El ex secretario de Seguridad Comunitaria, que concursó como auditor del sistema de Fiscalías, admitió un quiebre en el área durante el gobierno de Binner, cuando se fue Cuenca. Cree que es necesario plantear un acuerdo político amplio.
--¿Cómo analiza la situación de Santa Fe en materia de inseguridad?
--Lo que pasa en Santa Fe no es muy distinto a la evolución que tiene el fenómeno en otras ciudades grandes y los problemas de las políticas de seguridad de Santa Fe son que quienes trabajaron en esto desde hace muchos años y en distintos contextos, vemos que se repite. En general, la atención está puesta en el momento de la transgresión, al presente, de los delitos cometidos por los débiles. Cuando uno lee encuestas de victimización y analiza hasta investigaciones periodísticas, se da cuenta que el delito es un fenómeno muy extendido socialmente. Por ejemplo, el hurto de energía eléctrica es un delito por demás frecuente en sectores que no se considera que cometen delitos, las grandes evasiones impositivas, fraudes al fisco, mafias de medicamentos, lavado de dinero, un escala muy grande que genera un daño social importante, pero como no se ve, uno no sabe cuantas personas murieron por medicamentos oncológicos fraudulentos. Lo que no quiere decir que no ocurran, que no aumenten.
--Estadísticamente, ¿Reconoce un aumento en el número de delitos?
--Lo que ha habido en el tema de homicidios dolosos, que es uno de los pocos que se pueden medir sin escuestas de victimización, es que hay que manejarlos con cierto cuidado porque no se manejan de manera homogénea en todo el país. A nivel nacional, que se puede marcar en la provincia también, hay crecimientos relativamente significativos desde 1990 hasta 2002, todas las provincias tuvieron aumentos muy grandes del delito. Santa Fe hizo un aumento en el período 1990-2007 de casi el 100 por ciento. La base era otra en Argentina en general, pasó de tres cada 100 mil a seis cada 100 mil, sigue siendo baja para América Latina, pero reconocemos un incremento significativo. Y Rosario que había seguido una tendencia distinta, mantiene una tasa alta, en 2003 fue el pico. Lo que uno puede enmarcar en particular de Rosario es un cambio, un incremento no dramático, una concentración en algunas áreas de la ciudad muy marcada, en las ciudades grandes afecta a hombres jóvenes, como víctimas o victimarios, las mujeres tienen una representación baja como víctimas, generalmente no superan el 16 por ciento. El otro dato, que eso sí se ha mantenido bastante estable durante todos los años, es que el homicidio en ocasión de robo si bien tiene mucho impacto social, tiene un porcentaje que en los peores años no ha pasado del quince, hoy está debajo del diez por ciento del total. El resto, los homicidios son hechos entre gente que se conoce porque son de la familia, tienen relaciones afectivas, negocios en común, o relaciones de vecindad. Es uno de los delitos con tasa de esclarecimiento más alta. En Santa Fe, en los últimos ocho, diez años, encontramos los homicidios cometidos por jóvenes como mecanismo de construcción de identidad. La violencia es un mecanismo fuerte de construcción de redes y reconocimiento en el barrio a falta de otros caminos más convencionales. Si uno cree que hay un camino directo entre comercialización de drogas, disputas territoriales y homicidios, que los hay, pero se olvida de otros que tienen que ver con lógicas de jóvenes en situación de exclusión muy grave, que construyen identidad perteneciendo a una banda, fluctuando en actividades delictivas y que además se enfrentan. No estamos hablando de delicuentes profesionales de carrera, estamos hablando de pibes que derivan de un apego a una construcción convencional de identidad a una construcción delictiva.
--¿Por qué parece difícil entablar políticas de seguridad a largo plazo, a fondo?
--Hay una dificultad en todos los partidos políticos de hacer políticas de seguridad, no hay cuadros. La gente que viene con experiencia de gestión puede tener una simpatía o afiliación, pero viene de afuera, lo cual es un tema complicado. No hay un solo caso en Argentina de lo que yo llamo reforma policial fuerte, dura. No hay un solo ejemplo en Argentina de una reforma planificada. Sí hay gestiones que han encarado reformas puntuales y graduales. La primera gestión de (Roberto) Rosúa con (Jorge) Obeid tomó el tema de Asuntos Internos, empezaron a trabajar en la cuestión de la formación policial que siguió este gobierno. En 2007 la gestión de (Daniel) Cuenca... Lo primero fue crear un Ministerio, que no había. Lo segundo fue preocuparse por Asuntos Internos, formación, avanzó como avanzan las reformas cuando no hay crisis, muy gradualmente, muy sujeta a los vaivenes de la gestión, se detuvo cuando se fue Cuenca, yo con él estuve seis meses y dos años más con (Alvaro) Gaviola. Lo que había empezado con alguna perspectiva interesante se congela.
--¿Por qué se congela?
--Son difíciles las refomas. Las políticas de seguridad no son distintas a las económicas y las de salud. Uno no mete de Ministro de Economía a un buen gerente de un banco porque te va a ir mal. En Seguridad, en Argentina, es muy frecuente ver al almacenero siendo ministro. En los últimos diez años, en todas las provincias, vos te encontrás que los de Economía pueden ser liberales, neokeynessianos, heterodóxos, neomarxistas, un universo muy variado, en todas las provincias. Pero todos tienen una formación acreditada, experiencia política de gestión y habilidad para estar en esos lugares. En el mismo lapso, donde quieras, provincia, Nación, gobierne quien gobierne con las áreas de Seguridad y agarrate la cabeza, no hay formación, es infrecuente. Ni te digo para abajo, en los equipos. Cuando largamos lo del Acuerdo de Seguridad Democrática fue un poco para tapar este bache.
--Cuenca tenía esa experiencia...
--Es un tipo con formación acreditada, experiencia y habilidades. Armó un ministerio de cero. Piensen que estos antes era una subsecretaría en un Ministerio de Gobierno que durante 23 años fue ocupada por tipos vinculados a los servicios de inteligencia o al ejército. Cuenca se fue y se lo reemplazó con alguien que no tenía la formación, la experiencia y habilidad, así y todo se hicieron cosas, desde la Secretaría (de Seguridad Comunitaria) logramos cosas, entre varias marcaría como más interesante la continuidad de la Provincia de aquello que había empezado como un Programa de Naciones Unidas para inclusión sociocultural con jóvenes que lo dejamos funcionando y listo para pasar a escala. Es la única provincia que tiene un programa similar, te diría que la ciudad de Morón es otra donde hay algo parecido. No hay nada en otro lugar.
--Y en Santa Fe, si no hubiera habido un conflicto de gobernabilidad, ¿Se podría haber profundizado la reforma?
--Creo que sí. El programa de gobierno de (Antonio) Bonfatti marca una línea de seguimiento en ese sentido, a mí me tocó participar de su elaboración. Hay que darle tiempo al equipo que hoy lo toma. Creo que el nivel de delito que tenemos en esta y otras provincias hace cada vez más ineludible tener que tomar estas políticas. En los dos lugares donde es claro que no hay corrimiento a la derecha es en Santa Fe y la Nación, el resto no me animo poner a ninguna provincia. Buenos Aires hizo un corrimiento, Córdoba está consolidada ahí. Creo que la primera cuestión que tiene por delante Santa Fe, dentro de mi escepticismo tengo optimismo, es un acuerdo político. No hay forma de gestionar la política de seguridad y una reforma policial, aunque sean muy graduales, sin un acuerdo político. Hay signos interesantes, las posiciones que han tenido Agustín Rossi como diputado nacional y Eduardo Toniolli como diputado provincial están marcando que sectores de una oposición crítica que en materia de seguridad plantean un discurso extremadamente amplio y abierto.
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