A un año de que el PO perdiera la presidencia del Concejo Deliberante donde cuenta con 9 de 21 concejales, la presidencia volvió a recaer en el Frente Salteño. El trotskismo ensayó una tenue resistencia y seguirá sin imponer una agenda de discusión a pesar de contar por primera vez en su historia con chances de hacerlo.
Puede que sea uno de los hechos políticos más curioso de la política: la imposibilidad de un bloque mayoritario de acceder a la presidencia del cuerpo siendo mayoría. Hace exactamente un año, el presidente de la Cámara de Diputados, Santiago Godoy, había apelado a una metáfora futbolística para graficar la forma en que el PO perdió la presidencia del Concejo Deliberante contado con 9 de 21 votos y la propuesta de un bloque (el Frente Salteño) de darle 2 votos a cambio de una vicepresidencia.
“No sé cómo evaluó el PO la situación. Lo que sí queda claro es que el PO tenía la posibilidad desde la presidencia de impulsar una agenda de discusión que le podía permitir mostrar que la provincia en donde tuvieron una indudable gran elección, la izquierda puede lograr logros apreciables en términos parlamentarios y que esa posibilidad sufrió un primer golpe porque no supieron aprovechar la evidente fuerza con la que contaban. Es como perder un partido de fútbol con tres jugadores de más. Cuando un equipo pierde así es medio raro que le echen la culpa al árbitro u otros”, había declarado Godoy el 5 de diciembre pasado.
A un año de aquel suceso, se volvieron a renovar las autoridades del Concejo en donde como se preveía el PO volvió a perder la pulseada aunque ahora no se resistió tanto a la reelección de la terna compuesta por Ricardo Villada (Frente Popular Salteño), Frida Fonseca (Partido Justicialista) y Abel Moya (Partido de la Victoria). Ayer, el bloque del Partido Obrero había asegurado que iban a pelear la presidencia del Cuerpo “para representar la voluntad de los vecinos que decidieron que el PO sea la primera minoría en el Concejo”, pero no siquiera habían hecho conocer una propuesta de autoridades con lo cual ya se notaba que la moral de combate trotskista estaba por el suelo.
Finalmente ocurrió lo previsible: las autoridades fueron reelectas y el PO deberá encarar el proceso electoral sin haber podido imponer una agenda propia a pesar de haber contado por primera vez en su historia con chances reales de hacerlo.
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