Por Federico Diego van Mameren
La dicotomía alperovichismo vs. antialperovichismo abre una serie de contradicciones que no son nuevas. Cano aparece como un Alperovich del siglo XXI. Lo increíble de las palabras del legislador Gutiérrez es que son ciertas.
Hay un “deber ser” escondido en cada ciudadano. Viene a ser un muñequito más de esos que están dentro de la cabeza decidiendo qué vamos a hacer. Si Disney-Pixar hubieran tenido una impronta más argentina sería un protagonista más de la película “Intensamente”, donde Furia, Alegría, Tristeza, Desagrado y Miedo se turnan para manejar el panel de control de una adolescente. Este “deber ser” podría verse con un tono cristalino porque es imposible verlo y tal vez debería tener la contextura del hielo porque al menor calor se derrite y desaparece. Le tiene tirria a las contradicciones y explota generando fuertes dolores de cabeza cuando lo lógico y lo razonable dejan de ser características que dan tranquilidad para convertirse en una taquicardia intelectual.
Por eso cuando Florencio Randazzo cumple con su palabra, saca de quicio a todos, la cabeza empieza a dar vueltas como un giróscopo descontrolado. ¿Cómo puede ser que hoy un político haga lo que había prometido? “Debe ser” que podría estar saltando con Alegría, siente que le sale fuego por la cabeza como a Furia. Es lógico: las ambiciones del poder se han ocupado de poner patas para arriba hasta lo más simple y de justificar lo injustificable. Entonces, cuando alguien hace lo que prometió parece raro en este país.
“Deber ser” juega a las escondidas en la cabeza del kirchnerismo. Ya terminó rojo de vergüenza cuando despotricaban contra Francisco y terminaron siendo más papistas que el Papa. O hace pocas horas cuando Daniel Scioli era el frívolo y cholulo motonauta menemista disfrazado de corderito k y ahora es el estadista continuador del modelo repartidor de riquezas. “Deber ser” tal vez no pueda ir a votar en este agosto.
Menos aún si es tucumano. La batería de denuncias por mala praxis, malversación de fondos y boletas dibujadas que tenían los radicales de José Cano para atacar al amayismo arden en una pira que el olvido consumirá. A “Deber ser” lo educaron enseñándole a decir la verdad y lo que sentía sin temores y sin riesgos. También aprendió que lo correcto era caminar por el mismo sendero sin desviarse. Por eso no entiende cómo si Alperovich y Cano son enemigos han procedido igual en sus carreras políticas. El gobernador fue legislador provincial radical, se vistió con la camiseta de independiente (no la del club de básquet que lo vio jugar) para sentir el calor del peronismo. Y con esa impronta casi desfachatada hizo un curso acelerado de peronismo y se hizo peronista y gobernador. Cano fue legislador radical y hoy tiene más peronistas que radicales a la vuelta. “Deber ser” no sabe qué hacer.
Con el tiempo, “Deber ser” va aprendiendo que todo cambia y que la vida va transformando principios. Por eso cuando un fiscal como Guillermo Herrera pone bajo sospecha a un vocal de la Corte porque una persona vinculada a ese miembro de la Corte mostró interés en una causa, no sorprende que ninguno de los vocales saliera a aclarar. Qué necesidad hay de esperar una investigación en vez de hablar. Miedo o Desagrado toman el comando de las personas y no dejan que “Deber ser” lo haga. De la misma manera “Deber ser” termina bailando un tango con Furia cuando Herrera pide que él mismo sea sometido juicio político. Es correcto y hasta digno de un aplauso, pero si Herrera pide un juicio político es porque sabe que cometió alguna irregularidad o porque está seguro de que no lo hizo. Si la opción es la primera, ¿por qué no renuncia? Si la respuesta es la segunda, ¿para qué ataca a otros miembros de la Corte y no acepta con tranquilidad lo que vaya a ocurrir? “Deber ser” no ha de poder entender cómo el jefe de Herrera, Edmundo Jiménez, pide tranquilidad y que no haya discusión mediática sobre un tema que es de interés público, como la poca transparencia del manejo de la Justicia. Por qué no discutirlo con la cara al viento si no debiera haber nada para ocultar.
La semana no sólo tuvo esas increíbles expresiones de Jiménez sino también las de Alperovich o de su candidato Juan Manzur, que opinaron que ellos no tenían por qué intervenir ni opinar de otro poder. Ambos han sido protagonistas centrales no sólo de la designación de Herrera y de Jiménez en la Justicia, sino también de que la Justicia ha acelerado o se ha ralentizado cuando y como el gobernador y sus “sijosesistas” lo han querido. ¡Qué tarde ha llegado “Deber ser” a tomar el control de sus conciencias para que se acuerden de la independencia del Poder Judicial cuando parece tarde!
Esta semana “Deber ser” debió haberse convencido de que su vida tendría que haberse quedado en la cabeza de los razonamientos de la filosofía del Derecho y nunca dedicarse a la política. Lo entendió con el “filósofo” José Gutiérrez. “Gallito” (apodo que no le viene por ser osado ni madrugador ni desafiante) dijo la más absoluta verdad de lo que pasa en estos tiempos en la sociedad. Despreciable para “Deber ser”, pero absolutamente sincero. Imposible de explicar a un niño ni de responder a una lógica. Quien descifre las palabras de Gutiérrez tendrá claro que los políticos utilizan los fondos públicos como si fueran propios. Que la gente se puede ver beneficiada con la obra y con la actividad pública siempre cuando le rinda pleitesía y fidelidad a quien tiene la llave de la caja. Y, también, que decir esto es tener a todos en contra cuando todos hacen lo mismo. De nuevo, Alperovich y Manzur se animaron a criticar a Gutiérrez cuando ambos han mostrado en distintas intervenciones la confusión que tienen para diferenciar lo público de lo privado. Peor aún, ambos han sido capaces de cambiar decisiones, de hacer que un centenar de personas se desdigan, de elegir candidatos sólo porque un llamado telefónico desde Casa Rosada así lo indicaba. Inclusive hasta sus formas de pensar se modificaron porque Néstor o Cristina así lo querían. Son momentos donde Furia, Tristeza, Desagrado, Alegría –y seguramente nuestro “Deber ser”- dormían y el panel de control lo maneja en soledad Miedo.
Anoche era el cierre de listas para los comicios nacionales y todo el país vivía la kermese de los sábados. En Tucumán es difícil distinguir los partidos. El PRO, que quiere ponerse el traje de fuerza nacional y ni siquiera logra ponerse una remera de candidato provincial. Ni siquiera pudo instalarse en Yerba Buena, donde podría haber sido un bastión macrista. Les ganó la pulseada el radical canista Mariano Campero, pero muchos de los macristas miran con simpatía al ¿peronista? ¿alperovichista? ¿independiente? ¿kirchnerista? Bernardo Racedo Aragón. Algo parecido ocurre con Fuerza Republicana, que ha recibido al hijo pródigo Raúl Topa, quien vuelve después de haber intentado ponerse la camiseta peronista cuantas veces pudo para presumirle a Julio Miranda, y finalmente no pudo.
La política tucumana ha quedado reducida a alperovichistas vs. antialperovichistas. Y, eso implica mezclar cualquier cosa, aún aquello que es como el agua y el aceite. Por eso “Deber ser” es posible que termine con una multa por no ir a la escuela a votar
Comentá la nota