Joaquín Morales Solá donde denuncia detalladamente la violencia del Presidente contra el periodismo, y el silencio de los sectores empresarios al respecto, las posiciones de Elisa Carrió sobre el modelo económico vigente, las advertencias del constitucionalista Daniel Sabsay sobre la ambición totalitaria del Poder Ejecutivo son apenas tres ejemplos entre muchos. Otros, en cambio, callan lo que antes decían: es como si se les hubiera apagado la sensibilidad republicana o el espíritu crítico.
Elisa Carrió (Candela Teicheira)
Carrió -otro personaje incómodo- explicó esta semana: “El objetivo de Milei es muy claro, tocar los puntos troncales que construyeron la clase media argentina: la innovación productiva, la Universidad, el Garrahan, todo lo que nos permitió construir una Argentina de clase media. Entonces él va por etapas. ¿Cómo vas a destruir el Garrahan? Es un capital social mirado desde el interior y desde la salvación de los niños. Se le pidió la renuncia a especialistas de renombre porque dieron un Bono con fondos propios que venían de las obras sociales de 500.000 pesos. Especialistas que ganan 2 millones de pesos y que en el exterior podrían estar ganando miles y miles de dólares. Entonces, no se puede humillar a las enfermeras, que ganan 700.000 pesos y están cuidando a pacientes oncológicos. ¿A vos te parece que alguien que está al lado del dolor, que está dando los medicamentos, no tiene derecho a tener un ingreso mínimo que por lo menos ayude a llevar semejante responsabilidad con profesionalismo?”.
La reacción de Mirtha Legrand, como la explicación de Carrió, como las advertencias de Morales Solá o de Sabsay, por elegir solo algunos ejemplos, habilita a preguntarse si no empieza a aparecer un sector social que, pese a una relación antagónica con el kirchnerismo, a la que no renuncia, tampoco está dispuesto a aceptar cualquier cosa del actual Gobierno. En ese sentido, pensar que la oposición es solo kirchnerista, o simpatizante del kirchnerismo, sería un rasgo de pereza muy tentador tanto para el Gobierno como para los simpatizantes de la ex presidenta. Tentador pero limitado para entender lo que ocurre.
Esto último es discutible y ya se verá. Lo que sorprende, lo que realmente sorprende, es la plasticidad de la señora, después de tantos años de hacer preguntas, esa manera de cambiar el punto de vista, o de ser ella misma más allá del contexto que la rodea.
Antes de despedirse, el lunes, en la fiesta del cine, advirtió:
“Desde la seis de la tarde que me estoy vistiendo y me tenían ahí escondida, sentada. Pero estoy muy contenta de haber venido, de estar en esta fiesta maravillosa, de los premiados que son excepcionales y de este público que es divino. Y como decía el Martín Fierro, hablando de entregar el Martín Fierro, los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera, porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera. No nos dejemos devorar jaja. Muchas gracias”.
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