Para el filósofo, la mayoría de los votantes del candidato libertario no conocen las implicancias de su plan político y económico "pero ven en Milei a alguien que representa su resentimiento". "Votar a Massa es estar dentro del juego democrático", afirmó.
Ricardo Forster, reconocido filósofo, analizó la votación del candidato de LLA en el marco del crecimiento de la ultraderecha en el mundo y afirmó que “Milei plantea una visión totalitaria de la vida que saca del juego al resto”, en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio Amadeus (FM 91.1).
Nuria Am: Usted estuvo en el debate de los candidatos a vicepresidentes en TN. ¿Qué balance le deja?
Estamos frente a un hito histórico. Si bien toda elección presidencial es importante para un país, hay elecciones que son más parteaguas que otras, y esta es una elección completamente decisiva, caracterizada por una disputa entre dos concepciones completamente opuestas de la vida social, económica, política, económica, institucional, y en relación a la propia democracia.
Creo que lo que se vio en el debate es un poco de eso. Vimos a una candidata a vicepresidenta como Victoria Villarruel que ya ha pasado de ser simplemente negacionista, poner en cuestión el terrorismo de Estado y la cifra de desaparecidos, a francamente ponerse del lado de una reivindicación ideológico de la dictadura, de la historia del golpe militar en Argentina y de lo que fue la casta militar durante.
Su discurso fue agresivo y sin ninguna propuesta concreta en términos de qué harán en el caso de que sean gobierno, pero dedicada fundamentalmente a utilizar una frase repetitiva: “no mientas”, cuando la base de su discurso, su concepción del país y su lectura de la historia está sostenida sobre una gigantesca simulación y una gigantesca mentira.
Uno podría decir que, desde el Juicio a las Juntas de 1985, precedido por la CONADEP, que reunió a una pléyade de hombres y mujeres de la cultura, de los medios de comunicación y de la ciencia, hasta el día presente, han pasado por los diversos estratos de la Justicia, decenas y decenas de jueces con distintas características a cargo de los múltiples juicios que juzgaron y condenaron a los responsables del terrorismo de Estado.
Entonces, discutir eso, ponerlo sobre la mesa como debate clave en términos electorales, es asumir una perspectiva brutalmente antidemocrática, cuasi-fascista, y reivindicadora de lo que el conjunto de la sociedad argentina ya había sellado como un acuerdo que refrendó la justicia, que es precisamente la categoría de terrorismo de Estado, plan sistemático, etc.
Desde ese lugar, el debate puso en evidencia esa suerte de separación radical entre quienes defienden la democracia, con su diversidad y sus diferencias. Quienes piensan en una sociedad que tenga que convivir y que no puede considerar al otro como un enemigo al que hay que aniquilar, y quienes consideran que los otros, en este caso Massa, el kirchnerismo, Alfonsín, Irigoyen o cualquiera que en su imaginación represente un punto de vista distinto al suyo, son enemigos a los que hay que insultar, despreciar, expulsar.
NA: Cuando Sergio Massa sale primero en las elecciones generales en su discurso habla del “final de la grieta”, que “la grieta se murió”. Sin embargo, llegamos a esta elección, donde hay dos propuestas tan diferentes que parece que la grieta estuviera más abierta que nunca. Se plantea “es esto o el abismo”, de ambos lados…
Yo creo que ahora hay una diferencia con aquello que se llamó “la grieta”, que es una palabra que siempre me incomodó. Creo que las sociedades siempre viven experiencias conflictivas. La vida democrática es el modo de procesar los conflictos que habitan en la vida social, económica, política, eso no es un espanto, ni hay que mirarlo como si fuera algo terrible.
Los conflictos en política, como en la vida personal, son parte del crecimiento. El problema es cuando no se vive una disputa democrática por posiciones diferentes que marcan el conflicto de la sociedad democrática, sino cuando algunos de los factores lo que plantean es la aniquilación, el absoluto. Milei plantea una visión totalitaria de la vida que saca del juego al resto.
Ahí hay una diferencia. Sale como sale la lección vamos a encontrarnos con una sociedad, en gran medida, partida.
Va a ser una elección muy disputada. Uno imagina que el ganador se definirá por un margen estrecho de votos, y eso ya nos plantea de cara al futuro en una posición dilemática. Cómo es posible que en la Argentina la sociedad haya llegado a que una fuerza política haga una reivindicación profunda y decisiva de lo que es definitivamente antidemocrático y autoritario.
Lo que hoy está en juego es la aparición de otro nivel de conflictividad en términos ideológicos. Hay un sector que es profundamente lesivo para la vida democrática, que no acepta las diferencias.
Creo que la mayoría de la sociedad opina que la forma de vivir en democracia es aceptando la diversidad y las diferencias, y eso está en juego.
Alejandro Gomel: ¿Por qué cree que una discusión que parecía saldada, como lo que ocurrió durante la dictadura militar, hoy vuelva de esta manera?
Hay algo que los psicoanalistas llaman “lo real”, que está por detrás, por debajo, habita la vida del individuo y la sociedad, y en determinadas circunstancias reaparece bajo la forma de “lo monstruoso”.
No es algo exclusivamente de Argentina. Hemos visto que en Europa se cruzó esa línea de de prohibición que, después de la segunda posguerra, significaba que era imposible que entraran al juego político y democrático aquellos que reivindicaban el pasado fascista o nazi, o que fueran parte de esas tradiciones. Hoy vemos que eso se ha roto.
En España, el PP estuvo a punto de formar gobierno con Vox, que representa la tradición del fascismo español. En Italia llegó alguien que viene de la tradición del movimiento social italiano que es el emergente del fascismo que luego fue la segunda posguerra. Y vemos crecer expresiones neonazis potentes en Alemania, en los países escandinavos e incluso en Finlandia, donde se articuló un gobierno entre conservadores y sectores neofascistas.
Quiero decir que hay algo que está pasándole a la sociedad en su conjunto que tiene que ver, seguramente, con una crisis que viene de lejos, que involucra muchas cosas, como la crisis del neoliberalismo a nivel global, o también el impacto, por ejemplo, en Europa, de las migraciones, qué ha llevado a un renacimiento del racismo que era inimaginable que volviera a suceder.
En el caso argentino, uno podría decir que siempre hubo, más allá del pacto democrático, de los juicios y de la lucha consistente de los movimientos de Derechos Humanos, una parte de la sociedad agazapada, vergonzante, oculta en parte, que, apenas pudo, salió a expresar nuevamente lo que imaginábamos que no se podía expresar.
Después, hay muchos votantes, probablemente la mayoría de los votantes de Milei, sobre todo de sectores populares, que no tienes mucha conciencia de la relación directa que pueda haber entre la propuesta de Milei y todos estos dispositivos autoritarios, el negacionismo, ni saben lo que es el paleoliberalismo o la Escuela Austríaca, ni entienden bien qué significa dinamitar el Banco Central, pero ven en Milei alguien que representa su resentimiento, su bronca, y la posibilidad de que todo estalle por los aires y haya algo así como “una novedad radical”.
NA: ¿Puede llegar a sorprender una suerte de “voto vergüenza” hacia uno y otro? Porque esta elección también genera eso. Aquel que quiere votar a Sergio Massa, pero se mueve en un ambiente donde Massa es cuestionado, o simplemente por la alta inflación, prefiere no decirlo.
También ocurre con aquel que quiere votar a Milei pero por su irascibilidad o respuestas alocadas también prefiere no decirlo. ¿Puede haber sorpresas?
Yo tengo la sensación, que por supuesto, al igual que las encuestas, puede ser falible y hay que tomarla con pinzas, de que hay una diferencia entre quienes están dudando si votan o no a Massa y quienes dudan por votar a Milei.
En el caso de los que dudan por Massa, puede ser por su tradición política. Pienso, por ejemplo, en el caso de un radical con una fuerte tradición antiperonista al que le cueste mucho votar a alguien que proviene del peronismo.
Pero creo que hay una diferencia importante. El que sale de la indefinición y decide no votar en blanco y votar a Massa va a privilegiar la vida democrática en común.
Después, podrá diferenciarse, señalar críticas y sentirse distante de lo que Massa plantea en términos concretos como proyecto de gobierno, pero tienen claro, y este es el punto, por eso la inflexión en esta elección, que votar Massa es estar dentro del juego democrático, mientras que votarlo a Milei es utilizar el juego democrático para llevarnos, como sociedad, a un lugar inimaginable.
Creo que ahí hay una diferencia. Tengo la sensación de que los indecisos van a terminar inclinándose más por Massa que por Milei, pero es una sensación. Lo veremos cristalizado el 19 a la noche y sabremos qué pasa.
Soy optimista en que la sociedad va a, finalmente, imponer su mirada abierta, moderada, en el sentido de no aceptar una lógica de extremismo como la que plantea. Apuesto a eso, porque lo otro es el horror.
Literalmente, ver y escuchar lo que dicen los candidatos de La Libertad Avanza es encontrarse con una distopía que puede ser realidad en la sociedad argentina. Y como todos sabemos las distopías tienen como característica la destrucción, y eso es lo que está representando La Libertad Avanza.
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AG: ¿Cree que la elección es una especie de plebiscito en el que se vota a favor o en contra de lo que representa Milei?
No lo diría en esos términos. Creo que Massa se ha esforzado muchísimo en ofrecerle a la sociedad ideas y proyectos de futuro. Creo que ha habido un cambio importante. En la campaña, y creo que, en ese sentido, Massa ha sido muy consistente.
Ha tratado no solamente de hacer la crítica de lo que representa el proyecto de La Libertad Avanza, sino también ha sido muy cuidadoso en trazar las líneas principales de lo que él imagina como un proyecto de unidad nacional, de reindustrialización, de redistribución del ingreso, de protección de la cultura, de la ciencia, de la educación, de la salud pública.
Massa le habla a la sociedad no en términos de negatividad pura, que toda campaña tiene sus elementos, sobre todo cuando la disputa es muy tensa. Pero Massa ha agregado un condimento proposicional, positivo, que mira hacia el horizonte y genera expectativas.
El discurso y la práctica real y concreta que muestra La Libertad Avanza es de un antagonismo radical. Escuché el otro día una entrevista de las tantas que le hizo un periodista peruano a Milei. Cuando le pregunta si Massa es un adversario o un enemigo, Milei responde que es un enemigo, ¿y qué se hace con un enemigo?, se lo liquida, se lo destruye. Bueno, eso no es democracia.
O que las relaciones internacionales se ideologicen de tal manera de romper relaciones con un país tan entrañable como lo es Brasil para la Argentina porque Milei califique de comunista a Lula. Uno se ríe cuando escucha que se lo califica de comunista. Lula es un dirigente democrático, de tradición popular, que se ha reivindicado de izquierda, pero estoy absolutamente persuadido que nunca se autodefinido como comunista.
Para Milei todo es blanco o negro, no hay cosas intermedias. Hasta Rodríguez Larreta era un “zurdo de mierda”, desde la perspectiva discursiva brutal de Milei, o Irigoyen y Alfonsín son “el eje del mal radical”. Discutir esto, con la tradición democrática de la Argentina, me parece un horror.
Incluso cuando hablamos de liberalismo en Argentina, cuando trazamos el camino que va de Alberdi a la generación del ‘80, hablamos de un liberalismo que, para Milei, sería un horror, porque es un liberalismo que construyó la base del Estado Nacional tal cual lo conocemos. Las bases de la salud pública, el papel de las Fuerzas Armadas, modernizó la estructura militar, construyó las relaciones internacionales desde una perspectiva propia de la división del trabajo de aquellos años, construyó las principales obras públicas que durante décadas le dieron forma a la vida económica del país. Entonces, ¿de qué estamos hablando?
Él reivindica un liberalismo que, en Estados Unidos, es representado por un grupo de energúmenos, como aquellos que invadieron el capitolio. Son los mismos que pusieron una bomba en Oklahoma hacia finales del siglo pasado y liquidaron a 400 o 500 personas en nombre del liberalismo más radical.
Cuando uno dice “dinamitar el Banco Central”, el lenguaje es performativo, es mentira que son solo palabras, las palabras generan sentido, generan mundo y acciones. Milei y su concepción generan acciones de extrema derecha y destructivas.
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