Kicillof combina gestión con discurso y campaña de hecho. Cuáles fueron los ejes de construcción de candidatura. Las prioridades. La relación con los sindicatos. El interior de la Provincia. La base propia.
Por Martín Granovsky
Las dos conversaciones se realizaron en modo on the record y se publicaron aquí mismo.
La primera fue el 22 de noviembre de 2022 en La Plata. De ahí surgió esta definición:
--Lo más lógico es que sea candidato a la reelección cualquier titular de un ejecutivo, nacional, provincial o municipal, que esté haciendo un buen gobierno y constitucionalmente tenga la posibilidad de reelegir. Axel es un buen gobernador y la Constitución le permite reelegir. Dicho esto, lo va a decidir nuestra fuerza política.
La segunda conversación transcurrió en la noche del 16 de mayo.
--Y ahora, después de la confirmación de Cristina sobre que ella no será candidata, ¿qué? --fue la pregunta.
--Después de Cristina, Cristina. Es decir, lo que defina Cristina.
--¿Textual?
--Textual.
Las definiciones pertenecen a la misma persona: Carlos “Carli” Bianco, jefe de Asesores del gobernador Axel Kicillof. El dueño del Renault Clio que en 2019 transportó a Kicillof por toda la provincia de Buenos Aires para cumplir la meta. Otro porteño se lanzaba a conquistar el distrito más grande del país para gobernarlo.
Kicillof lo ganó y lo gobierna. Hay un cierto estilo Clio en la gestión. Recorridas permanentes, en el interior de la Provincia y en el Conurbano. Mucho diálogo con sectores productivos, incluso mano a mano. Buena relación con los intendentes radicales, en parte asombrados de que Kicillof no haya desplegado una política antiagraria como les marcaba el prejuicio. Inauguraciones. Mate, mucho mate. Y al menos un discurso por día.
Nadie formalizó a Kicillof como candidato, pero no importa. Lo único que impedía su postulación era que fuese el candidato a Presidente elegido por CFK. Con el anuncio que encaramó a Wado de Pedro, solo resta una incógnita: si Kicillof es precandidato porque habrá interna con Victoria Tolosa Paz o si la ministra de Desarrollo Social se baja, hay una forma de síntesis y el gobernador queda solo.
Es difícil determinar cuánto de la campaña previa para que Kicillof no fuera candidato en la Provincia fue real. Arduo descubrir cuánto fue producto de una rutina burocrática, de ésas que llevan a repetir lo escuchado sin chequear si es verdad o no. O si fue verdad pero dejó de serlo.
Martín Insaurralde, por ejemplo, su jefe de Gabinete tras la derrota parlamentaria de 2021, nunca lo postuló a Presidente. Pero jamás dijo públicamente que Kicillof no debía ser el candidato en la Provincia. Tampoco lo hizo Máximo Kirchner, con quien la relación del gobernador no transita su momento más luminoso.
Si lo que más pesó fue el dedo de Cristina, hubo una decisión directa y otra indirecta. ¿Cuál fue primero? ¿La de Wado candidato nacional, y por lo tanto Axel candidato provincial? ¿O al revés? Sea como fuere, algo es cierto. Mientras repetía sus mantras (quiero ser gobernador pero no es un capricho personal, será el espacio el que decida, la jefa del espacio es Cristina) Kicillof fue construyendo una masa crítica para su candidatura a la reelección. Tomó el bastón de mariscal, diría Cristina que decía Perón. Jugo fuerte. Y, dato poco tomado en cuenta por los rutinarios, la vice no lo frenó.
El primer eje de construcción política fue no descuidar la gestión. Con la pandemia ya terminada y sin chances de controlar la macro, porque los fundamentos de la política económica son nacionales y no provinciales, Kicillof eligió un perfil productivista y una estrategia de compensaciones. Si la tasa la fijan el Banco Central y el Ministerio de Economía, el Banco Provincia podía cambiar la composición de su cartera y hacer énfasis en las pymes. O el ministerio de Hacienda podía diseñar subsidios y aumentar por debajo de la inflación los impuestos para la franja inferior de la pirámide.
El segundo eje de construcción fue fijarse prioridades de gestión y de discurso. Aquí lo primero es la refacción y la construcción de escuelas. El número de edificios escolares inaugurados es el que Kicillof tiene más presente. “Ya son 164”, corrige si alguien se equivoca en la cantidad. Lo segundo es la salud pública. Lo tercero la seguridad medida en la baja de homicidios dolosos y en el descenso de la reincidencia.
El tercer eje consistió en consolidar la base propia y en ampliarla de manera permanente. En términos sindicales, por ejemplo, Kicillof arrancó con el apoyo de la Central de Trabajadores Argentinos y del Suteba, el mayor sindicato docente de la Provincia, y casi cuatro años después amplió el apoyo a gremios industriales poderosos como la Unión Obrera Metalúrgica y el Smata. Igual fue el sistema de armado con los intendentes. Desde el entusiasmo inicial de Mario Secco, de Ensenada, alcanzó el apoyo explícito a su candidatura de 45 intendentes. Una muestra del avance en los apoyos fue la serie de fotos posadas llenas de gente de pie en la residencia del gobernador, en La Plata. Había que mirarlas con lupa para jugar al quién es quién. Pero justamente esa gracia era posible por la rosca previa. Del quién es quién se pasaba a quién ha llegado por primera vez a casa.
El cuarto eje, que tendrá un efecto inmediato, fue que ni Kicillof ni su círculo más íntimo, que integran Bianco, el ministro de Producción Augusto Costa y el presidente del Tribunal de Cuentas Federico Thea, se preocuparon por las distintas variantes de la rosca. Ni buscaron legisladores provinciales propios ni promovieron legisladores nacionales. Acaso porque cuadros no sobran y, como dijo una vez Julián Domínguez, es más difícil gobernar el Estado bonaerense que la provincia de Buenos Aires. Acaso porque si tenés el manejo del Ejecutivo y controlás las internas, tu poder es inmenso. Por eso también Kicillof admitió el desembarco de los intendentes resuelto por Cristina (el propio Insaurralde, Leo Nardini en Obras Públicas) y esa movida no cambió la dinámica de la decisión diaria. Y por eso no se ocupó de cooptar intendentes. Dejó que cada uno hiciera su juego político. No se metió en una pelea ni siquiera en el peor momento del vínculo con Máximo Kirchner, presidente del PJ provincial, cuando en un acto en Avellaneda MK lo criticó porque, según dijo, faltaban militantes en el gobierno.
Hay un quinto eje. Sin que fuera el tema principal, porque la prioridad uno en el discurso y en la gestión fue la gestión misma, el gobernador eligió dos enemigos con nombre y apellido: María Eugenia Vidal y Mauricio Macri. "No es por ser insidioso, pero...", y después de ese "pero" llegaba la referencia a su antecesora en el cargo. Porque el subsuelo del Teatro Argentino estaba abandonado. O porque la casa de gobierno no tenía mantenimiento. O porque no había cartera productiva en el Bapro. O por los calabozos llenos de presos y, además, superpoblados. O por la GestaPro, aquella reunión en la que el ministro de Trabajo de Vidal, Marcelo Villegas, lamentó carecer de una Gestapo, la policía política de Adolf Hitler, para combatir a los gremios. Reunión, por cierto, con la presencia de jefes de la Agencia Federal de Inteligencia y de empresarios.
En Macri, Kicillof personalizó sobre todo la contracción de la deuda con el Fondo Monetario Internacional y la prevalencia de la timba financiera y la fuga como modelo económico.
Estos ejes de construcción de candidatura, según pudo saber Buenos Aires/12, o de construcción de política mientras se gobierna, seguirán vigentes de ahora en adelante. Más un agregado: la campaña será doble. Provincial y nacional. El propio Twitter del gobernador del jueves 22 de junio quedó como un ejemplo de cuál será el estilo. Ya después de las nueve de la noche, el primer tuit era un RT al video de Wado de Pedro. Y los siguientes daban cuenta de la actividad del día: narraban la inauguración de una alcaidía, el estreno de un edificio propio para un centro educativo y el acto de graduación de los cadetes.
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