Para Sandra Díaz, la norma debe privilegiar el interés colectivo por sobre los privados. La bióloga de prestigio mundial explica cómo el desmonte afecta el agua y la fertilidad del suelo. Los puntos más conflictivos de la nueva norma
Sandra Díaz es una de las voces cordobesas más prestigiosas para hablar sobre bosques nativos. La bióloga, egresada de la Universidad Nacional de Córdoba, integró el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU que obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 2007, es una de los siete científicos argentinos miembros de la Academia de Ciencias de Estados Unidos y ha sido reconocida en 2016 como una de las mentes más influyentes del mundo, según la consultora internacional Thomson Reuters.
Su área de estudio son los bienes ambientales comunes (BAC). “Son procesos naturales que brindan beneficios esenciales a los seres humanos y que son un patrimonio inalienable de toda la sociedad. Su apropiación por parte de un grupo particular no es posible y, si es posible, no debiera ser legítimo”, explica.
“En procesos de deforestación como los que ocurrieron y están ocurriendo en Córdoba perdemos bienes ambientales comunes”, inició su charla para un apretado auditorio en Ciudad Universitaria. El evento contó con las exposiciones de otros cuatro científicos y fue organizado por el Conicet Córdoba, en el marco del debate surgido a nivel político y social sobre un cambio en la actual ley de ordenamiento territorial del bosque nativo.
Díaz detalló parte de sus investigaciones, centradas en cómo el bosque nativo en sus diferentes estados mantiene bienes ambientales comunes como el acceso a un ambiente saludable. “Si seguimos perdiendo bosque, Córdoba no podrá garantizar bienes ambientales vitales para la sociedad”, concluyó.
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Los puntos más conflictivos de la nueva norma
La experta indicó que los bosques contribuyen al secuestro de dióxido de carbono (CO2) con la formación de biomasa. De esta forma se contribuye a no seguir incrementando el calentamiento global. “El reemplazo de una hectárea de bosque conservado por un cultivo anual emite más de 50 toneladas de carbono o el equivalente a las emisiones anuales de 40 cordobeses”, ejemplificó.
Otro bien ambiental común (BAC) es el acceso a agua en cantidad y calidad, y en el momento deseado. “La deforestación en Córdoba no es la causa de que haya precipitaciones torrenciales en los últimos años. Pero tener una infraestructura verde para regular la distribución de agua o no es lo que hace una diferencia muy importante en el impacto que esas lluvias van a tener sobre las poblaciones y el resto de la infraestructura humana”, explicó.
La fertilidad del suelo a largo plazo también es un BAC porque tarda cientos de años en formarse. “Los estudios que realizamos en Córdoba indican que la fertilidad es claramente mayor en los bosques. En los cultivos se mantiene de forma artificial. Lo más importante a largo plazo es el aporte de hojarasca al suelo, porque esa es la fábrica de fertilidad a largo plazo”, detalló.
Díaz ejemplificó con la formación de nuevos ríos que está ocurriendo en el sudoeste de Córdoba. “Por donde pasan estos nuevos ríos se pierden miles de años de formación de suelos. A los dueños de esos campos se los puede compensar, pero a las generaciones de cordobeses, no. No tiene solución”, indicó.
El desarraigo en el monte chaqueño. “La agriculturización del bosque expulsa a la gente”, dice Díaz. Otro disertante de la charla del lunes fue Marcelo Cabido, investigador del Conicet. Coincidió en que la “pampeanización” del bosque chaqueño expulsa gente. “En 1930 ya se habían perdido 11 millones de hectáreas de bosque. Parte de ese monte había resurgido cuando empecé a recorrerlo en la década de 1980. En esos bosques había mucha gente que vivía del monte, tenía una cultura de cría de cabritos. Los registros de población muestran que hay menos gente ahora que cuando había bosque. La pampeanización de los bosques expulsó gente que sabía aprovechar el bosque”, dijo Cabido.
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