Por Daniel Ezcurra
Introducir a Perón en la coyuntura más inmediata, recordándolo a 40 años de su muerte, puede ser tildado de contrafáctico. Pero si asumimos la densidad histórica que suponen los litigios y las encrucijadas políticas actuales, entendemos pertinente abordar ese diálogo.
La reciente decisión de la Corte Suprema de los EE UU, favorable a los buitres, representa una oportunidad entre tantas. ¿Qué mundo es el que hace posible los deseos de los caranchos financieros? ¿Qué pieza toca el "concierto internacional" si se hace presente la genuflexión de los estados frente a un poder que sólo reconoce poder en las prerrogativas del dinero? Son los países centrales los que más se ven interpelados por estos interrogantes. Son los que han impulsado o dejado hacer a este anarco-capitalismo, los que propiciaron deliberadamente el endeudamiento ulceroso de las naciones emergentes.
Esta lógica aviesa y monetarista fue anticipada tempranamente por Perón, al desestimar la participación argentina en el FMI e identificar la distribución discrecional de las prestaciones del Plan Marshall (nuestro país fue excluido). Como el escorpión, el sector financiero no tardó en mostrar su verdadera naturaleza con los proyectos de desarrollo endógeno, los que apostaron a crecer soberanamente desde adentro hacia afuera.
El primer gobierno de Perón concretó esa voluntad política de liberación nacional a través de una fuerte acción del Estado, que asumió el control del comercio exterior, del mercado cambiario y de la regulación de los flujos de capital. La Argentina se negó a ingresar al FMI, nacionalizó los servicios estratégicos y repatrió su deuda externa. Con estas decisiones, conservó el control económico para proteger la industria, impulsar el crecimiento económico y aumentar el consumo popular. Esas fueron las razones del golpe de 1955 y de la enemistad de los capitales concentrados locales y extranjeros.
Si algo caracteriza a esta tendencia predatoria del neoliberalismo, es el temperamento de los fondos buitre: esa voracidad indisimulada para doblegar y excluir, para hacer de la usura una virtud premiada en un mundo que gira al revés. No exageramos si decimos que la humanidad y los recursos naturales están en peligro. Al decir de Perón en Conducción Política, se actualiza la necesidad de un acuerdo geopolítico que evite la supresión biológica a la que conduce este anarco-capitalismo. La Argentina viene velando por un nuevo orden mundial, respetuoso de la multipolaridad, del derecho internacional, de las minorías, y previniendo sobre este lastre financiero que acecha a todos los pueblos, tal como expuso la presidenta en el G77+China.
En su último mensaje al Congreso de la Nación como presidente, Perón ensayó el "Modelo Argentino para el Proyecto Nacional". Prefiguró la agenda del futuro consignando problemas crónicamente relegados. A saber: el cuidado del medio ambiente, la paz mundial y la posibilidad de un mañana sustentable. Afortunadamente, desde hace once años retomamos esta huella, y no estamos solos en este proceso de integración y fraternidad continental. Perón también hablaba de esto cuando pocos lo hacían. América Latina es hoy un territorio de paz, deseoso por resolver democráticamente sus conflictos y resuelto a estrechar un compromiso democrático por la inclusión social.
Cuarenta años después, Perón está vigente por diferentes motivos. Por su complexión de estadista en tiempos difíciles, por priorizar a los más débiles, por izar las banderas más caras a nuestro pueblo, por desatar las energías nacionales y por largos etcéteras cuya enumeración excedería los objetivos de esta columna. Sigue vigente su prédica frente a los que dicen que no se puede, que lo de afuera es mejor; frente a los zonzos y los que buscan deteriorar la autoestima de las mayorías. Sigue vigente frente a los buitres externos e internos.
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