Voraz en la conducción, el gobernador domina la agenda y tutela jugadores en todas las fuerzas de la coalición. El desafío de Scaglia y Lifschitz. Siembra 2025.
Por Pablo Fornero.
Maximiliano Pullaro es voraz. El gobernador de Santa Fe procura comerse toda la agenda política de la provincia, pero pone en un brete a los partidos aliados que integran Unidos. El radicalismo lo tiene como padre absoluto, pero al socialismo y el PRO se les abre una incógnita. ¿Cuál es el futuro de ambos con alguien que concentra tanto?
En siete meses y monedas, Pullaro se apropió de la cancha propia y también de la ajena. Hiperactivo, pragmático, el gobernador totaliza todas las áreas de la gestión y la política. Delega juego, alienta a sus sociedades políticas, pero es tal el nivel de concentración que el desmarque para evitar caer en el sometimiento es un desafío complejo.
En ese escenario andan el PRO y el socialismo, dos de las tres patas centrales de Unidos para Cambiar Santa Fe. La pregunta se impone: ¿cómo hacen para tener vida propia? ¿Cómo hacen para existir sin un tutelaje de Pullaro? El radicalismo, en dicho análisis, la tiene más clara. Pullaro es el padre del partido por el momento y, pese a alguna sombra que intente trazar el senador Felipe Michlig, el gobernador es quien conduce.
Un socialismo, ¿con o sin Federico Lifschitz?
El socialismo jugó al independentismo hace unos días. Se demostró hacia dentro que puede superar el internismo y organizar un evento político de dimensiones. Hacia fuera logró mensajear a quienes lo dan por finish hace años. Se insiste con algo que ya se escribió: no hay muchos partidos en Santa Fe que puedan organizar un locro para más de cuatro mil personas.
Con el evento, el socialismo también le envió un mensaje a Pullaro y la UCR. Una suerte de “acá hay volumen, dirigencia y militancia”. Presente y futuro. Sin entrar en conflicto con el gobernador, el PS dio una demostración de fuerza.
Sin embargo, no alcanzó la unidad plena, porque el concejal de Rosario Federico Lifschitz no fue a comer porotos y patitas de chancho. El hijo del exgobernador es un caso particular. Hizo una gran elección bajo la lista de Pullaro y tiene una alianza sólida con el gobernador, al nivel de tener una suerte de puerta abierta permanente en todas las dependencias de la Casa Gris.
Lifschitz no acompañó el proceso de unidad partidaria y tampoco fue al locro. Al edil, sin embargo, se le abre un intríngulis. ¿Cómo mantiene su socialismo si el grueso del partido juega a otra cosa? ¿No corre riesgo de ser fagocitado por el gobernador? ¿O, directamente, Lifschitz encarna el socialismo de Pullaro?
¿Hay PRO más allá de Maximiliano Pullaro?
Con el PRO ocurre algo similar. Pullaro entabló un vínculo de ojos cerrados con la vicegobernadora Gisela Scaglia. Al acompañarlo en la fórmula, la oriunda de Gálvez apostó un pleno que le dio dividendos en dólares. Llegó al puesto más alto que cualquier figura del PRO consiguió en esta provincia y, luego, se quedó con la presidencia del partido amarillo. Un montón. De la nada a la gloria, como dice la canción.
La vicegobernadora tiene ahora los fierros que nunca tuvo en su historia política. Tiene ascendencia interna y vínculo directo con el expresidente Mauricio Macri. La vida le dio un giro copernicano. El despliegue territorial del PRO es pobre y limitado y se propone mejorarlo. No está en condiciones de organizar un locro para cuatro mil personas, pero tiene proyecciones.
Gisela Scaglia, a favor de desdoblar elecciones en Santa Fe en 2025. (Fotos: Farid Dumat Kelzi)
No obstante, aún en otras condiciones, tiene un desafío parecido al de Lifschitz. Su objetivo ¿es hacer crecer el PRO o hacer crecer el PRO de Pullaro? ¿No corre riesgo de ser fagocitada por el gobernador?
En virtud de sus movimientos, a Lifschitz y a Scaglia les va a resultar difícil armar estrategias distintas a las de Pullaro en las elecciones de 2025. No existen sólo por el gobernador, pero hoy existen al lado del gobernador. A él lo beneficia el apellido, ella tiene todo un aparato para aprovechar.
Pullaro hace la suya, conduce a gusto y comodidad. Tiene todo el año para buscar logros de gestión y concentrarse luego en un 2025 plagado de elecciones, provinciales y nacionales. De conducta insaciable, tiene vínculos y peso como para ubicar piezas donde quiera. En su partido y en otros.
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