Anoche, en "Tiene la palabra" (TN), a Andrea Rincón le hablaban del tratamiento que hizo para dejar las drogas. "Aún sigo en tratamiento", se apresuró a aclarar, y contó algunas de las cosas que ha empezado a entender gracias a la terapia.
Unos minutos antes, habían pasado un tape de sus días en "Gran Hermano". "¿Qué te producen esas imágenes?", preguntó el conductor del ciclo, Luis Otero. "Vergüenza", respondió Andrea. "Cualquiera que las mire piensa: 'Esa chica tiene un desequilibrio emocional muy notorio'. Y realmente es así. En un segundo, paso del llanto a las carcajadas", admitió.
Andrea Rincón tiene 28 años y su primer coqueteo con las drogas fue a los 15, contó. "Tenía amigos más grandes y buscaba agradarles. La primera vez, les dije que ya había probado, cosa que no era cierta, y probé. Empecé a consumir porque quería agradar. No es que haya consumido todo el tiempo —aclaró—. A veces paraba, pero luego volvía. Tenía altos y bajos".
"¿Por qué decidiste tratarte?", quiso saber Fernando Cerolini, quien integra el panel junto a Silvia Fesquet y Cecilia Absatz. "Porque me veía y no me reconocía—contestó Rincón—. Era horrible mirarme y no gustarme. Estaba totalmente desequilibrada. Mis relaciones eran tóxicas, enfermizas. Ahora comprendo que yo iba manoteando gente para que me ayudara, cuando la única que me podía ayudar era yo misma. Me diagnosticaron que padezco depresión desde los cuatro o cinco años. Eso hizo que buscara desesperadamente algo que me sacara de ese estado. Siempre fui muy débil".
Con su debilidad a cuestas, sacó fuerzas de flaquezas cuando, por conflictos familiares, "a los 18 años, me echaron de mi casa". Entonces, se las ingenió para ir viviendo a salto de mata en lo de sus amigos. "Hasta que una noche se me complicó y me encontré durmiendo en una plaza", recordó. Ante ese panorama, podría haberse deslizado hacia el abismo. En cambio, reaccionó. Ella recuerda bien cómo fue que optó por levantarse: "Un día, alguien que pasaba por la calle me dio una moneda de un peso y me dijo: 'Comprate una coquita, nena'". La frase y la moneda le sonaron a alarma. Hasta aquí llegué, decidió, y salió a buscar trabajo: "Laburé como encargada de una cancha de paddle, de vendedora en un Todo x 2 Pesos, en un call center, de promotora, de vendedora en un negocio de ropa para chicos...". La plata le alcanzó para instalarse "en una pensión de 2 x2". "Comía de la caja P.A.N que me guardaban los chicos de un local de la Juventud Peronista que estaba frente a la pensión", evocó.
En eso andaba Andrea cuando, de puro aburrida, encendió la tele. "Estaba Wanda Nara haciendo un baile que a mí me parecía ridículo —puntualizó—. Pero después, la vi subirse a una Mini Cooper y escuché que vivía en Puerto Madero. Entonces, me callé la boca, y pensé: '¿Qué tiene ella que me falte a mí? Un culo mejor que el mío, me respondí". Con semejante razonamiento como faro, Andrea enloqueció a sus padres —empleados en empresas de medicina prepaga— para encontrar un cirujano y operarse los glúteos. Ellos se negaron. Ella insistió, a los gritos: "Algunos se ponen un kiosco y yo me pongo un culo. Mi inversión va a ser un culo". Su padre le alcanzó otra alternativa: presentarse al casting para "Gran Hermano". El resto es historia conocida.
Silvia Fesquet le señaló que, según su relato, a pesar de desestimar la imagen que mostraba en la tele Wanda Nara, no tuvo empacho en tomarla de ejemplo apenas supo que era dueña de un auto caro y una casa de lujo. Le preguntó si su ambición se centra en las riquezas materiales. Andrea, entonces, trastabilló con sus impulsos y sacó las uñas. Dijo que lo que quería era dejar de pasar hambre y vivir en una pensión de mala muerte. Acto seguido, enarboló su escala de valores. "A mí me ofrecieron mucha guita en Playboy para mostrar el Monte de Venus. Y dije que no, porque hoy puedo elegir. Pero en aquel momento, no podía elegir: no tenía siquiera una garantía para alquilar un departamento. ¡A mí, me han ofrecido mucho dinero por mi cuerpo, pero nunca acepté porque me parece indigno! ¡Y ahora, estoy grabando tres miniseries: mirá adónde llegué en seis años!", se enorgulleció.
Sobre el final, Cerolini le pidió una revelación: "¿Quién inventó que bailaste para Bill Clinton en Cocodrilo?". Ella le aseguró que de invento, nada. Él que sí. Ella que no. Y como prueba de sus dichos, Rincón afirmó: "Después del baile, me dijeron que Clinton quería irse conmigo. Les contesté que no. Y él se fue con otra chica, morocha, que trabajaba en Cocodrilo. Si le pagó o no, no lo sé. Y tampoco voy a decir quién es la chica porque su familia desconocía que ella hacía ese trabajo".
Andrea Rincón, anoche, en "Tiene la palabra". ¿Qué ví cuando la ví? A una joven que a los 28, ya ha librado demasiadas batallas y que aún tiene fuerzas para pelear la guerra que la obliga a enfrentarse a sus propios fantasmas.
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