Fue al inicio de la cuarentena que empresarios de la ciudad fueron convocados a acompañar con recursos a la municipalidad de General Pueyrredón. En sólo meses, la caja municipal superavitaria había sido liquidada debido a un manejo irracional e irresponsable de los recursos públicos.
por José Luis Jacobo
Germán Blanco, sucesor de Hernán Mourelle, aceptó el criterio político de Guillermo Montenegro y, bajo órdenes de Alejandro Rabinovich, dio curso a un gigantesco e innecesario aumento del gasto público, retornando a prácticas propias de la corruptela política en consenso con el gremio que nuclea a los municipales.
La pandemia que no vieron venir, y la cuarentena, los agarró con las partes íntimas al descubierto. Siguiendo el precepto de “en donde hay una necesidad armemos un curro” buscaron en el sector privado los recursos que no estaban en la caja publica.
En la era de las redes, raudamente, y en medio del espíritu malvinero del primer momento de la cuarentena, se armó el grupo de WhatsApp “Red de recursos Covid-19”. Millones han salido de los bolsillos del sector privado hacia los de los funcionarios de esta comuna.
Y no es para echar la mirada sobre el sector privado, que actuó con entusiasmo y generosidad. Los interrogantes son: ¿Cuánto dinero se recaudó? ¿Qué destino tuvo el dinero? ¿Cómo se administró? ¿Para qué fines se utilizó? A partir del momento en que estos recursos pasaron a manos públicas, estos interrogantes forman parte de un secreto mayor.
Hay dos funcionarios que tiene una parte de las respuestas: Fernando Muro, y Marcelo Lacedonia. En el área de administración de salud, Lacedonia dice que todo se manejó en blanco, y que se compró por licitación. No obstante, en algunas de esas licitaciones que fueron más bien compulsa de precios entre privados, las compras no fueron siempre al menor coste.
Mis fuentes hablan de millones, y ahí varían las versiones, porque se pierde la idea precisa de los montos. La cadena se cortó cuando se empezó a advertir que se pedían recursos para adquirir productos a precios que superaban a los del mercado. Uno de los testimonios que recibí señala: “era un pedido para unos cientos de kilos de un producto de primera necesidad. Un producto que adquiero a diario, el sobreprecio al que lo solicitaban era del 40%”. Ahí, el aportante decidió borrarse tras decir: “solidario, sí, de boludo no”.
Es un hecho que la buena voluntad y entusiasmo de quienes bien podrían haber dicho “yo pago mis impuestos, ¿por qué entregar dinero de este modo?” ha sido burlada. Sé quién se encargó de reunir el dinero, y sé que es intachable. El tema no son los privados: el tema es los que manejan el Estado como si les fuera propio.
La ruta del dinero M será un gran tema en los meses por venir.
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