La revolución mundial en la que Javier Milei es un ídolo indiscutible

La revolución mundial en la que Javier Milei es un ídolo indiscutible

Por: Ernesto Tenembaum. Al igual que Menem en la década del 90, el Presidente encarna una nueva corriente que sacude al planeta. El rol de los mega millonarios y su cruzada contra la justicia social.

En octubre de 1998, Carlos Menem vivió uno de los momentos más increíbles de su extensa presidencia. En los años previos, muchos países, en distintos confines del planeta, habían atravesado crisis serias: los exitosos tigres del sudeste asiático, México, Brasil, Turquía, Rusia. Pero la convertibilidad se mantenía incólume. Menem parecía el creador de un milagro. Por eso, por una vez en la historia, un presidente argentino ingresó en la Asamblea Anual del Fondo Monetario junto a su par norteamericano, que era Bill Clinton, y fue ovacionado de pie por unas cinco mil personas. “Sentado en el auditorio y escuchando al presidente Menem (…) uno pudo sentirse orgulloso de ser argentino. La Argentina probablemente sea el país que refleje el mayor éxito del FMI desde su fundación”, escribió entonces el consultor Miguel Ángel Broda. El economista Juan Aleman agregó que el Fondo había querido “exhibir a nuestro país ante el mundo sobre cómo es posible encarrilar una situación desquiciada. Somos un leading case (caso testigo)”.

Como Menem entonces, este fin de semana, Javier Milei parece tener el mundo a sus pies. El viernes, el Presidente viajó a los Estados Unidos para participar de la asunción de Donald Trump, algo inédito en la historia argentina: que el Presidente sea invitado a un evento de esa naturaleza. Eso ya sería mucho si solo se debiera a la buena relación personal e ideológica que Milei tiene con Trump. Se le suma que los hombres más ricos y poderosos del mundo, empezando por Ellon Musk, han puesto su mirada, e incluso su afecto personal, en el jefe libertario local. El Fondo Monetario Internacional, por su parte, insinúa que financiará aún más a su principal deudor. Y la prensa mundial ha empezado a rendirse: progresivamente, reemplaza la narrativa que describía a Milei como un líder autoritario y extravagante, por otra que destaca su éxito en reducir la inflación y ordenar la economía.

Javier Milei recibió en Washington el premio “Titán de la Reforma Económica"

Esos éxitos se producen en un contexto ciertamente revolucionario -aunque parezca mentira, esa es la palabra correcta- donde Milei encaja a la perfección.

En aquellos lejanos años, los noventa, Menem encarnaba las ideas y valores dominantes en el mundo occidental. Meses después de su asunción había caído el Muro de Berlín. Parecía que la historia había terminado con el triunfo definitivo del capitalismo y la democracia. La biblia económica sostenía que los países debían ajustar sus presupuestos, abrir sus economías, privatizarlas y desregularlas. Menem iba en esa dirección más rápido y decidido que nadie. El supuesto éxito argentino era uno de los argumentos a favor de ese enfoque: justo en la Argentina, un país desquiciado por la hiperinflación, la implementación de esas medidas mostraba su eficiencia y sustentabilidad en el tiempo. Los que advertían sobre los peligros del camino elegido no eran escuchados.

En estos tiempos, Milei también es el símbolo de una corriente que sacude al mundo y barre con muchísimos conceptos que parecían sólidos como rocas. Tal vez la más relevante de las nuevas ideas tiene que ver con el rol de los multimillonarios en una sociedad. Trump, Milei y Musk coinciden en que la justicia social es lo peor que puede ocurrirle a un país, y que los países progresarán a medida que los ricos más ricos entre los ricos del mundo sean liberados de cualquier control y atadura, o incluso ocupen los lugares centrales de poder. De hecho, el primer guiño que recibió Milei por parte de Musk, ocurrió cuando este tuiteó un video del argentino donde decía: “La justicia social es injusta. No hay nada más injusto que la justicia social. Cuando vos adherís a la idea de justicia social, lo que implica una redistribución del ingreso, lo que estás haciendo es usar el aparato represivo del Estado para distribuir arbitrariamente de acuerdo a los deseos de quienes ocupan el poder”.

-We need to talk, Elon (tenemos que hablar, Elon)—le respondió entonces Milei.

Javier Milei y Elon Musk

Hace pocas semanas, Amalia González, la pareja del presidente, reveló que Milei y Musk conversan largo por teléfono muy asiduamente.

Lo curioso, lo realmente curioso, es que esas ideas han triunfado por vía democrática. Una de las cualidades del sistema democrático es que todos los votos valen uno más allá del poder económico de quienes los emiten. Eso ha permitido emparejar un poco las cosas. Como los ricos siempre, por definición, son menos que los pobres, los gobernantes debieron pensar siempre en los pobres a la hora de tomar decisiones. Pero eso es el pasado. Los pobres han empezado a votar para que gobiernen los más ricos entre los ricos.

Habitantes de villas de la ciudad de Buenos Aires, coyas que pasean ganado en la puna argentina, latinos que emigraron como pudieron a los Estados Unidos, puertorriqueños que son tratados como “bolsas de basura” en los actos de los candidatos triunfantes, todos ellos eligen a quienes les dicen, como honesta propuesta de campaña, que el paraíso les llegará cuando el Estado deje de ayudarlos y cuando los ricos paguen menos impuestos.

De eso se trata esta gran revolución, que es el sueño de Milei. Lo que está ocurriendo en Washington en estas horas parece el comienzo de una era, una en la que Milei –el raro y solitario profesor de economía que hace pocos años mendigaba espacio en la tele—juega un rol relevante.

Javier Milei en Parque Lezama (Foto: EFE)

La asunción de Trump está atravesada por debates de una profundidad y novedad estremecedoras. En su discurso de despedida, Joseph Biden recuperó un término que parecía oxidado: oligarquía. “Una oligarquía está tomando forma en América, en la cual personas de extrema riqueza, poder e influencia amenazan nuestra democracia, nuestras libertades y las posibilidad de progresar de todos”. El senador Bernie Sanders hostigó con ese término a Scott Bessent, el secretario del Tesoro elegido por Trump, otro de los hombres más ricos del mundo, proveniente de un Fondo de Riesgo. Bessent le recordó a Sanders la amistad de Biden con George Soros.

Biden además advirtió sobre los peligros que devienen del crecimiento del poder de los multimillonarios del mundo tecnológico. Hace muy poquitas semanas se publicó en Argentina un libro tremendo llamado La generación ansiosa. Con abundante evidencia científica, su autor, Jonathan Haidt advierte sobre los daños psicológicos que sufren las generaciones que han caído en la infancia en la adicción a los teléfonos inteligentes: depresión, problemas de sueño, dificultad para establecer relaciones sociales, déficit serios de concentración. A todo ello se le agrega la exposición de los menores al acoso sexual de mayores muy experimentados, el grooming, o el acceso libre de niños y adolescentes a sitios de pornografía. “Protejamos a nuestros niños”, dijo Biden. Los magnates tecnológicos tienen todo el derecho a escuchar estas advertencias con sorna: hoy, son los dueños del mundo.

Donald Trump y Robert F. Kennedy Jr.

La asunción de Trump representa, por otra parte, un desafío muy serio a la comunidad científica internacional. El hombre designado para encabezar el Ministerio de Salud, Robert Kennedy Jr., ha discutido la evidencia científica histórica sobre la utilidad de las vacunas, entre ellas la vacuna de la polio, que prácticamente erradicó esa enfermedad de occidente, luego de los conmovedores descubrimientos de Jonas Salk y Albert Sabin. Ese desafío a la ciencia se expresa también en el enfoque taxativo de Trump en contra de la idea de que la actividad humana está generando el calentamiento global. De allí, su consigna de campaña, orientada hacia la producción de más y más energía no renovable: “Drill, baby, drill”. (¡Perfora, nena, perfora!). Esos puntos de vista son respaldados por campañas muy eficientes en las redes, donde todo parece discutible: desde la llegada del hombre a la Luna hasta los postulados de Galileo Galilei. Difícil saber hasta dónde llegará este movimiento, cuando se percibe cuán lejos ha llegado.

En el centro de los debates figura la situación de los inmigrantes. Trump ha prometido que el combate contra ellos no se limitará a las zonas de frontera y que intentará producir la deportación de millones de personas, incluídos padres indocumentados de hijos que ya son ciudadanos de Estados Unidos. El hombre designado para esa tarea, Tom Homan, anticipó que en las horas posteriores al juramento presidencial el público debe esperar un operativo que creará “shock y asombro”.

Muro que separa Estados Unidos y México en Ciudad Juárez

Es una revolución que ubica a los multimillonarios en el centro del poder, idolatra a la tecnología que hoy entra en las casas de las familias de todo el planeta sin imponer ninguna regulación, discute evidencias científicas históricas sobre las vacunas, , habilita el desprecio a minorías sexuales, promueve la libre portación de armas, se propone perseguir y deportar a millones de personas provenientes de países más pobres, y reivindica la masculinidad como un valor central.

Cada uno puede tener sus gustos y sus opiniones. Pero está claro cuáles de ellos son los predominantes en Estados Unidos y cómo crecen esos valores en el mundo occidental. Por eso queda bastante claro por qué la asunción de Trump no es un mero ejemplo de alternancia en el poder. Como probablemente no lo haya sido la asunción de Milei. Se trata de experimentos inesperados, radicales, que dejarán marcas profundas en la historia de todos los seres humanos.

Mientras esto ocurre fuera del país, el Presidente además debilita a los dos ex mandatarios –que fueron protagonistas excluyentes de la vieja normalidad- con los que compite. Al pobre Mauricio Macri, lo tiene a mal traer. Mientras lo trata cordialmente en público, en privado le roba dirigentes en todo el país. El último caso fue el de Diego Valenzuela, intendente de Tres de Febrero. El anterior fue el de Luis Juez, presidente del bloque macrista en el Senado. Y se preparan para la huida, si es que Milei los acepta, los gobernadores de Entre Ríos y de Chubut. Milei trata a Macri como, hace muchos años, Kirchner –en el comienzo de su propia era— hacía con Eduardo Duhalde. Uno y otro siempre pensaron que el poder no se comparte. Va a ser un año difícil para el fundador del PRO: ni el kirchnerismo lo destrato tanto.

Y a Cristina Kirchner, Milei parece haberla derrotado en un área conceptual sensible. La popularidad de Milei se mantiene muy alta en un contexto de disminución brutal del consumo. El eficiente aparato de propaganda oficial ha logrado que no trascendiera demasiado un informe de la consultora Scentia según el cual, en diciembre de 2024, el consumo en supermercados y bocas de expendio de todo el país cayó un 18 por ciento. Si eso ocurre en promedio, es claro que cae bastante más cuanto más debajo de la pirámide se ubica una familia. Parecen, realmente, los números de una guerra. Desde que Scentia realiza esta medición, es la primera vez en la que el consumo cae todos los meses del año contra igual mes del año anterior. El dogma de la ex presidenta sostenía que para ganar una elección el consumo popular debía aumentar, aún a costa de convivir con una inflación creciente. La experiencia de Milei parece sugerir que es al revés: la sociedad está dispuesta a ajustarse, y mucho, el cinturón si, a cambio de eso, los precios se serenan.

En 1998, Menem era mimado en los Estados Unidos porque encarnaba una época.

La Argentina era un ejemplo de cómo se podía encarrilar una economía desquiciada.

Ahora es el turno de Milei, testigo y referente de una revolución mundial sorprendente.

Y otra vez, la Argentina aparece como un ejemplo de cómo encarrilar una economía desquiciada.

Otra vez, somos un leading case.

Pavada de destino, el destino argentino.

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