Hay muchas fotos, pero no alcanzan para arrastrar al electorado. En Rosario, el Gobierno no ha ayudado a resolver la inseguridad.
Ignacio Zuleta
Las fotos no arrastran votos
Patricia Bullrich se acercó a Daniel Scioli y le dijo: "Te voy a necesitar cuando sea presidenta". Scioli respondió: "Yo también te voy a necesitar cuando sea presidente". Este cruce, verificado cuando llovían nabos y melones sobre la fiesta de la Vendimia, ilustra la fuerza y la debilidad de lo gestual en política. Patricia logró alinear al radicalismo local y del resto del país en torno a su postulación como candidata. Un recorte que dejó a medio Cambiemos afuera - no estaban en esa foto Horacio Rodríguez Larreta, Gerardo Morales, Elisa Carrió, Mario Negri ni Martín Lousteau – si faltaba uno más, ya no cabía, diría Macedonio que también era Fernández. Scioli se diferenció de los cabezudos del oficialismo que fueron a Mendoza - Sergio Massa, Wado de Pedro, para mencionar sólo a los presidenciables del gabinete: fue el único recibido en la casa de gobierno por el gobernador Rodolfo Suárez. Un reconocimiento que los otros ministros no lograron, atados a las inquinas de Alberto Fernández con Mendoza, de las que parece despegarse el embajador.
La puja es por la sortija de las candidaturas
La gestualidad de los dirigentes es un ingrediente principal en las campañas. Pero inducen a la confusión a quien crea que las fotos arrastran al electorado. Si sólo fuera cuestión de sacarse fotos, estaría todo solucionando – lo sabe Macri, a quien le sobran fotos de prestigio, pero no le bastan para salir del entretiempo.
Las imágenes no afectan a la decisión de los votantes, que ya saben qué les gusta, y qué no. Tienen decidido de antemano a quién le pondrán el voto. Son gestos que tienen como clientela a los propios dirigentes, y les sirven para disputar su espacio en el escenario. No hay foto que modifique la intención de voto del 30/32% que tiene el peronismo en cualquier elección. Tampoco hay foto que modifique la adhesión por encima del 40% que tiene Juntos por el Cambio en los siete distritos más grandes de la Argentina. Las señales como las que brindó la Vendimia mendocina solo alimentan una puja por la sortija de las candidaturas. Los votos ya están donde están y nada los va a mover.
Familias enfrentadas: Vendimia vs el cumple de Carrió
Bullrich juntó un arco radical - que no sabe si es macrista o solo anti larretista. Quedó el testimonio de una de las familias internas de la oposición. Tiene enfrente al arco identificado con Larreta-Morales que en diciembre pasado celebró el cumpleaños de Elisa Carrió en su casa de Capilla del Señor. Quien quiera hacer historia de urgencia que mire esas dos fotos y verá por dónde se corta la puja interna de la oposición. La diferencia es que en la fiesta de Carrió hubo risas y canciones, se bailó “Muchachos” y Larreta rindió examen de karaoke. La foto mendocina fue adusta como son los mendocinos.
Quedan, claro, algunos miembros de la familia flotando en el borde. Lousteau no estuvo en ninguna de esas dos fotos. A Rodrigo de Loredo no le alcanzan sus ojazos para mirar dónde pararse: pertenece a un espacio nacional - el loustosismo que es socio de Larreta - que le juega en contra en Córdoba. En su provincia él va contra Luis Juez, impugnado por el macrismo. Pero a no engañarse; son todas ventanillas para barrer votos dentro del mismo espacio, que en la urna no se dividirá. Ganarán o perderán todos juntos.
Macri manipula la interna ajena
Esta semana Morales quiere reunir a los dirigentes que integran la mesa nacional de Juntos por el Cambio. La agenda es tan incierta como la fecha en que se realizará. Pero incluye una decantación de este juego de gestualidades, en donde aparece Macri como manipulador remoto de la interna de los radicales: empuja el meneo de Bullrich con Cornejo, halaga con comidas y caricias a Facundo Manes - le dijo que es el mejor candidato de su partido a presidente, una manera de decirle que lo querría de vicepresidente en una fórmula del PRO – y a De Loredo, a quien invita a cenar como si fueran correligionarios.
No es nuevo, ocurrió en 2015 cuando se negociaba la formación de Cambiemos y Macri operaba sobre la convención de Gualeguaychú para tomar distancia del mismo Morales al que desaira hoy. Revisar el escenario mendocino implica auditar el formato que Morales le ha impreso a su jefatura en la UCR, que se contamina con su tiple rol de presidente del comité Nacional, gobernador y candidato.
Ese pluriempleo redunda en una división del bloque del partido en la Cámara de Diputados y cierta distancia respecto de los dos jefes de bloque del Congreso: Mario Negri y Luis Naidenoff (alineado hoy con Gustavo Valdés). Negri suele repetir que “para estar juntos, hay que construir el juntos”. El radicalismo ya ha pasado antes por este desflecamiento. En 2003 disputaron Moreau vs. Terragno por la candidatura, y Leopoldo hundí al partido en la peor de las derrotas (2,35% de los votos). En 2007 Julio Cobos fue de vice de Cristina y Morales de vice de Lavagna.
Para ser líder no basta con ser jefe
La oposición de Juntos por el Cambio tiene ajustar detalles de su estrategia. Uno de ellos es la construcción de liderazgos que se pongan por encima de la contradicción en sus fuerzas. Líder es quien contiene a su contradicción. Quien no lo hace, es jefe de su facción. Nada más. Es la diferencia entre ser general y ser coronel. Macri intenta contener a su contradicción en el PRO, pero sólo puede hacer equilibrio diciendo que no es candidato. Esto le permite coquetear con Manes y con Larreta al mismo tiempo. Le falta hacerlo con Morales, a quien también le falta decisión para levantar el teléfono y reunirse con Macri en Los Abrojos, no en Pepino, a ver si nos entendemos. En Cambiemos algo así solo lo puede hacer Carrió, que está por encima de esas inquinas, y usa el dedo paralizante muy selectivamente.
Larreta lo intenta, pero Bullrich no quiere saber nada con él y lo lima cuando puede. El riesgo de este jugueteo es que la puja interna entre en un esmeril de suma cero, que implicaría que candidatos de Cambiemos hicieran campaña diciendo que los gobiernos de Jujuy o CABA (Morales y Larreta) son parte de la Argentina insoportable que Macri o Patricia quieren cambiar. Ojo, eso ya lo dicen los candidatos del oficialismo y es la bandera del cristinismo.
Scioli quiere sacarle votos a la gestión
Scioli aprovecha las gestualidades, oficio del que es un estilista insuperable. Hace campaña ejerciendo un cargo público, algo difícil hoy en un oficialismo al que le cuesta mostrar gestión. Recibe a gobernadores de todos los partidos y ata su suerte a que le vaya bien como embajador en Brasil. Usa el mismo método que Massa - intentar que la gestión se facture en votos - pero le va mejor que al ministro. Sergio no puede contener el desorden de los indicadores. Scioli, en cambio, te lo trae a Lula con la misma vaselina con la que te traía a Bolsonaro y se encarga de ir a la Vendimia con compradores brasileños de vino, no con tomadores de vino como tantos que aprovecharon la copa gratis en las bodegas durante el fin de semana. No se quedó con el resto de los funcionarios del gobierno al asado que organiza todos los años el grupo Vila. Mejor estar por encima de esas gestualidades. Esta semana lo tiene en Brasilia al Vasco de Mendiguren para tareas que cree más provechosas para su perfil de candidato.
Cree que cosecha por adentro y por afuera
Se rió del cruce con Bullrich y deja que corra el tiempo, el gran ordenador - según insiste en sus explicaciones estratégicas mientras acaricia en La Ñata su aparato político, o sea su celular. Está convencido de que puede ser competitivo en unas PASO del oficialismo porque, a diferencia de los demás anotados, de Cristina a Alberto, pasando por Massa, Wado o Capitanich - puede cosechar votos dentro del peronismo y también afuera del peronismo. Con ese diferencial aprovecha posicionamientos que le traen rédito. Como cuando dijo que en el debate sobre el narcotráfico en Santa Fe "estoy a la derecha de la derecha". Cosechó apoyos de sectores que no esperaba. Apuesta a la misma ficha que cuando era gobernador y enfrentaba al garantismo que sostenía Cristina desde Olivos. En aquella puja de su entonces ministro Ricardo Casal y la titular nacional Nilda Garré, ésta fue eyectada a la OEA y Casal permaneció en el cargo. Ocurrió en 2013. El punitivismo paga en el área metropolitana, por eso fue bandera de Duhalde, Rico, Patti, Ruckauf y De Narváez, después de Vidal y ahora de Bullrich y Scioli.
Semana para guapos: Stornelli, Aníbal, Alberto
Con este clima comienza una semana para guapos. ¿Será tan guapo el fiscal Carlos Stornelli para ir este martes a la Comisión de Juicio Político? En el fin de semana hubo noticias de que no irá. Pero este lunes hay una reunión de la bancada opositora en la que se informará si concurre o no al interrogatorio de los savonarolas.
Le sobra cuero porque ya enfrentó otros "pufs". Stornelli tiene el record de ser el mismo fiscal que en 20 años enfrentó a dos presidentes - Menem en la causa armas, y Cristina, que se escabulló del pedido de detención, como Menem, porque ocupa una banca aforada. El discurso de Alberto ante la Asamblea vació a la comisión del poco rango técnico que tenía. Un fallo de cámara sobre la banca de la diputada Roxana Reyes en el Consejo de la Magistratura, y contra el oficialismo, sacó del medio una de las causales del pedido de juicio.
Está al caer el aval a Luis Juez en representación del Senado – depende de que lo destrabe una Cámara o la Corte, si admite un per saltum - y si ocurre, cambia la música. Tanto que esta semana puede ya haber reunión de Labor Parlamentaria en el Consejo, que desde la nueva integración en noviembre no se ha reunido. El organismo podrá elegir vicepresidente y titulares de las comisiones, para que comience una nueva etapa de su trajinada historia.
Frivolidades: ¿superinteresante o re?
Aníbal Fernández también se expone a una prueba de guapos el jueves. Está citado a la Comisión de Seguridad de la cámara. En la última sesión de Diputados, que ocurrió antes del estallido rosarino - la amenaza contra la familia de Messi –, el oficialismo admitió la comparecencia del ministro. Pero ahora el debate tiene otro color. Aníbal tiene cuero duro y si va o no dependerá de que al gobierno le convenga o no el debate. Hasta ahora el oficialismo responde con pocos recursos al estado de inseguridad de Rosario, que no comenzó ahora pero que tampoco ha ayudado a resolver.
En el tratamiento de los temas de seguridad hay excesos de frivolidad. Basta como prueba la intervención en este agrio debate de la exministra Sabina Frederic. Como si estuviera en una sobremesa dijo "Sería súper interesante que Messi colaborara con un plan de desarme en Rosario”. Se la disculpa porque es una académica, pero hay que recordar que manejó el área durante dos años. Hoy administra los llamados Cascos Blancos desde un cargo que debe ser también "súper interesante". "Re", como dicen los chicos.
Las armas no mueven el crimen
Si se estudian las experiencias en otros países que sufrieron crimen organizado y proliferación de armas, y en especial la experiencia de África Austral, en libros tales como "Governing Arms: The Southern African Experience" compilación editada por Virginia Gamba en el 2000 y publicada en Pretoria, se pueden resumir lecciones aprendidas donde el desarme por sí solo no es una estrategia para eliminar el crimen.
Un arma es -en sí- un sistema complejo compuesto del arma, su munición y la mano que la usa. Los tres deben ser controlados, regulados y contenidos. El crimen organizado no está impulsado por las armas sino por la ganancia económica y la economía informal, que es lo que le da poder. De acuerdo con estas experiencias no se pueden controlar las armas de fuego ni la proliferación ilegal de armas a menos que se hagan tres cosas simultáneas: el manejo (gerenciamiento), la resolución y la prevención del (mal)uso de armas de fuego y de su proliferación ilícita. Solamente actuando en forma coordinada en las tres áreas se puede aspirar a bajar el nivel de violencia armada en los países. Es, como dice el título del libro, una cuestión de buena gobernanza.
Y el Papa los amontona
Otra cita para guapos. Alberto Fernández está invitado, con la cúpula del gobierno, a la misa en Luján por el aniversario de los 15 años de la creación de los Hogares de Cristo. El entonces arzobispo Jorge Bergoglio los impulsó para atender a jóvenes víctimas de la droga. Las invitaciones corren por cuenta del padre Pepe bajo el lema "Tenemos que lograr que en algún momento el Papa pueda venir a la Argentina”. Promete convocar a 10 mil dirigentes de todo el país comprometidos con esa causa.
Para el mismo día, un grupo del oficialismo intenta una algarada en Avellaneda para lanzarla a Cristina como candidata. Es demás el aniversario de los 50 años del triunfo de Cámpora en 1973. Fernandez prefiere ir a Luján, adonde Cristina también está invitada. Maná para la prensa cristino-dependiente, que la hay en las dos militancias. Francisco ha dejado saber a sus delegados en la Argentina que el aniversario de los 10 años de Papado, que se cumplen el lunes 13 de marzo, no le interesa mucho. Hasta parece algo disgustado por lo que se viene haciendo y publicando por iniciativas de terceros. Teme que se banalice su magisterio. El domingo 12, también en Luján, los arzobispos Oscar Ojea (de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal) y Víctor Fernández (de La Plata y referente máximo de Bergoglio entre los obispos), harán una concelebración en la basílica. Y está invitado el presidente, pero ya son demasiadas invitaciones.
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