El escándalo en el superclásico
Si bien el fallo de la Conmebol eliminó a Boca de la Copa, el castigo fue leve: la sanción no lo excluyó de próximos torneos ni suspendió la Bombonera.
La rosca política, el juego de las influencias y un lobby feroz. De una sanción ejemplar que pedía FIFA a un castigo leve, con la blanda mano sudamericana. River enfrentará a Cruzeiro en los cuartos de final de la Copa (la ida será el jueves, a las 22 en Núñez; la vuelta, el miércoles 27 en Belo Horizonte), tal cual adelantó Clarín, y Boca quedó eliminado, obvio. Sin embargo, recibió una pena demasiado leve en el marco internacional: además de ser descalificado, jugará los próximos cuatro partidos de local a puertas cerradas y otros cuatro de visitante sin posibilidad de asistencia para sus hinchas. Deberá pagar, por otro lado, una multa de 200 mil dólares. En definitiva, Boca perdió en los escritorios, pero podrá jugar la próxima edición de la Libertadores, más allá de las presiones que llegaban desde Zurich y apuntaban a un fallo bisagra en la historia del fútbol. Así y todo, sus dirigentes presentarán una apelación.
Pero, claro, la decisión se cocinó de este lado del Atlántico. Y aunque el mandamás de la FIFA, Joseph Blatter, aseguró que se debía actuar con “dureza”, el tribunal de disciplina de la Conmebol eligió una sanción menos contundente de la que se esperaba, un año de inhabilitación para participar en competencias continentales y otro dos de clausura para la Bombonera. Nada de eso ocurrió. Y en River aseguran que mucho tuvo que ver el llamado que Mauricio Macri, ex titular de Boca y ex Jefe de Gobierno porteño, le hizo al presidente de Paraguay, Horacio Cartés. Aunque poco les importaba la sanción que pudiera afectar a su máximo rival; sólo les interesaba ganar la serie de los octavos de final que se suspendió por la agresión que sufrieron sus jugadores en la manga, cuando se disponían a saltar a la cancha para disputar el segundo tiempo.
“Yo quería jugar los cuarenta y cinco minutos restantes. No estoy de acuerdo”, dijo Daniel Angelici, presidente de Boca, después de las 22, cuando se retiró de la sede que la Conmebol tiene en Luque. Había llegado bajo el sol de Asunción, a las 13.40 de Paraguay (una hora más en la Argentina), acompañado por César Martucci, secretario general, y Marcelo Mamianetti, representante del Departamento de Legales del club. Lo hicieron munidos de un amplio informe con el cual intentaron imponer el artículo 22 del Reglamento de la Conmebol para evitar el “castigo” al equipo y que se reanudara el partido.
Fue un manotazo de ahogado, claro. Desde el viernes, con el escándalo de la Bombonera todavía caliente, la Conmebol había decidido apelar al artículo 23 que le dio por ganado el Superclásico a River. Es más, ayer por la mañana, el portal de la agencia oficial de viajes de Cruzeiro ya anunciaba la venta de paquetes y entradas al Monumental para el jueves. Incluso, River mandó a imprimir las entradas, cuya reserva para afiliados al sistema “Tu Lugar Monumental” comenzó hoy por la madrugada y continuará hasta mañana, día en el que se venderá el remanente para el resto de los socios a través del sitio oficial. Todo un indicio de que el Superclásico tuvo su punto final al cabo del primer tiempo.
River le ganó de mano a Boca en la llegada a Paraguay. Su abogado, Ignacio Villarroel, se tomó un avión el viernes por la mañana, cargado de videos de seguridad propia, informes de médicos legistas certificados por escribanos públicos y presentó toda la documentación en las oficinas de la Conmebol. Esas constancias fueron cuestionadas por Boca, más allá de su legitimidad. En Brandsen 805 dicen que Matías Kranevitter, Leonardo Ponzio, Ramiro Funes Mori y Leonel Vangioni, los futbolistas más afectados, fueron al hospital Ramos Mejía, donde no hay guardia oftalmológica, porque tienen “un médico amigo”, en lugar de asistir al Santa Lucía, nosocomio especializado en ojos. Allí, se constataron las lesiones de los jugadores y se les recomendó 72 horas de reposo.
Los hinchas jugaron su partido. En la puerta de la Conmebol, un grupo de fanáticos de River hicieron ruido y colgaron una bandera. En la Bombonera, se organizó un banderazo. La espera fue larga. Cuando se anunciaba que la decisión se conocería a las 16, la Conmebol comunicó el fallo a través de sus medios digitales seis horas después. Había muchos intereses en juego. La presencia de Boca genera venta de tickets y rating. Y dejarlo afuera de la Libertadores de 2016, era una decisión pesada que se discutió durante toda la tarde. En el clásico del bochorno, ganó River. Pero no sólo perdió Boca; también, el fútbol y nuestra sociedad
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