El exdiputado nacional, Fabián Rogel, dijo que con la sanción que se produjo anoche en la Cámara de Senadores de la Nación respecto de la despenalización de la interrupción del embarazo, “el Estado tiene una vergüenza menos”.
“Yo podría- aseguró Rogel- hacer lo que hacen muchos, en lo que llaman la política correcta, no expresarme respecto de la sanción producida anoche en el Senado de la Nación y guardar silencio para especular cuantos ciudadanos y ciudadanas estaban a favor o en contra de esta medida, pero creo que un dirigente político no puede esconderse ni estar pensando solamente en el padrón electoral y teniendo una urna en la cabeza. Un dirigente político en serio, frente a los grandes temas está obligado a expresarse, tiene derecho a expresarse y decir que es lo que piensa, de lo contrario, no puede considerarse un dirigente político”, dijo en un comunicado
Saludó en particular “la decisión de las dos legisladoras nacionales de la provincia de Entre Ríos que asumieron con integridad personal la decisión tomada en favor de aprobar el proyecto de ley”, en referencia a Stella Olalla y a la diputada Gabriela Lena.
“Soy hombre de fe, no tengo ataques ni agravios para la iglesia católica, pero creo que aquí el debate había que ponerlo en el plano de la sinceridad absoluta donde los dueños de los derechos son los pueblos y no los diputados y los senadores”, agregó.
“Yo he sido diputado de la provincia, presidente del bloque, convencional constituyente que redacto la Constitución de la Provincia y vicepresidente del bloque de diputados de la Nación, y en ninguno de los temas trascendentes que hacen a una sociedad mejor, como se dice en el campo, le esquivé al bulto y guardé silencio, tampoco podía hacerlo hoy escudándome en que no ocupo cargo legislativo, me parecía una especulación muy mezquina y no acorde con lo que debería ser una nueva dirigencia política que se necesita en el mundo y en el país”, continúa Rogel.
“Un Estado moralmente correcto no puede convivir de manera hipócrita con dos realidades, por un lado de mujeres que tienen posibilidades de interrumpir un embarazo y tienen garantizado a través de los medios económicos la salubridad y su contención personal y psicológica, y por otro lado un Estado, a su vez, que en aquellos casos en que las mujeres en absoluta soledad no pueden resolver con las mismas garantías esta situación, el Estado penalice o esté ausente para garantizar las mismas igualdades en la toma de decisión.
Como dije muchas veces, son los pueblos y si son minorías muchos más, los dueños de los derechos. Los diputados y los senadores no son los dueños de los derechos. El estado, a través de sus representantes debe garantizar la igualdad de posibilidades. Estos debates se han producido desde el fondo de la historia y de la humanidad. Parecía y resultaba escandaloso que el Estado otorgara la posibilidad del divorcio, parecía amenazante que hubiera patria potestad compartida, sonaba escandaloso y hemos escuchado barbaridades respecto de la posibilidad de que dos personas que se aman aunque sean del mismo sexo puedan tener un estado jurídico que los vincule. Siempre, absolutamente siempre, las sociedades truenan y hacen ruido cuando se deben introducir cambios que la sociedad los tiene a la vista”.
Más adelante agrega: “Creo que introducir a estos debates los temas religiosos, morales, y vinculados a la fe, no ayuda a ninguna discusión de carácter humano profundo, no le hace bien a ninguna confesión religiosa, y creo que los coloca de espalda a una realidad que existe y que no se puede seguir ignorando en esta doble moralidad.
No hubo cola de parejas yéndose a separar al otro día que con el gobierno de Alfonsín se aprobó la ley de divorcio.
Con la patria potestad compartida no hubo disolución de la familia y tampoco advertí colas en los registros civiles de personas del mismo sexo yendo a contraer matrimonio a partir de la unión civil. En este caso tampoco la ley determinará que las mujeres, que son los actores principales de este derecho, concurran graciosa y alegremente a realizar interrupciones de embarazo como quien oficia un trámite administrativo más.
Como dijo una legisladora, hay que confiar en la madre, hay que confiar en el amor de la madre y hay que confiar en las mujeres que son las que conocen como nadie la sensación que perciben de lo que están construyendo en el seno materno. Si no creemos en las mujeres, no estamos creyendo en el sentimiento más profundo que es amor que construye quien está en la tarea de la concepción.
Hay tiempos distintos, hay movimientos diversos, hay jóvenes que advierten, perciben y sienten la necesidad de cambios que en nada contradicen valores éticos, morales y tampoco atentan contra la fe de la cual nadie se va a alejar a partir de la sanción de cualquier tipo de ley, como no ocurrió en otros antecedentes. Incorporar esta discusión es no advertir con claridad cuál es el derecho que hay que otorgar para que la mujer esté en igualdad de condiciones a la hora de resolver la posibilidad o no de la interrupción del embarazo.
Conozco a las dos legisladoras nacionales. En el caso de Gabriela Lena conozco su profunda humanidad y su amor por la familia, su actitud como madre y como honesta dirigente política. En el caso de Stella Olalla, también la conozco desde hace muchos años, se de su intachable actitud moral, se de su aplicación como madre, y se, fundamentalmente, de su gran actitud como educadora en la provincia de Entre Ríos.
A su vez, no pertenecen al mismo sector político en el cual milito en la vida del radicalismo, pero no creo, bajo ningún punto de vista, que sean personas que no hayan razonado, pensado, estudiado y hayan tomado la determinación que tomaron sino por un profundo convencimiento de la necesidad de sancionar esta ley que coloca a la Argentina como un país moralmente digno y que no quiere convivir con dos realidades que constituyen una gran hipocresía”, concluye.
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