La presidenta de Brasil, que tiene un pedido de juicio político de la oposición, respaldó al gobernador y le prometió fortalecer las relaciones bilaterales si llega a la Casa Rosada
Sin haber ganado, el candidato del Frente para la Victoria, Daniel Scioli, se puso ayer su traje de estadista internacional y en un mismo día realizó una intensa minigira por Uruguay y Brasil para entrevistarse con sus respectivos mandatarios. Confiado en un "voto útil" que le daría la presidencia en la primera vuelta electoral, el gobernador de Buenos Aires mantuvo todo el tiempo su mensaje destinado a los electores argentinos y no dudó en colocar en la campaña a la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, atormentada por una gran crisis político-económica.
"La presidenta me dijo: «Aquí hacemos augurios para tu victoria, que va a ser una elección muy importante para la región también porque tenemos una agenda y una visión de futuro común»", señaló a la prensa Scioli al término de la reunión de unos 45 minutos que compartió con Rousseff al final de la tarde en su despacho del segundo piso del Palacio del Planalto.
La mandataria prefirió no bajar al encuentro con los periodistas, pero el asesor presidencial para Asuntos Internacionales, Marco Aurelio García, que participó de la entrevista, bajó un poco el tono de las palabras de Scioli.
"La presidenta afirmó su disposición a cooperar con el futuro gobierno, evidentemente teniendo en vista la perspectiva de que él gane las elecciones. No voy a decir ni que deseó la victoria de él ni voy a decir lo contrario. Lo que la presidenta enfatizó fue que la Argentina es un país fundamental para Brasil, un eje que tenemos que cultivar en América del Sur, y que después de las elecciones ella está dispuesta a darle toda su cooperación a él si es elegido presidente", dijo García a LA NACION. Consultado acerca de si Rousseff estaría dispuesta también a recibir a los candidatos opositores, el asesor presidencial brasileño apuntó: "No ha habido solicitud de otros candidatos".
Scioli llegó a Brasilia directamente desde Montevideo, donde se reunió con el presidente Tabaré Vázquez (ver aparte), y fue recibido aquí por el embajador argentino, Luis María Kreckler. Luego se dirigió sin respiro al Palacio del Planalto. En la entrevista con Rousseff lo acompañaron también el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri; el secretario de Relaciones Internacionales bonaerense, Rafael Follonier, y uno de los asesores económicos de Scioli, Rafael Perelmiter. Del lado brasileño, además de García, estuvo el canciller Mauro Vieira, ex embajador ante la Argentina.
Cuando LA NACION le preguntó si a él, como representante de la continuidad, no le preocupaba que al modelo político-económico establecido por Néstor y Cristina Kirchner en estos 12 años le sucediera lo mismo que a Brasil, que gobernado por el mismo tiempo por Lula da Silva y por Rousseff ahora muestra señales de agotamiento, Scioli aseguró que su propuesta incluye cambios.
"Nuestros gobiernos son continuidad con los cambios que son necesarios de acuerdo con las nuevas demandas. Aquí [en Brasil] ha habido millones de trabajadores que salieron de una situación muy complicada y han sido incluidos, como en la Argentina también. Y hoy hay nuevas demandas que tienen que ver con la vivienda, la calidad educativa, la seguridad ciudadana, la cuestión ambiental... son agendas que se van actualizando. No es simplemente cambio o continuidad; es mucho más profundo. Es interpretar las nuevas demandas", explicó.
Sobre las lecciones que podría aprender de los serios problemas políticos que enfrenta hoy el gobierno de Rousseff, que la tienen al borde del impeachment y no le permiten recuperar económicamente a Brasil, el candidato del Frente para la Victoria no dudó en hacer paralelismos con la Argentina y culpar a una suerte de conspiración entre algunos medios de comunicación, jueces y opositores.
"También hemos vivido en nuestro país este triángulo mediático-judicial-político que ante la impotencia de fuerzas opositoras de no haber llegado legítimamente al poder por el voto popular buscan deslegitimar y luego atacar a los gobiernos con una impronta popular", resaltó, para luego desear un desenlace feliz para Brasil.
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