Sergio De Piero, politólogo y docente de la Universidad Arturo Jauretche, analiza la realidad del Conurbano bonaerense y los prejuicios en torno a ella.
Una columna de Pablo Sirvén, publicada en el Diario La Nación, dejó en evidencia todos los prejuicios porteños respecto del Conurbano bonaerense y una mirada política que gana legitimidad a caballo de discursos cada vez más livianos y violentos que se oyen a toda hora en la TV y se leen en los diarios. Sirvén habló de Buenos Aires como "ese territorio inviable en cuyo africanizado conurbano se deciden electoralmente los destinos de la Patria" y provocó polémica.
INFOCIELO le propuso a Sergio De Piero, un especialista en materia de ciencia política que da clases en la UBA pero también en la Universidad Nacional Arturo Jauretche, de Florencio Varela, pensar un poco la historia, la actualidad y el futuro del Conurbano, tal vez uno de los problemas políticos más importantes que tiene la Argentina.
¿De dónde salen los pobres que hoy preocupan tanto a algunos editorialistas?
Hay una mirada de un Conurbano que parece estable durante décadas, incluso esa idea de que siempre existió de este modo. Pero la verdad es que este Conurbano es hijo de la desindustrialización. Nace en la década del 30 con las primeras migraciones del campo a la ciudad, o de ciudades más pequeñas a la gran ciudad, y migraciones extranjeras, que se asientan con el proceso de industrialización moderado, generado por sustitución de importaciones, pero que comienza a generar un cordón industrial en áreas de curtiembres, metalmecánica, que hace el crecimiento del área que después será el Gran Buenos Aires, el AMBA.
La clave es una fuerte demanda de mano de obra y la expulsión de trabajadores por parte de las economías del interior...
Exactamente. Hay una fuerte demanda de mano de obra que hace que esto se convierta en algo parecido a un lugar de oportunidades de trabajo. En la década del 70, con la dictadura primero y después con el menemismo, empieza la destrucción del modelo de industrialización, también por cambios en la economía mundial, y se creó el conurbano que conocemos hoy. Millones de personas que quedan sin empleo por la desindustrialización, pero también por la crisis de las economías regionales. Cambió mucho el campo en la Argentina, el campo del mediano productor desapareció por la llegada del sector financiero al agro, y eso produce expulsión de gente. Es fuerte el tema de la soja, que sacó al productor agropecuario, al mediano productor, que alquila el campo y se va a vivir a las ciudades. Es una configuración económica mundial que afecta las migraciones. También hubo una fuerte oleada migratoria hacia la Argentina, en la que los lugares más desarrollados, con mayores oportunidades, se convierten en polos más atractivos para que la gente migre.
Ese es, por un lado, el Conurbano.
Hay a la par un fenómeno que es que la Ciudad de Buenos Aires se volvió expulsiva, rechaza a los sectores populares. Se volvió cara y exclusiva, ¿está relacionado?
Omití ese dato, pero efectivamente Buenos Aires se convirtió en una ciudad con niveles de costo para vivir de una capital de país desarrollado. Incluso continúa ese trabajo de expulsión, porque esto que hace Horacio Rodríguez Larreta, de mudar a zona sur edificios públicos para “recuperarlos”, lo que hace es volver más caras esas tierras, con lo cual a todos los que alquilan les van a subir los costos y se van a tener que ir. Hay una lógica muy clara del Gobierno de la Ciudad en este sentido desde hace tiempo.
Me parece importante ver toda la reconfiguración de la Argentina en los últimos 40 años que impacta directamente en la forma de hábitat. Acceder a una vivienda sigue siendo caro y difícil. Si trazás historias familiares ves que el acceso a la vivienda llega gracias a la familia: porque les dan un terreno, construyen arriba, les prestan ahorros para construir una casa pequeña. No son políticas públicas ni oportunidades del mercado.
El PROCREAR tuvo un impacto más grande por eso. En el cuarto cordón del Gran Buenos Aires significó una construcción muy importante de viviendas, igual que en pequeños pueblos de la provincia. Con poco se pudo hacer bastante y se ocuparon espacios nuevos para la vivienda.
Hay que ver toda esa cosa global y el conurbano es fruto de esos cambios. Era esencialmente industrial y se desarmó ese modelo industrial. Quedaron los pedazos que se pudieran reconfigurar con eso. Barrios de Avellaneda, Gerli, en los que trabajaban miles de obreros, quedaron reducidos a casi nada. Inevitablemente se torna más complejo e inviable para la familia esa vida. Aparece la cronización de una pobreza de gente que no consigue insertarse laboralmente o que tiene empleos mal pagos.
El Conurbano sigue creciendo a una velocidad tremenda, zonas que hace diez años eran semi rurales hoy son urbanas y son un caos, ¿falta planificación para encauzar este desborde demográfico? ¿Se puede planificar?
Poder se puede y se hace, con cosas puntuales. En Argentina, por ley, el territorio le pertenece a la autoridad provincial. Ahora, la urbanización es una facultad de los municipios. Tenemos ahí un cruce de poderes públicos que necesariamente tienen que articular. El problema es que el margen de maniobra de los municipios, las posibilidades de presupuesto, son acotadas. Se hizo conocida la toma de tierras de Guernica, pero quien mínimamente conoce el conurbano sabe que es un problema que se va corriendo de manera permanente.
Es un problema de Berazategui, Florencio Varela, Almirante Brown, La Matanza, pensando en el sur. Cuando esa emergencia es permanente, planificar se vuelve complicado. Acciones hay, pero está el tema de los recursos y la capacidad financiera es muy ecléctica: hay municipios que recaudan, que tienen fondos, y los hay que necesitan permanentemente de Provincia y de Nación porque al ABL lo paga el 30 por ciento de los vecinos.
¿Es el Conurbano el problema político más grande que tiene el país, como sostienen algunos analistas?
Por un lado, las metrópolis de este tipo son fenómenos de países no desarrollados. Esta aglomeración de población con necesidades económicas complejas está en Bombay, en el DF, en San Pablo, en Río. Es un problema de la estructura económica. La gente no quiere abandonar sus ciudades. Toda esa discusión cultural no tiene explicación, la explicación es económica. Por otro lado, el problema de los conurbanos y el GBA en particular, es la fragmentación institucional. No existe un gobierno del AMBA y para tomar una decisión se tienen que sentar el Presidente de la Nación, el Gobernador de la Provincia, el Jefe de Gobierno de la Ciudad y los 24 intendentes, con sus poderes legislativos y sus poderes judiciales. Es muy difícil tomar decisiones entre tantas intervenciones institucionales. El Gran Buenos Aires tiene sólo dos instituciones de coordinación y ambas fueron impuestas externamente.
El CEAMSE, que implementó la dictadura, y el ACUMAR, que fue el resultado de una imposición de la Corte Suprema. Fueron por fuera a las decisiones institucionales de los poderes ejecutivos de las regiones. El mayor desafío es cómo pensamos políticas metropolitanas, coordinadas entre los tres niveles de Gobierno y todos los actores involucrados. En salud se vio con la pandemia, el tema transporte es clave, también el sistema educativo, lo es la seguridad. Es imprescindible, es muy difícil también, pero hay que encontrar mecanismos institucionales para coordinar políticas.
Pongo un ejemplo: el macrismo hizo el Metrobús entre Quilmes y Varela, pero no lo hizo en Avellaneda porque el intendente (hoy Ministrode Hábitat de la Nación, Jorge) Ferraresi no lo quería. En definitiva se hizo de a tramos, para una avenida como Calchaquí por la que tampoco pasan tantos colectivos. Estuvo bueno porque hay asfalto nuevo, pero como estrategia para el transporte metropolitano no puede ser parcial, porque se parece más un souvenir que a una política. Rescato como bueno que organizó las paradas de colectivos y que hay asfalto nuevo.
Tampoco la vía es la propuesta de dividir la provincia de Buenos Aires, que es una solución del siglo XIX para el siglo XXI, más allá de que algún partido político le puede interesar para hacerse de una gobernación. Dividir la Provincia es crear más actores institucionales, se hace una mesa más grande para una discusión más compleja.
Parece difícil que dialoguen actores que tienen prejuicios tan marcados y realidades tan distintas.
Hay dos cosas. Por un lado lo estructural: un consenso implica ceder, es un lugar de tensión política e implica darle algo a los que menos tienen. Eso en Argentina, como en todos los países subdesarrollados, es un problema que los atraviesa. Pero al mismo tiempo en los últimos años se ha reiniciado un proceso de cierto segregacionismo étnico, presente desde hace muchos años, respecto de, para decirlo brutalmente, los negros.
Esta aporafobia que se volvió tan visceral y tan latente en los medios y en algunos discursos políticos...
Es eso exactamente. Antes había cosas que no se decían en los medios y ahora se dicen con mucha liviandad. Es peligroso. El macrismo tuvo frases contundentes, del propio Macri, de ministros y funcionarios, respecto de marcar esto. El otro día leía la presentación del libro que escribió Diego Kravetz, secretario de seguridad de Lanús, con una frase interesante para un tipo que es funcionario en Lanús. “A veces, cuando te asaltan, la gente te pregunta, ¿cómo te vas a meter ahí?”. La idea de que en el Conubano te metés.
La idea de que no tenés necesidad para ir, ¿a qué vas?
Claro, ¡sos un boludo! ¿Para qué te metés ahí? Me llamó la atención que un funcionario de un municipio hablara así. Pero es eso: el Conurbano es como un territorio que no es la Argentina, que está invadido por migrantes, por gente de otras provincias, donde hay barones del Conurbano, donde no hay ley. Son todas pavadas. Los intendentes están sometidos a las mismas variantes que cualquier espacio político. En 40 años no hemos tenido un proceso serio de fraude electoral, que sería lo propio de un barón, y si bien los recambios son lentos, de ciclos más largos, suceden. Ya estamos en el tercer recambio desde que volvió la democracia. Hay todo un prejuicio de que hay una Argentina irracional, que no respeta las instituciones; una Argentina republicana y blanca contra la Argentina populista y negra.
Y la idea de que no pueden asimilarse ni producir una síntesis, sino que una tiene que eliminar a la otra.
La idea de que los negros se queden en su lugar, se queden quietos, que no hagan nada. Hace unos años un politólogo dijo que las universidades del Conurbano son negocios mafiosos administrados por los intendentes. Se dicen estas cosas sin pruebas, sin necesidad de demostrar nada.
El dato que se dice siempre pero es cierto: en el Conurbano sólo hay historias policiales, gente que mata a otra gente, y eso es lo único que merece ser relatado. Es una estigmatización, no hay cosas lindas, cosas buenas, buenas políticas.
Quién es Sergio De Piero
Licenciado en Ciencia Política (UBA), Magíster en Ciencia Política y Sociología (FLACSO) y Doctor en Ciencias Sociales y Humanas (UNQ). En el Área Estado y Políticas Públicas de FLACSO es investigador, profesor y miembro del Comité Académico de la Maestría en Políticas Públicas para el Desarrollo. En la misma Área Coordina el Diploma Superior en Organizaciones de la Sociedad Civil. Es profesor Titular regular de la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Profesor Adjunto del Seminario la Argentina Reciente de la carrera de Ciencia Política de la UBA.
En Posgrado ha sido profesor de las universidades de San Martin, El Salvador, San Luis, y de intercambio de la Universidad de Campinas, Brasil. Actualmente es también profesor de la Maestría en Gestión Pública de la UNR y del Doctorado de FLACSO. Trabaja también en talleres de capacitación para organizaciones sociales y políticas. Sus investigaciones y publicaciones tratan sobre organizaciones sociales e historia política argentina reciente. Se destacan: Organizaciones de la Sociedad Civil. Tensiones de una agenda en construcción (Paidos, 2005) A la Plaza de Perón. Movilizaciones del peronismo. 1974 -2011 (EDULP; 2016. Co- compilador). Entre 2004 y 2014 fue Asesor en la Subsecretaría de la Gestión Pública, Presidencia de la Nación.
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