El gobernador acentúo en las últimas semanas sus críticas a la gestión de su antecesora. Los primeros cortocircuitos. Los cargos en disputa
Axel Kicillof y María Eugenia vidal se respetan, pero no hay vínculo. No, al menos, como el que el gobernador amalgamó con Horacio Rodríguez Larreta, histórico aliado de la ex mandataria bonaerense, incluso en tiempos de coronavirus.
El sábado, un rato antes del anuncio de Olivos de extensión de la cuarentena y de que Kicillof volviera a machacar con el déficit de la infraestructura hospitalaria, acentuado, según él, en los últimos años, Rodríguez Larreta y el gobernador compartieron bromas. “Le dije hoy a tres periodistas que en estos días hablé más con Axel que con mi mujer”, tiró el jefe de Gobierno frente a Kicillof y un par de colaboradores de ambas administraciones, a pesar de los chispazos cruzados de las últimas semanas por el operativo del área metropolitana para tratar de contener al virus.
“A pesar de una visión de dos modelos de país totalmente distintos, Larreta es lo más parecido a Axel”, resaltan en el entorno del gobernador. Kicillof y Rodríguez Larreta no tuvieron más alternativa que construir un vínculo que, por el contrario, entre entre el mandatario bonaerense y Vidal nunca terminó de aceitarse.
La explicación difiere. Según la ex gobernadora, su sucesor no respetó por ahora los acuerdos políticos que atraviesan a todas las administraciones de las últimas décadas.
En el universo Kicillof creen, en todo caso, que esos acuerdos no fueron resueltos hasta el momento porque Vidal se corrió del rol “activo” que, según colaboradores del ex ministro de Economía del kirchnerismo, ellos mismos habían consensuado durante la extensa reunión que mantuvieron en La Plata a modo de transición, después del triunfo del Frente de Todos. Quedaron en negociar mano a mano. Sin intermediarios, aseguran.
La última conversación entre ambos, según pudo confirmar este medio, fue hace poco más de un mes, en abril: a través del WhatsApp, Vidal se puso a disposición ante la crisis social, sanitaria y económica que recién empezaba a avecinarse por el avance del coronavirus. Kicillof agradeció.
No volvieron a hablar. Lo habían hecho antes en dos oportunidades, en marzo, también vía chat. Fueron, en total, tres intercambios protocolares de WhatsApp.
Alberto Fernández, Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof (Presidencia)
El primer cortocircuito entre ambos había tenido lugar a fin del año pasado, durante el tratamiento de la reforma impositiva que el Frente de Todos en su versión bonaerense impulsó en la Legislatura.
Las negociaciones con Cambiemos se empantanaron justo en momentos en que la ex gobernadora se embarcaba rumbo a Europa en compañía de su nueva pareja. Los colaboradores de Vidal juran que siguió las conversaciones a pesar de la distancia. Los de Kicillof, por el contrario, remarcan que apagó el teléfono.
Las transacciones quedaron entonces en manos de Federico Salvai, el histórico ladero de la ex gobernadora que sigue a su lado -que sumó horas como consultor externo de empresas-, y de los intendentes del PRO del Gran Buenos Aires. Jorge Macri, el más osado y desprejuiciado de ellos, trató de sacar provecho.
Intervino Néstor Grindetti, intendente de Lanús, uno de los más cercanos a Vidal. Se reunió en Casa Rosada con Alberto Fernández. La reforma impositiva, en cuyo texto original se proponían aumentos del 75%, desnudó el escaso margen de negociación que proponía la administración bonaerense con alícuotas tan altas. Y la falta de liderazgo de la ex gobernadora, que hasta la derrota de octubre había optado por prescindir de la política y más bien aferrarse al manual del buen alumno del marketing de Jaime Durán Barba.
La ex mandataria, deslizan sus allegados, no cree las críticas de su sucesor al sistema hospitalario de la Provincia del pasado sábado hayan tenido a ella como única destinataria. Incluso dicen que la catarata de tuits de dirigentes de la coalición opositora contra los dichos del gobernador no fueron ordenados por ella.
María Eugenia Vidal, hace algunas semanas, con Néstor Grindetti en Lanús
Vidal, en cambio, sí dio vía libre para que poco más de dos semanas y media atrás Cristian Ritondo publicara en sus redes sociales un hilo con respuestas a los dichos de Alberto Fernández, que insistió durante 48 horas en que la ex gobernadora se jactó en cuatro años de no haber abierto nuevos hospitales.
La ex mandataria se enteró de las críticas del Presidente mientras compartía una reunión virtual con el jefe del bloque del PRO en Diputados y algunos dirigentes del interior.
La respuesta de Ritondo fue seguida por decenas de otros diputados, legisladores y ex funcionarios que quisieron defenderla. Pero también por muchos otros que aprovecharon para congraciarse solo por la costumbre de buscar alguna repercusión personal dentro de las repercusiones políticas.
Vidal reapareció casualmente por esas horas en el conurbano junto a Grindetti, en Lanús: la secretaría de Salud del municipio le tuvo que hacer un permiso para circular.
Esa vez, Rodríguez Larreta prefirió guardar silencio. Incluso llegó a decir que el jefe de Estado no había aludido “a nadie en particular”: “Son genéricos sus comentarios”, deslizó, de forma insólita, en un encuentro remoto. Recién este lunes por la mañana ensayó una tibia defensa de su aliada en declaraciones radiales: “María Eugenia Vidal ha hecho un gran esfuerzo en la provincia de Buenos Aires, la valoro muchísimo pero no voy a entrar en peleas políticas porque no viene al caso, es momento de trabajar juntos abocados a la pandemia".
Axel Kicillof y María Eugenia Vidal, durante la transición, el año pasado (Prensa Kicillof)
En el círculo aúlico de Kicillof remarcan que las críticas a la herencia en el rubro de salud datan desde el inicio de la gestión, en diciembre. En el de Vidal están convencidos de que volvieron a acentuarse ahora ante un posible desborde de los hospitales del Gran Buenos Aires por el avance del coronavirus, una manera, arguyen, de abrir el paraguas y, llegado el caso, compartir la tormenta sanitaria.
Como el jefe de Gobierno, la ex gobernadora optó, sin embargo, por la moderación, a pesar de que en su entorno proliferan las respuestas cada vez que el Frente de Todos la sube al ring.
Si antes del coronavirus había acordado mantener un prudente silencio mediático, la cuarentena lo ratificó: “Ahora no tiene sentido, van a decir que estamos aprovechando la pandemia para hacer política”, responden en su entorno.
A pesar del silencio, hay por debajo negociaciones truncas que Cambiemos y el Frente de Todos arrastran desde fin del año pasado vinculadas, por ejemplo, a los sillones que Vidal pretende para su tropa en el directorio del Banco Provincia. O al recambio de funcionarios en el Tribunal de Cuentas, el principal organismo de control bonaerense, que, si no se presentan imponderables, será votado hoy tras un acuerdo de Kicillof con Eduardo Grinberg, el presidente del órgano, cuestionado por la oposición.
No había caído bien, a fines de febrero, el nombramiento del nuevo tesorero general de la Gobernación, David René Jacoby, por decreto y sin pasar por el Senado.
En La Plata defienden la designación y su modalidad: “Esperamos un tiempo prudencial, teníamos que avanzar”, deslizan.
María Eugenia Vidal y Sergio Massa, en el 2018
Se trata de una designación excepcional que requiere de una ley provincial. Vidal evitó también en ese caso romper su bozal mediático. Hizo lo propio ante las decenas de directores de las empresas provinciales nombrados durante su gestión que fueron desplazados en estos meses sin recambio opositor. La base de la sustentación política y territorial de la ex mandataria está arraigada en los intendentes del conurbano y en su alianza con Rodríguez Larreta.
La ex gobernadora y el jefe de Gobierno coinciden en que, para la administración de la crisis en tiempos de pandemia, la moderación es fundamental.
Este martes, el gobernador y el Presidente se reunirán en La Plata con intendentes de la primera y la tercera sección electoral del conurbano. Los jefes comunales del PRO estaban en duda por las recientes críticas a la gestión pasada. Hasta anoche habían decidido confirmar su participación.
La ex gobernadora quiere avanzar de todos modos con dirigentes de su confianza en el directorio del Banco Provincia. Le guarda algún casillero a algunos de los ex intendentes del Gran Buenos Aires que perdieron en octubre. Pero no hay acuerdo en torno al número que le corresponde. Vidal pretende tres lugares, además de retener al radical Diego Rodrigo. Kicillof cree que es demasiado.
A mediados del 2016, el directorio del banco, el más codiciado de la política bonaerense, había quedado integrado por cuatro dirigentes del oficialismo -sin contar a su presidente, Juan Curutchet- y cuatro de la oposición. Dos del massismo, Daniel Arroyo y Mario Meoni. Y dos del PJ, Andrea García y Eduardo Di Rocco.
Sergio Massa fue, en aquel momento, el principal garante de los acuerdos entre Vidal y la oposición. El presidente de la Cámara de Diputados tuvo, en esos cuatro años, un trato siempre privilegiado. Martín Insaurralde era, en menor medida, la voz de los intendentes.
En La Plata ahora desconocen esos acuerdos. Cambiaron los tiempos.
Vidal no es Massa. Y Kicillof no es Vidal.
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