El candidato presidencial por el Frente para la Victoria, Daniel Scioli, tiene como una de las ideas de gestión la creación de una banca de desarrollo para potenciar el rol de la banca pública y su complementación con la tarea de los bancos privados.
Considera que la experiencia internacional muestra la importancia de fomentar la inversión productiva mediante el financiamiento, en momentos donde el mundo compite por inversiones, empleo y evitar las consecuencias de la crisis internacional.
La reciente decisión de los países BRICS -potencias emergentes como Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica- de crear un Banco de Desarrollo como eje central geopolítico para disminuir la dependencia de las políticas financieras de los grandes países desarrollados de occidente pone en el centro del análisis la importancia del financiamiento blando en tasas y plazos para la dinámica de las inversiones y las obras de infraestructura.
El propio Brasil, con crisis de por medio, tuvo en 2015 desembolsos del Bndes por 54,8 millones de reales, siendo un 30 % orientado a pequeñas y medianas empresas y microemprendimientos.
China tiene su propio Banco de Desarrollo, Europa avanzó en su Banco de Reconstrucción y Desarrollo y Asia avanza en entidades similares para financiar infraestructura e inversiones. La CAF en Latinoamérica avanza en criterios de banca de desarrollo.
El temor a subas de tasas en Occidente, las rigideces que imponen entidades como el Banco Mundial y el FMI y la agresiva competencia económica frente a la crisis internacional que amenaza agudizarse llevan a decisiones estratégicas regionales y nacionales de contar con instituciones de financiamiento con condiciones preferenciales que vayan más allá del financiamiento privado.
El objetivo en Argentina es lograr líneas de la Corporación Andina de Fomento; el Banco de Desarrollo de China, negociar con Brasil fondeo del Bndes para sectores con déficit comercial estructural, y sumar a estos recursos externos las fuentes locales, como fondos previsionales, programas financieros y la potenciación de la banca pública.
Para su diseño central se torna necesario coordinar las políticas dentro del Mercosur y priorizar la relación con Brasil para consolidar una política industrial y financiera conjunta.
En materia de financiamiento se buscará incrementar de manera significativa el apoyo a las economías regionales, las pymes y proyectos exportadores, enfatizando la necesidad de federalizar el crédito productivo.
El hombre elegido por Scioli para esbozar los conceptos principales, llevar adelante este desafío y vincularlo con el desarrollo industrial es Miguel Peirano, economista fuertemente vinculado con los sectores productivos y gremiales como la UOM. Se le reconoce un perfil técnico, de excelentes vínculos con rubros industriales, y fluida relación con autoridades de la cancillería de Brasil, valorado para lograr un trabajo coordinado en el Mercosur.
En el 2007, Peirano decidió no continuar como ministro de Economía y Producción motivado en las fuertes diferencias con Guillermo Moreno por la política en el Indec, por la falta de reconocimiento del problema inflacionario y por la lógica de intervención del Estado que lideraba el actual agregado comercial en Roma.
Otro economista heterodoxo que se suma al reciente acercamiento es Aldo Ferrer. De hecho; Ferrer mantuvo reuniones con él a fin de analizar la situación económica global y la dinámica del escenario internacional. Es considerado un referente central del pensamiento latinoamericano, de visión desarrollista y si bien mantiene un respaldo explícito al rumbo económico en general ha planteado en diversas oportunidades la necesidad de realizar modificaciones en materia cambiaria, fiscal y en el propio Indec.
Claramente, con estas referencias económicas, Scioli consolida su visión alejada de la ortodoxia económica.
Peirano y Ferrer consolidan una referencia económica en el sector industrial y serán parte de un conjunto de economistas que son liderados por Miguel Bein, Mario Blejer y Silvina Batakis y con un rol central de Rafeal Perelmiter, de estrecha confianza profesional con Scioli.
Una deuda pendiente desde el regreso de la democracia
La creación de un banco de desarrollo fue varias veces impulsadas desde el regreso de la democracia pero siempre postergada por el recuerdo del fracaso y liquidación del Banco Nacional de Desarrollo (Banades). En la década del noventa, se buscó protagonismo del BICE (Banco de Inversión y Comercio Exterior) pero la falta de acceso a fondos limitó su capacidad de actuar en fomento de la industria.
La experiencia del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) fue siempre tomada de ejemplo, por el rol central que tuvo y tiene tanto en la radicación de empresas en su territorio y como en la posibilidad de trasladar fábricas a las zonas más postergadas como proceso de integración territorial. El BNDES entregó el año pasado créditos por 190 mil millones de reales (unos noventa mil millones de dólares al tipo de cambio promedio de 2014) y tiene como parte de su financiamiento los recursos de la seguridad social.
El banco ahora tiene intenciones de crear Daniel Scioli si accede a la primera magistratura toma la experiencia brasileña pero también la idea de aprovechar todos los recursos que hoy maneja la banca pública en el país para potenciarla.
La capacidad de análisis de proyectos que tiene el Nación o el BICE, por ejemplo, serán necesarias para que el banco tenga una rápida acción y no quede trabado por la burocracia.
Y las líneas de crédito pueden ser complementarias, dejando a los públicos el financiamiento de los cinco o diez primeros años y tomando el riesgo por el mayor plazo. De esa forma, también se podría integrar la banca privada que tendría la responsabilidad de analizar las carpetas de las empresas y otorgar el crédito a mediano plazo dejando al banco de desarrollo el financiamiento a largo plazo.
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