La baja de retenciones puso en evidencia que el Gobierno busca formas indirectas de cumplir con acumulación de reservas que pide el FMI sin tener que devaluar
Por Julián Guarino
A medida que aumentan las presiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) que apuntan a mejorar el tipo de cambio, el presidente Javier Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, elaboran un plan que despeja una sola idea: la decisión de "escapar" hacia adelante.
El dato es que la misión del organismo acaba de dejar el país sin manifestarse sobre el particular "giro en el aire" ejecutado por el Palacio de Hacienda. Si bien el FMI expresó su optimismo tras las reuniones y acusó un diálogo "altamente constructivo y positivo", no hubo ni habrá detalles sobre las medidas adoptadas en las últimas horas.
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En los hechos, el Gobierno acaba de adoptar un herramental que generó incertidumbre entre los operadores del mercado local y los inversores de Wall Street: esto es, en lugar de ceder ante la exigencia de un ajuste directo de la moneda, Milei y Caputo echaron mano de una mejora del tipo de cambio en un formato sui generis, es decir, con ingentes dosis de heterodoxia -no liberal- por donde se lo mire. Así, aplicaron un mecanismo indirecto para mejorar el tipo de cambio efectivo de exportación mediante una baja en las retenciones agropecuarias, los impuestos a las exportaciones.
Este movimiento, que se traduce en una reducción de los impuestos que pagan los productores agropecuarios por sus exportaciones, busca gambetear, de alguna manera, las duras condiciones planteadas por el FMI en su última misión. El “atraso cambiario” es una observación que el organismo le hace al Gobierno desde mediados del 2024 a lo que se suma la falta de incentivos para la acumulación de reservas en el Banco Central. La reacción inmediata de los inversores fue buena: a pesar de la volatilidad global, la noticia provocó un descenso en los valores de los dólares alternativos. El dólar blue se ubica en la zona de los 1.230 pesos, mientras que los dólares financieros como el CCL y el MEP también mostraron caídas a $1.150 aproximadamente, impulsados por la expectativa de un aumento en la liquidación de divisas del sector agroexportador.
Una jugada para calmar las aguas y eludir al FMI
Como se anticipó en esta columna hace sólo algunos días, la devaluación fiscal que quiere impulsar el Gobierno está en marcha. La baja de los impuestos internos a los vehículos es sólo una parte marginal de lo que traman en la Casa Rosada. La duda, por supuesto, es cómo compensar la baja en la recaudación, garantizando el superávit fiscal.
Pero conviene pensarlo de otra forma. El plan de Milei y Caputo no es sólo una respuesta a las presiones del mercado cambiario, sino una estrategia pensada para escapar momentáneamente de las condiciones que impone el FMI, que a lo largo de la semana presionó por una devaluación urgente del peso como condición para avanzar con el nuevo acuerdo. Como se dijo, el Fondo se retiró de Argentina esta semana sin definiciones claras, dejando al Gobierno de Milei con espacio para maniobrar, pero también con una presión sobre sus hombros para presentar resultados concretos. ¿Es una victoria para el Gobierno el silencio de Kristalina Georgieva?
Incluso alguien podría leer lo sucedido de otra forma. Por un lado, la modificación de las retenciones a las exportaciones agropecuarias, aunque no implica una devaluación formal del peso, sí genera un impacto directo sobre el tipo de cambio real que perciben los exportadores. Es decir, mejorar el tipo de cambio agroexportador sin que ello se traduzca en una devaluación oficial del peso. Por otro, el Gobierno habría buscado dar señales de que está cumpliendo con las expectativas del FMI, pero con un costo fiscal contenido, sin caer en el ajuste directo que el organismo pedía.
Sin embargo, la jugada del Gobierno no tiene costo cero. Si bien está pensada para calmar las tensiones cambiarias y dar un respiro a los agroexportadores con la expectativa de una mayor liquidación de divisas en el corto plazo, sólo lograría temporalmente eludir de manera indirecta las demandas más duras del FMI.
El costo fiscal y las señales al FMI
La reducción de las retenciones implica, según cálculos oficiales, una pérdida fiscal cercana a los 800 millones de dólares, lo que representa apenas el 0,13% del PBI. Sin embargo, desde el Ministerio de Economía apuntan que este costo es contenido y se compensa con las mayores transferencias automáticas a las provincias y con el impacto positivo que tendrá sobre las finanzas públicas la mejora en la liquidación de divisas.
Lo cierto es que, aunque la medida se presenta como un alivio temporal para el sector agropecuario, también plantea un dilema en términos de sus efectos a largo plazo. El FMI no perdonará fácilmente un mecanismo que, aunque efectivo para esquivar la presión devaluatoria, pone en evidencia que el Gobierno está buscando formas indirectas de cumplir con las metas de acumulación de reservas sin tener que recurrir a la devaluación oficial, tal como el organismo había solicitado.
La misión del FMI: ¿sin definiciones y sin soluciones?
El hecho de que la misión del FMI haya dejado Argentina esta semana sin definiciones claras acerca de los pasos a seguir deja en el aire la pregunta de cómo se resolverá la próxima etapa de la negociación. Mientras el Gobierno opta por medidas alternativas que no comprometen tanto la estabilidad fiscal ni la política monetaria, las dudas sobre cómo se alinearán las expectativas del FMI con las decisiones políticas del Ejecutivo siguen siendo el principal punto de conflicto.
De hecho, aunque el Gobierno sigue afirmando que su objetivo es eliminar las retenciones agropecuarias para 2027, el costo fiscal de esa medida, que implicaría una merma de 8.000 millones de dólares adicionales, aún parece lejano, y depende de la capacidad del país de generar superávit fiscal y acumular reservas a través de mecanismos alternativos. En este contexto, la estrategia adoptada por el Gobierno, es decir, reemplazar la devaluación por la devaluación fiscal (recortando impuestos o sumando recursos), será un tema central en los próximos meses, ya que el Ejecutivo deberá continuar negociando con el FMI, mientras mantiene el equilibrio entre las expectativas del mercado y las demandas del organismo.
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