Massa alterna libro, diagnóstico económico y monitoreo de humor social por el impacto de las medidas. De la no sustentable “pisada del gasto” de Caputo a la táctica “Lali” para esconder estadísticas fatídicas. “Autofagia” del sistema político y reseteo de liderazgos.
Por: Gabriel Morini.
Con el peronismo asimilando todavía el impacto de la derrota electoral y en veloz fricción con el formato de gestión del Gobierno nacional, desde las distintas tribus comenzaron los movimientos de reorganización para adaptarse al nuevo escenario.
Los gobernadores pasaron de alternar demandas y resistir la asfixia presupuestaria a la guerra directa, el kirchnerismo emitió un documento crítico de las medidas económicas tomadas desde el 10 de diciembre y el Frente Renovador se apresta a realizar un congreso, la semana próxima, donde planea iniciar un doble pivot: por un lado dar una señal de recuperación de su identidad partidaria apelando al electorado de clase media –golpeado por las medidas de la administración de Javier Milei- y a lanzar sobre la mesa la idea de un recambio dirigencial para que existan nuevos referentes que puedan encauzar el descontento, pero también el desencanto.
La fórmula para calibrar ese camino no es sencilla ni posible de descifrar, todavía. Depende de la variable del tiempo y de los efectos en la micro economía. El diagnóstico que se hace en ese sector es que el votante que optó por La Libertad Avanza será más propenso a darse por estafado electoralmente antes que a reconocer que había sido advertido sobre el error de validar en las urnas el plan de gobierno libertario.
Cerca de Sergio Massa señalan que cada uno de los pasos que dio Milei en materia económica habían sido alertados durante la campaña del tigrense. Y que, para peor, Luis Caputo echó mano de todos los instrumentos económicos y financieros creados durante la gestión del exministro de Economía sobre los que habían hecho llover críticas, con el Impuesto PAIS a la cabeza. Y prescindieron de las medidas virtuosas como la quita de impuesto a las Ganancias en la cuarta categoría o la eliminación de retenciones para las economías regionales.
El análisis que se hace en las oficinas de Libertador donde Massa tiene su bunker, recibe dirigentes de todo pelaje y será la sede de su fundación es que a las variables que el gobierno exhibe como logros deben mirarse con lupa: por ejemplo, el superávit financiero, alimentado, entre otras cosas por haberle pisado pagos a Cammesa por $463.000 millones, entre diciembre y enero. Eso no es gratis. El mundo energético descuenta que le enchufarán un bono.
Hacen la lectura de que el derrotero libertario tuvo hasta ahora un ajuste fiscal que maquilla no una reducción real, sino una “pisada de gasto”, cuya sustentabilidad está en cuestión y atada a próximas decisiones. ¿Qué pasaría si el campo estira la liquidación de la cosecha? O se inventaría un nuevo “dólar soja” o devaluarían. Como sea, reconocen en el massismo que Milei se comporta y actúa como un anarcocapitalista y que su norte está determinado a la dolarización. Ahora, cómo logarlo no escaparía de fórmulas conocidas: o bien un plan Bonex o algo que implique “meter mano a los ahorristas”.
Ni siquiera la relativa pax de los dólares financieros encontraría otra explicación que no fuera el desprendimiento de divisas que van desde el pequeño ahorrista hasta el flujo principal aportado por las grandes empresas, pasando por la transferencia de deuda de privados al BCRA que implica el Bopreal. El fuerte ancla fiscal y por ahora una cuota de credibilidad de los mercados apuntalan la subida de bonos, sin otro factor de contención.
Massa alerta a sus dirigentes sobre un aspecto clave de innegable actualidad: “Trabajo (ahora dentro de Capital Humano) discontinuó la publicación de los datos de despidos desde diciembre a la fecha”. Ámbito pudo corroborar que la última actualización de la Encuesta de Indicadores Laborales que monitorea la evolución del nivel general del empleo, las altas y bajas de personal y sus motivos tiene como último registro noviembre 2023, antes del cambio de gobierno. “Mientras tanto, se discute con Lali Espósito”, suele afirmar Massa en obvia alusión a tácticas distractivas que se perciben como ya como marca de gestión con relativa eficacia. Sobre todo, si el número de despidos –medidos sin herramientas formales- treparan a 300 mil en 60 días. Desde esa óptica, la polémica con la cantante rindió sus frutos.
El otro dato llamativo es que cerca de Massa no vislumbran (todavía) una crisis de tolerancia al impacto de las medidas económicas ni por parte de empresas inmersas en la recesión ni sobre el sector de clase media sobre el que han recaído aumentos de toda clase. Sin embargo, acerca de la reacción de esta última es que están colocados los termómetros porque, para reafirmar la identidad del Frente Renovador sin dejar de pertenecer a Unión por la Patria, es un interrogante quién será capaz de representar los intereses de quienes comiencen a mirar a la oposición y se planteen organizadamente ser alternativa. Hay una cruda reflexión: “para la clase media, ser antiperonista cuando gobierna el peronismo es gratis; pero serlo cuando no gobierna el peronismo, es carísimo”.
La jibarización de la clase media es el fenómeno para el cual Massa plantea que se requiere resetear generacionalmente una clase dirigencial con rostros y liderazgos nuevos –que planea lanzar a la cancha desde su espacio- y una autocrítica del rol del Estado que se atreva a hundir el bisturí para mejorar aspectos que se defendieron dialécticamente desde el peronismo como conceptos pero que en la realidad para el ciudadano eran una frustrante muestra de ineficacia. “Si el Estado presente es ineficiente se convierte en obstáculo”, repitió en su entorno como una interpretación del mensaje de los votantes que recibían como mantra la defensa de la educación pública pero veían escuelas con menos días de clases y un Estado omnipresente administrado sin el criterio de una burocracia profesional.
Eso, sumado a una “autofagia del sistema político” que se plasmó en internas a cielo abierto y por los medios de comunicación empujan –en el diagnóstico que comparte con otros dirigentes- a un “fin de ciclo” donde se deben dar debates profundos “pero puertas adentro”. Vio muchas de las discusiones que plasmó en la campaña reflejadas en el documento publicado por Cristina de Kirchner, que abrió, como siempre el juego de las múltiples interpretaciones. ¿Ayudará el libro que está a punto de publicar en primera persona de los 15 meses desde que desembarcó en Economía hasta la noche final del balotaje? Se prometen intimidades no solo de negociaciones políticas, sino que empresarios y el FMI tendrán protagonismo en las memorias.
Quienes lo frecuentan ven a un Massa dispuesto a administrar consensos con todas las variantes del peronismo, no dispuesto a rifar los votos que obtuvo (sobre todo en las generales donde quedó a pocos puntos de ganar en primera vuelta) y con la mira puesta en no repetir errores ni apresurarse. A sus allegados les confió que pese a que no vislumbra una “V” en la economía que facilite el rebote, sino una extendida “U” con mayores condicionantes, no es posible descartar la chance de que Milei logre, aunque sea, una suerte de “estabilización”, donde el tiempo y la tolerancia social sean la clave. El partido más difícil lo tienen los gobernadores (de distinto signo), en este contexto, que desafían el torniquete financiero tensando con la Casa Rosada y alternando sopapos (coordinadamente) contra un Ejecutivo que demostró que devuelve todas a cualquier costo. La escalada de las últimas horas corrobora esa tesis.
El tablero de la oposición –ante este panorama- debe manejarse como terreno virgen.
Comentá la nota