Lo hacen fundamentalmente desde la redes sociales. Son Calu Rivero, Micaela y Candelaria Tinelli y Lucía Celasco, la nieta de Susana Giménez. Un batallón de mujeres siguen sus vidas y las copian.
Primero lo primero: el anglicismo It Girl es una frase que se usa para describir a una chica que posee una cualidad de atracción absoluta (“It” equivale a “eso” y “eso” es lo que las hace diferentes). Las It Girls internacionales son herederas, millonarias y –condición suprema– juntan millones de seguidores en redes sociales porque las utilizan sin pausa y como algo espontáneo y natural. En la Argentina la condición de It Girl viene dada por ser “la hija o la nieta de”, una actriz y DJ joven y hermosa y hasta una simple eventera con buen manejo de Twitter. Gracias a “eso” que las diferencia y a sus vidas transparentadas en redes sociales, hacen de su manera de vestir una profesión y mueven, sobre todo, mucha plata. Cada vez que muestran lo que se pusieron o con quién salen logran que todas las quieran copiar y determinan una manera “de estar a la moda”. Este verano, con sus selfies en Instagram, las It Girls argentas pautaron lo que se debe usar y cómo desde las playas de Punta del Este. Un ejército de imitadoras devoró sus vidas por Instagram y se movió siguiendo sus pasos.
En este arte de entrar al vestidor y encontrar la combinación perfecta entre actitud y tendencia, Micaela y Candelaria Tinelli (dueñas de las marcas Ginebra y Madness Clothing, respectivamente), Lucía Celasco (la nieta de Susana Giménez y bloggera de moda en la revista de su abuela) y Calu Rivero son nuestras referentes locales. Herederas, millonarias o hermosas, tienen ese je ne sais quoi que las convierte en “las elegidas” para imponer tendencias. Como buena It Girl, Calu Rivero es más conocida por cómo viste y por los eventos a los que asiste más que por cómo actúa u oficia de DJ. Hace unos días fue viral en Instagram por subir una foto en la que se la ve de la cintura para abajo sosteniendo sus partes íntimas. El éxito fue rotundo: más de 4 mil “me gusta” en dos horas, y hasta seguidoras subieron fotos haciendo esa “pose”.
¿Y quién si no ella para animarse a llevar borcegos a la playa? Bueno, ella lo hizo y después lo hicieron todas. La heredera de Susana Giménez es una It Girl innata, no porque se vista con las mejores marcas internacionales sino porque, pese a su simpleza y estilo grunge, sabe perfectamente qué cosa le queda bien y elige llevar el jean más común con onda. Hermosa, con una boca como la de su abuela y un sentido del estilo propio de una pichona de diva, Lucía Celasco impactó en las playas de La Barra con su bikini verdeamarella y sus curvas cuando, luego de llegar en moto con un casco rosa estilo Milán, caminó hasta la orilla de la mano de su novio y se sacó una selfie con él. Listo. La foto llegó a los portales de noticias y su pelo largo, rubio y desgastado pasó a estar de moda.
Micaela Tinelli se pone lo que vende. Al igual que su hermana Candelaria, oficia de modelo sobre sus propios diseños de ropa en Instagram. Pese al éxito de seguidores, y de compradores, ambas demostraron cierta sensibilidad sobre el monstruo fashion que representan. A una chica que le escribió “ni con toda la plata del mundo vas a ser linda”, Micaela le respondió: “jajaja, ¿querés un espejito?”. Y a otra que le aconsejó que sonría más y que no frunza los labios, también le cerró la boca: “No me gusta sonreír, una pone la cara que quiere”. Y Candelaria, a quien no le alcanza el cuerpo para tanto tatuaje, también larga un “andate a la mierda” de tuit en tuit cuando se la critica. Pero la segunda hija de Marcelo casi “rompe Internet” (como lo hizo Kim Kardashian con su desnudo) cuando publicó este verano una foto tapándose las lolas con las manos y mostrando su flamante tatuaje sobre la línea del corpiño.
Las It Girls son “eso”. Como dicen las revistas: un “trauma cool”, “víctimas de la moda”, “embajadoras de tendencias” o chicas que saben usar a su antojo el poder heredado. Chicas que en vez cargar una mochila de historias familiares, cargan la última cartera de Louis Vuitton manejando el peso de que su padre sea el rey de la TV o su abuela la diva de los teléfonos o que se vendan miles de revistas y se especule cada vez que corten con su novio top. Es una angustia glamorosa, sí. Pero tan cruel como el precio de sus zapatos Prada.
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